Los argumentos en defensa del capitalismo suelen categorizarse en dos grandes tipos: el de los argumentos económicos (utilitarios) y el de los argumentos éticos. A éstos, se les podría agregar una tercera categoría constituida por apelaciones a lo estético, si bien éstas son esgrimidas con mucho menos frecuencia, y a menudo acompañando argumentaciones de los otros dos tipos. Teniendo en cuenta esta especie de mapa sobre el que podemos desplegar las diversas defensas del capitalismo, es posible considerar: (a) la relativa solidez, y (b) el poder de persuasión de cada tipo de argumentollll
Económicos
Atendiendo al aspecto económico, es indudable que la cuestión del rol del Estado es central en los postulados de las diversas escuelas económicas. Existe una miríada de puntos de debate acerca de los efectos de la injerencia de éste en la economía.. No obstante, son pocos los que aún hoy niegan la superioridad de las economías más libres en cuanto a su capacidad de generar riqueza y de reducir la pobreza[i]. Además, si bien es desafiado por algunos, el problema del cálculo económico en una economía planificada teorizado por von Mises ha resultado ser un eficaz argumento a favor del libre mercado[ii]. Las posiciones estatistas más extremas, al menos, han ido atenuando sus pretensiones de eficiencia en ese sentido, y quizás han virado el enfoque de su crítica exclusivamente hacia el parámetro de la desigualdad como problema en sí, cuando no han directamente saltado al ámbito de lo cultural y la política identitaria.
A la correlación entre mayor libertad económica y más riqueza, se le suma la realidad política de la caída del bloque soviético a fines del siglo XX, y del sostenido fenómeno de migraciones de personas huyendo de países con economías altamente controladas. Estas insoslayables evidencias han contribuido a erigir la percepción –incluso en el ámbito popular y mediático- de que el sistema capitalista no ha tenido hasta ahora alternativas superadoras. Sin embargo, lo más frecuente es que esa conclusión se acepte a regañadientes, como un mal menor. Esa actitud establece una predisposición a culpar inmediatamente al libre mercado ante la primera situación de dificultad económica o crisis. Y esto, a su vez, permite granjear fácilmente el apoyo a la implementación y mantenimiento de medidas “correctoras” por parte del Estado. No es infrecuente que esta predisposición a una exagerada reivindicación de medidas keynesianas o filo-keynesianas tenga visos de una especie de marxismo frustrado, más o menos consciente. La compleja relación entre keynesianianos y marxistas ha sido estudiada y criticada[iii].
Éticos
En cuanto a los argumentos éticos, podemos identificar grosso modo los que ponen el énfasis en el valor de la libertad, y los que resaltan el mérito. Ambos subtipos son en sí demasiado vastos para abordar un análisis profundo de ellos. No obstante, podemos señalar que los primeros siempre se basan en el problema de la autoridad política. Una línea es la apelación al intuicionismo ético, que nos indica que no existen motivos para aceptar que el Estado asuma atribuciones coercitivas que nos resultarían inaceptables en el caso de agentes privados. Ésta línea argumental ha sido notablemente expuesta por Michael Huemer, junto a un exhaustivo análisis de los problemas de teorías del contrato social[iv]. Por otro lado, podemos apuntar a la contradicción que yace en la justificación del Estado como corrector de supuestas injusticias producto de un mundo con desigualdades de poder: si los ricos y poderosos son capaces de manejar el ámbito privado, no hay motivos para pensar que no sean capaces de manejar también los hilos del Estado. Y en este último caso, existe el agravante de la sacralización del Estado, que actúa como una falsa justificación mítica de todo lo que se hace en nombre de éste, impidiéndonos detectar y denunciar con claridad los abusos de poder.
La cuestión del mérito se basa, en su aspecto ético, en una concepción de justicia. La principal crítica a la meritocracia en el capitalismo suele estribar en el hecho de que no nacemos con las mismas oportunidades (económicas, intelectuales, físicas, afectivas, etc.), y de que, por tanto, los resultados que obtenemos no reflejan un supuesto merecimiento. Sin embargo, para los defensores de la igualdad resultaría absurdo abogar por un sistema más rígido como el feudal, que de por sí se basa en principios de desigualdad. La alternativa que les queda a estos críticos, es propulsar medidas de justicia social y redistribución de la riqueza.
No es posible resumir aquí todas las aristas que reviste la cuestión de la meritocracia, pero algunas líneas argumentales en defensa del capitalismo son:
- La libre competencia introduce un elemento de justicia al remover limitaciones caprichosas propias de sistemas anteriores al capitalismo.
- El capitalismo no es culpable de las limitaciones impuestas por el azar que es intrínseco a la vida.
- Ser un relativo ganador o perdedor en una determinada jerarquía de mérito no equivale a ser mejor o peor persona. El capitalismo tampoco es culpable de esta interpretación errónea, ya que el someternos a la libre competencia bajo reglas claras no nos impide reconocer que el azar sigue siendo parte de la vida.
- Más allá de lo problemática que esta dimensión ética pueda ser, nadie puede declararse libre de aplicar juicios y efectuar decisiones basados en criterios de mérito, sea en el ámbito académico, deportivo, laboral, comercial, etc.
- Las jerarquías de competencia son deseables, para identificar el potencial de las personas, e incentivar y optimizar la productividad en cada área[v].
Estéticos
En lo concerniente a lo estético, cabría preguntarnos si el capitalismo es estéticamente superior. Esta cuestión se presenta como más difícil de desentrañar aun que las anteriores. Cuando es aludida por los defensores del capitalismo, suele serlo en contraste con la estética socialista, particularmente en lo arquitectónico o urbano[vi]. Asimismo, encontramos manifestaciones de prácticamente lo contrario, en anticapitalistas que celebran una estética pobrista[vii]. La solidez de estos argumentos es más esquiva, y el poder de persuasión para uno u otro bando suele ser bajo, aunque por cierto surgen aspectos interesantes por estudiar. Entre ellos, cabría explorar el efecto del marketing en las artes, así como las relativas valoraciones de lo cutre, lo tecnológico, lo producido en masa y las marcas.
Evaluación
De los tres tipos de argumento en defensa del capitalismo que delineamos aquí, el económico o utilitario –en particular la correlación del capitalismo con el aumento del PIB- suele ser el de mayor poder de persuasión. Es precisamente éste el que ha logrado instaurar la noción popular de que “al menos el capitalismo es lo mejor que tenemos hasta ahora”. Los argumentos éticos basados en el valor de la libertad parecen ser aun más sólidos, ya que no se basan sólo en correlaciones estadísticas, sino que revelan importantes contradicciones en las posiciones estatistas. También podemos identificar contradicciones en los que atacan a la meritocracia. Sin embargo, contrariamente a lo que se podría esperar, e incluso sin que se los rebata, a menudo estos argumentos no suelen ser atendidos o aceptados en el debate público. Por último, las apelaciones a la estética nos adentran en un terreno más incierto, donde no alcanzan simples comparaciones ostensibles. El poder de persuasión de estas argumentaciones estéticas suele ser el más débil de los tres tipos.
Identificación de la crítica y factores psicológicos
Al argumentar en defensa del capitalismo, es importante identificar el tipo de crítica que se pretende contrarrestar. Si bien es cierto que uno podría simplemente exponer proposiciones en general a favor del capitalismo, lo más frecuente cuando se argumenta en este sentido, es que la argumentación constituya una defensa a una crítica previa. El capitalismo es a menudo vilipendiado como un blanco fácil con mala prensa. Para hacer frente a las críticas con eficacia, es menester indagar y aclarar qué es lo se le critica y por qué. ¿Es el blanco de la crítica la libertad de comerciar, el monopolio, el capitalismo clientelista (crony capitalism), las grandes fortunas (falacia de la tarta fija[viii]), el mercantilismo, la meritocracia, o la competencia (“individualismo egoísta”)? ¿Cuáles son las ideologías o concepciones subyacentes de cada ataque al capitalismo: socialismo, fascismo, nacionalismos, gobierno mundial (globalismo), ambientalismo, pobrismo, victimismos?
Finalmente, al defender el capitalismo, se han de tener en cuenta dos factores eminentemente psicológicos que pueden obrar como motores, no siempre conscientes, de la animadversión hacia el capitalismo. Uno es el stress propio de la vida urbana moderna, y otro es el miedo a competir y fracasar. Sabemos muy bien que los burgos con sus mercados nos ofrecen toda suerte de posibilidades de crecimiento y prosperidad, pero a cambio hemos pagado con la falta de contacto próximo con la naturaleza y una cierta pérdida de paz. Todos albergamos algún grado de añoranza reaccionaria en tiempo o espacio que no es escuchada por la impersonal pujanza del capitalismo[ix]. El miedo a competir, en tanto, constituye una especie de inmadurez, que incluso puede terminar provocando resentimiento y envidia del valeroso. Pero la competencia es inevitable por ser esencial a la vida. También lo es el dolor del fracaso. No obstante, la posibilidad de competir es algo que ha de festejarse cuando se han consensuado reglas claras. La convivencia conlleva la aprender a perder bajo esas reglas. El espíritu deportivo es el espíritu del libre mercado.
Más allá de la relativa solidez de los argumentos, entonces, no se debe desestimar el aspecto psicológico. No se trata de reemplazar los razonamientos con un enfoque terapéutico, pero sí de comprender que ambos deben complementarse. Muchos nos preguntamos por qué el capitalismo no es atractivo[x]. Aunque nos parezca irracional, hemos de aceptar este fenómeno. Desde luego, la forma de contrarrestarlo será insistiendo con los buenos argumentos. Pero, conociendo la resistencia que suscita el tema, debemos esgrimirlos evitando la petulancia, perfeccionando nuestra retórica, y manteniendo un espíritu de sincera compasión.
[i] Abundan los datos al respecto. Aquí, un ejemplo de índices a nivel mundial: https://www.heritage.org/index/heatmap?version=237. Otro ejemplo: https://www.youtube.com/watch?v=tLd4mF36Yyw&ab_channel=LibertadDigital
[ii] https://es.wikipedia.org/wiki/C%C3%A1lculo_econ%C3%B3mico#:~:text=En%20su%20primer%20art%C3%ADculo%2C%20Mises,de%20recursos%20en%20la%20sociedad.
[iii] Breves ejemplos desde perspectivas diversas:
[iv] https://www.amazon.com/-/es/Michael-Huemer/dp/1137281650
[v] Este último punto no es de carácter ético, sino utilitario.
[vi] Ver ejemplos.
Soriano (6:19):
Y Milei (18:21):
[vii] Ver, por ejemplo, esta insólita loa a paredes mal pintadas y cables amontonados: https://twitter.com/SergioChouza/status/1325494719678459905
[viii] https://www.ivancarrino.com/la-falacia-de-la-torta-fija/ https://www.variantes.net/post/la-falacia-del-pastel-fijo
[ix] Además, en relación a esto, hay un punto complejo respecto de la sostenibilidad del crecimiento. Sabemos que la tarta no es fija, y también que los recursos naturales pueden aprovecharse de manera cada vez más óptima. Pero no está claro que la transfiguración del espacio físico en el planeta sea infinitamente sostenible o reversible (por ejemplo, casi todos vivimos un poco más hacinados que cuando éramos pequeños).
[x] Conferencia de Domingo Soriano: https://www.youtube.com/watch?v=BtN_vviNYUc&ab_channel=SergioSantill%C3%…
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