Una vez más, el carácter violento y el espíritu de frontera americano se han vuelto a poner de manifiesto con la matanza perpetrada por un perfecto cretino inadaptado en un mall de Arizona.
Y, si bien, algunas eminencias como Paul Krugman han acusado directamente al Tea Party de haber incitado dicha salvajada, demostrando de paso el mismo grado de sentido común que cuando se pone a hablar de economía, para el progre medio las causas son mucho más profundas, estando enraizadas –como está tan de moda decir– en el propio ADN de la sociedad estadounidense.
Así, la explicación progre canónica de la violencia inherente a la sociedad americana se remonta a los mismos orígenes de ésta; una sociedad que se construyó masacrando a los indios, una especie de hippies eco-pacifistas que adoraban al Gran Manitou, fumaban la pipa de la paz y cazaban sólo los bisontes que necesitaban para comer, reciclando, por supuesto , los desechos…
Y qué decir de la esclavitud…Todos esos negros que vivían felices en África hasta que llegaron los tratantes blancos a llevárselos a América (para el progre, el detalle de que esos tratantes blancos comprasen a los esclavos a tratantes negros es irrelevante) y los pusieron a trabajar en plantaciones, manteniéndoles sometidos gracias a la violencia y a la crueldad.
Con estos comienzos, marcados por la violencia, era lógico todo lo que vino después: la Guerra Norte contra Sur, una guerra de anexión contra México, pistoleros y forajidos, algunos tan conocidos como Jesse James o Billy el Niño… o el incidente del Maine.
Ya en el siglo XX, qué decir del Chicago de los años 20, con un Al Capone que solo pudo ser metido en chirona por evasión fiscal…, o de las guerras de Corea, Vietnam, Irak… Solo la dos guerras mundiales tienen un pase.
Está claro que, con estos antecedentes y esa trayectoria, con la violencia como el pecado original de su corta historia, la sociedad americana no podía acabar más que como ha acabado, enferma y paranoica, armada hasta los dientes y dispuesta a resolver sus diferencias a tiros, sin consenso.
Qué diferencia con nuestra sociedad… Por suerte, nuestro ADN tiene unas raíces mucho más pacíficas…
Así, mientras, mejor dicho, desde mucho antes de que los americanos la emprendieran con los indios, los españoles disfrutábamos de la multiculturalidad de la España Musulmana, con pequeños incidentes aislados como las razzias de Almanzor o las Navas de Tolosa, que no pudieron empañar casi ocho siglos de convivencia.
Pero seamos justos, comparemos la corta historia de los USA con el periodo equivalente de la nuestra, es decir, saltemos directamente a los comienzos del siglo diecinueve, cuando los Estados Unidos empezaron su camino como nación independiente.
Y, mira por dónde, aquí también teníamos esclavos… Y aunque en la España peninsular la esclavitud se abolió veintiséis años antes de que Lincoln redactase la Proclamación de la Emancipación, en la España extra peninsular se abolió veintitrés años después, pues no nos olvidemos de que Cuba era España. Pero a diferencia de lo que pasó con el ADN americano, el nuestro salió indemne de dicho periodo esclavista…
Lo que vino después, Guerra de la Independencia contra los gabachos, invasión de los Cien Mil Hijos de San Luis, tres guerras carlistas, guerras africanas, bandoleros como El Tempranillo, Curro Jiménez o el cura Merino…, parece que tampoco afectó a nuestras cadenas de nucleótidos.
Finamente en el S XX, la Barcelona de los años 20 tampoco tenía mucho que envidiar al Chicago de la Ley Seca y pocos años después nos vimos envueltos en una de las guerras civiles más cainitas de la historia, que desembocó en una dictadura militar… La segunda de este pasado siglo y la enésima si le sumamos el diecinueve. (Curiosamente, la violenta sociedad americana nunca tuvo una dictadura militar…).
Pero el caso es que nuestro ADN ni media…
Finalmente, volviendo al comienzo, una manifestación de paranoia como la americana –el chalado que entra en un mall o en una universidad y se lía a tiros– en España es virtualmente inexistente, siendo sucesos como los de Puerto Hurraco o el sheriff de Lérida casos marginales…
Y además en muchos casos podemos ver la perniciosa influencia americana. Así, en la paliza al Consejero murciano, los agresores usaron ¡un puño americano!
Por otro lado, el chalado hispano siempre puede, en vez de actuar por su cuenta haciendo matanzas inconexas, integrarse en un grupo de liberación regional, sabiendo que sus acciones no solo serán apoyadas por un sector de la sociedad, mayoritario en ciertas áreas, sino que incluso puede ser reconocido como interlocutor por parte del gobierno…
¡Qué tranquilidad da saber que son ellos, los americanos, los de la sociedad enferma, violenta y paranoica! ¿O no?
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