¿Cómo sabemos que una proposición es verdadera o no? ¿Y una teoría, entendida como conjunto de proposiciones?
Aunque no suele ser uno de los temas que más traten los economistas en sus debates u obras, la mayoría ha dedicado parte de su investigación a la cuestión metodológica. Esto es así porque para poder hallar conclusiones ciertas de manera sistemática en la ciencia económica es necesario un método, reconocido como útil y cierto. A pesar de ello, la metodología es uno de los campos donde más disputa hay dentro de la ciencia económica. Es decir, si hay disputa por el propio método, sabiendo que este constituye la propia base sobre la que desarrollar cualquier edificio teórico posterior, difícil será encontrar consenso en las teorías más básicas o aplicadas a la realidad. Sin duda, esto constituye uno de los problemas más graves de la ciencia económica actual y explica, en parte, la cantidad de divergentes corrientes que hay en ella.
Como dos posturas metodológicas claramente enfrentadas podríamos encontrar el positivismo y la praxeología. El primero entiende que la verdad se obtiene, en todos los campos y sin excepción, mediante el contraste de las hipótesis. El conocimiento se obtiene y valida en base a la experiencia. Por su parte, la praxeología critica el monismo metodológico positivista y defiende un método propio para las ciencias de la acción humana. Este método, además, rechaza el testeo de hipótesis y propone la deducción lógica de la teoría a partir de un axioma autoevidente como el de la acción humana, complementado por algunos axiomas subsidiarios, si fuese necesario. En su caso, la experiencia no puede validar ni refutar una teoría. La experiencia sólo nos ayuda a reconocer la aplicabilidad de una teoría desarrollada a priori. Es decir, la teoría no es refutable, sino aplicable.
Como defensores del positivismo en economía podemos encontrar a autores como Milton Friedman (1953). Como objeción al apriorismo, decía lo siguiente: “si tú y yo, suponiendo que ambos somos aprioristas, no estamos de acuerdo en si una proposición es correcta, no tendremos otra forma de resolver la cuestión excepto peleando, diciendo que yo estoy en lo cierto y tú no” (Ebenstein 2001). De ahí se deriva que solo la experiencia es la que puede dar la razón a alguna de las partes en sus proposiciones, si es que estas son contrapuestas. A todas luces, este razonamiento parece lógico. Si pretendemos explicar y comprender la realidad, ¿de qué sirve la mera deducción lógica aislada de la realidad? ¿cómo compruebo que mi proposición explica verdaderamente lo que ocurre en la economía? Parece que no queda otra que mediante la verificación de mi hipótesis.
Sin embargo, ¿y si ambas posturas enfrentadas encuentran evidencia empírica que respalda sus teorías? ¿cómo se determina ahora qué proposiciones son ciertas y cuáles no? ¿hay experiencia que tenga más fuerza o peso que otra?
Esta pregunta que aquí lanzamos puede concretarse más con un ejemplo de teoría monetaria, en el que precisamente se ve envuelto Friedman también. Este ejemplo involucra a monetaristas y austriacos en referencia al ciclo económico. La teoría monetarista encuentra causas y soluciones opuestas a las que la Teoría Austriaca del Ciclo Económico (TACE) determina en referencia a los ciclos económicos. Los primeros entienden, siguiendo un enfoque macroeconómico ligado a la teoría cuantitativa del dinero, que la insuficiencia en la creación de masa monetaria en la economía causa la deflación típica que caracteriza a los periodos recesivos durante una fase del ciclo. Como solución, proponen la creación e inyección de más dinero en la economía. Por su parte, los austriacos creen que es la exagerada creación de dinero durante el período expansivo del ciclo la que alimenta una burbuja económica, que termina por explotar debido a las descoordinaciones intertemporales creadas, y que, por tanto, la época recesiva, con su deflación de precios, sirve para sanar las malas inversiones del período previo. En su caso, una mayor inyección monetaria como respuesta al bust tendría graves consecuencias para la economía. Sería algo así como seguir dando alcohol a un borracho para que supere la resaca.
Ante las discrepancias, Friedman solucionaba el asunto diciendo que la evidencia empírica demostraba la ausencia de correlación entre expansión y recesión o, mejor dicho, entre el boom y el posterior bust (Friedman 1969; 1993). Más bien, la evidencia trasladaba lo contrario, esto es, una alta correlación entre el bust y un posterior boom, por lo que la teoría del ciclo de Mises quedaba refutada (Hammond 1992). Frente a estas afirmaciones de Friedman, encontramos varios trabajos que demuestran empíricamente la TACE; aunque sabemos que hay más, basta con citar dos de ellos: Keeler (2001) y Bismans y Mougeot (2009). Ante esta tesitura, ¿cómo podemos resolver la discrepancia? ¿cómo soluciona esto el principio de verificación o falsación?
Roger Garrison fue uno de los primeros economistas austriacos que criticaron a Friedman y su opinión sobre la TACE (Garrison 1996). Además de proveer algunas referencias a trabajos empíricos sobre la TACE, la parte más importante de la crítica de Garrison a Friedman es en términos apriorísticos, es decir, en referencia a las teorías monetaristas y austriacas. Garrison no se limita a decir que la teoría austriaca sí encuentra sustento empírico mientras que la monetarista no, sino que pasa a entender dónde se encuentra la discrepancia en la teoría. Es más, propone una solución que convierte los descubrimientos empíricos de Friedman en ampliamente consistentes con ambas teorías, austriaca y monetarista. Aun así, eso no es lo fundamental. Lo importante es que Garrison resuelve el problema discutiendo en el plano teórico, no en el de la evidencia. En el campo de la evidencia parece bastante difícil de solventar.
La evidencia empírica es historia y, por tanto, siempre requiere interpretación. Como decía Mises, sin teoría no podemos interpretar o dar sentido a la historia (Mises 2007). La historia por sí misma solo es un conjunto de fenómenos inconexos. Es la teoría la que permite conectar puntos y establecer regularidades, es decir, leyes, que arrojan luz acerca de la causalidad de los fenómenos. Para poder unir los puntos, por tanto, será necesario primero contar con una teoría que permita conectarlos. De esta forma, saltaríamos al plano de lo que normalmente se entiende como a priori: debatir la validez de una proposición sin necesidad de recurrir a la evidencia.
Desde mi punto de vista, las tradicionales clasificaciones filosóficas que se usan para describir los diversos métodos crean más confusión que certezas: necesario/contingente, a priori/a posteriori y sintético/analítico (Smith 1986). Sin embargo, parece inevitable recurrir a ellas. Es cierto que, si acaso, la dicotomía necesario/contingente puede ser la más útil a la hora de hablar de metodología. Aun así, el momento de detallar por qué no es ahora, sino que seguramente sea en próximos artículos en esta sección.
Entonces, habiendo aclarado esto y expuesto el problema, lanzo la pregunta a aquellos que sepan responderla, con ánimo de alimentar el debate y conocer la diversidad de opiniones: ¿cómo se determina la validez de una proposición o teoría si se encuentra evidencia empírica que la refuta y la valida al mismo tiempo?
Y añado otra más: si la respuesta a la anterior pregunta es, por ejemplo, analizar si hay errores en el método o el procedimiento por el que se estudia la evidencia, ¿no volveríamos entonces a entrar en el terreno de lo a priori?
Referencias
Bismans, Francis, and Christelle Mougeot. 2009. “Austrian Business Cycle Theory: Empirical Evidence.” Review of Austrian Economics 22 (3): 241–57. https://doi.org/10.1007/s11138-009-0084-6.
Ebenstein, Alan. 2001. Friedrich Hayek: A Biography. New York: Palgrave Macmillan.
Friedman, Milton. 1953. “The Methodology of Positive Economics.” In Essays in Positive Economics, 3–46. Chicago: University of Chicago Press.
———. 1969. “Monetary Studies of the National Bureau.” In The Optimum Quantity of Money and Other Essays, 261–84. Chicago: Aldine.
———. 1993. “The ‘Plucking Model’ of Business Fluctuations Revisited.” Economic Inquiry 31 (2): 171–77. https://doi.org/10.1111/j.1465-7295.1993.tb00874.x.
Garrison, Roger W. 1996. “Friedman’s ‘Plucking Model’: Comment.” Economic Inquiry 34 (4): 799–802.
Hammond, J. Daniel. 1992. “An Interview with Milton Friedman on Methodology.” The History of Economic Thought and Methodology 10: 91–118.
Keeler, James P. 2001. “Empirical Evidence on the Austrian Business Cycle Theory.” Review of Austrian Economics 14 (4): 331–51. https://doi.org/10.1023/A:1011937230775.
Mises, Ludwig von. 2007. Theory and History: An Interpretation of Social and Economic Evolution. 3rd ed. Auburn: Ludwig von Mises Institute. www.mises.org.
Smith, Barry. 1986. “Austrian Economics and Austrian Philosophy.” In Austrian Economics: Historical and Philosphical Background, edited by Wolgang Grassl and Barry Smith, 1–36. London and Sidney: Croom Helm.
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