El problema no es la desigualdad de Chile sino la pobreza de Venezuela, Cuba, Nicaragua y el resto del continente.
Revisando las estadísticas del Banco Mundial, de la ONU y de cualquier organismo internacional que goce de cierto grado de credibilidad, es fácil enterarse de que Chile es el país más próspero de América Latina. Pero, también, uno queda asombrado cuando observa las imágenes en la televisión y los diarios del mundo entero, informando de que en Chile, el país más rico de la región, el único digno de entrar próximamente al primer mundo, sufre un proceso de destrucción exigiendo “justas demandas sociales”. Los que han incendiado 76 estaciones del metro de Santiago, quemado edificios, iglesias y otras infraestructuras lo hacen debido a “las profundas desigualdades sociales y a las instituciones que refuerzan una sociedad consumista en un orden neoliberal”.
La igualdad social, nueva demanda marxista, junto al ecologismo, el feminismo, el antiglobalismo y todos los colectivos que haya que liberar son los nuevos fieles que reclaman los populistas de inspiración marxista. Ahora resulta que hay que liberar a Chile de su propio éxito. Los violentos no miran hacia Cuba o Venezuela, porque estos países “no tienen problemas de desigualdad”, la miseria los ha igualado y la pobreza que casi alcanza el 100% en Cuba y el 80% en Venezuela, no constituye un problema, el problema está en Chile, donde a pesar de que los pobres viven mejor que en cualquier país de América Latina, subyace un problema de desigualdad. Hay que recordar que Chile es hoy el país con la mayor esperanza de vida y el mayor índice de desarrollo social de la región. En 1950, el ingreso de un chileno era un tercio del ingreso de un venezolano. Los venezolanos eran tres veces más ricos. Hoy los valores se han invertido. Ahora, la esperanza de vida de un chileno es 8 años mayor que la de un venezolano. Esto se ha logrado abriéndose a la globalización, con impuestos moderados y apoyando la libertad de empresa.
Es cierto que en los últimos años Chile dejó de crecer al mismo ritmo que lo venía haciendo desde hacía 30 años. En 2016 creció un 1,5% bajo el Gobierno populista de Michel Bachelet, quien subió los impuestos un 40% y quitó los incentivos a la inversión. Esto se tradujo en menor recaudación y menos empleo. Estas medidas perjudicaron la imagen del país, pero en 2018, con la vuelta a la confianza que trajo el triunfo de Piñera, la economía creció un 4%.
Bachelet, aliada con el partido comunista, quería un giro a la izquierda, un cambio ideológico. Se fue del Gobierno dejando un alto déficit y un gasto público elevado. No pudo completar el ciclo bolivariano porque solo pudo gobernar 4 años.
Ahora los violentos quieren abrir una puerta peligrosa, la cual les está facilitando el acobardado presidente Piñera. No han aprendido la lección de lo que ocurre en Venezuela y de los terribles daños que va dejando a su paso el socialismo del siglo XXI en cada uno de los países que han tenido la desdicha de entregarles el poder.
En México con López Obrador, en Argentina con los peronistas y ahora en Chile, gente confundida se está dejando guiar por grupos organizados desde La Habana y Caracas para revivir el fantasma de Allende y cumplir los mandatos del Foro de Sao Paolo.
Modificar la Constitución chilena significa abrir una brecha por donde la izquierda pueda introducir sus reformas intervencionistas, atacar la propiedad privada y reducir al país a la venezuelización.
Chile es un objetivo prioritario. Simboliza el éxito del capitalismo democrático frente a los rotundos fracasos del socialismo del siglo XXI. Le recuerda a la izquierda del continente que fue bajo el golpe de Estado de Pinochet cuando el país tomó el rumbo que lo ha llevado a ser la economía con los mejores logros económicos de la región, y con la llegada de la democracia liberal el país ha seguido alcanzando altas cotas de bienestar. Las protestas en Chile han hecho que la prensa mundial cambie de prioridades, ahora el caso de Venezuela ha pasado a un segundo plano y algunos diarios han titulado “Despertó Chile”. Mientras tanto, Venezuela sigue hundiéndose en un foso que parece no tener fin. Esta semana la empresa Ecoanalítica ha mostrado cifras donde demuestra que el sector privado es apenas un 30% de lo que era en 2013. Se ha contraído un 72%. Nuestro PIB está en 85 mil millones de dólares, cuando en 2013 alcanzaba los 350 mil millones de dólares. Para esa misma fecha el PIB de Chile era de 278 mil millones dólares. Después de haber sido la tercera economía de Suramérica ahora estamos al nivel de los pequeños países de Centroamérica.
El problema no es la desigualdad de Chile sino la pobreza de Venezuela, Cuba, Nicaragua y el resto del continente.
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Excelente artículo. Todos
Excelente artículo. Todos contra el comunismo.