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Wałęsa: el hombre hecho de esperanza

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Hace pocas semanas se ha estrenado en las pantallas polacas el homenaje matizado de Andrzej Wajda a un héroe de nuestro tiempo: Lech Wałęsa. La película (Wałęsa. Człowiek z nadziei) adopta un estilo narrativo en flash-back aprovechando el relato de su protagonista a la periodista y escritora italiana Oriana Fallaci en una entrevista imaginaria. Cubre exclusivamente los años que transcurren desde las protestas obreras en Gdynia y otras ciudades del Báltico en diciembre de 1970 -aplastadas por los disparos de las fuerzas especiales del régimen comunista que dejaron un saldo de más de 39 muertos y 1.000 heridos (dependiendo de las fuentes)- hasta su célebre discurso ante el Congreso norteamericano en noviembre de 1989, poco después del derribo del muro de Berlín y antes de convertirse en presidente democrático de Polonia.

De esta manera, contemplamos las peripecias de un electricista de los astilleros de Gdańsk que es detenido por la temida policía secreta [Służba Bezpieczeństwa (SB)] durante las olas de represión que siguieron a esos disturbios. Casado y padre de varios hijos, acaba por firmar bajo coacción un acuerdo de colaboración con sus captores para que le dejen en paz. No obstante, veremos que no se sentirá vinculado por el trato (Wajda defiende al personaje frente a las acusaciones de colaboración inicial con el SB de sus detractores). Rápidamente se verá envuelto en las luchas dentro del sindicato oficial, al que todos los trabajadores pertenecían obligatoriamente, así como en operaciones clandestinas de movimientos opositores que, asimismo, querían ganarse el apoyo de los trabajadores. Se pueden observar las primeras discrepancias tácticas de un hombre práctico con los "intelectuales" e "ideólogos" de esos movimientos de oposición. En un momento dado, con una confianza en si mismo notable, se dirige al local donde departen esos idealistas y librescos conspiradores, tumbados entre cojines y literalmente sumergidos en humo de tabaco, para decirles abruptamente que tienen toda la razón del mundo, pero hacen todo mal y que, si continuan así, es mejor que no cuenten con él.

Aun con todo, él mismo sucumbirá a la tentación de las interminables reuniones en su modesto piso con periodistas y activistas, donde, pitillo en mano, pontificará y aleccionará a sus contertulios con la afectación –miméticamente aprendida por el actor Robert Więkiewicz- de quién, henchido de vanidad, comienza a gustarse a sí mismo. De ahí surgen algunas discusiones con su mujer, Danuta, quién, encargada de preparar y servir las viandas de los encuentros para tantos comensales, estalla ante un desaire de su marido y expulsa a los congregados, él mismo incluido. Aunque se halla sometido al constante acoso de la policia secreta, que le vigila, escucha sus conversaciones con todo tipo de dispositivos (incluyendo la entrevista que mantiene con la periodista italiana) y le detiene discrecionalmente cuando quiere aumentar su presión, el astuto electricista utiliza toda su locuacidad para no decirles nada sustancial.

En octubre de 1978, llega la elección del cardenal Karol Wojtyla como Papa de la Iglesia Católica, un acontecimiento que impulsará a los movimientos de la oposición polaca por encima de los demás países satélites de la Unión Soviética. Sus fotografías y sus enseñanzas inspirarán a esos disidentes para escándalo de tantos reporteros occidentales. Su participación en comités de huelga, jornadas de recuerdo de los asesinados en 1970 y otras actividades ilegales para el régimen le habían costado el despido de los astilleros Lenin de Gdańsk en junio de 1976, por lo que tuvo que buscar trabajo en otras empresas donde, asimismo, sufrió represalias por su activismo. Como refleja la película, no siempre ese proselitismo concitaba un apoyo entusiasta de los trabajadores, más preocupados por su bienestar inmediato. Durante ese año colaboró con el Comité de Autodefensa Social (KOR) una organización creada con el propósito de ayudar a los represaliados por su participación en las huelgas.

Sin embargo, el momento estelar que le daría renombre mundial ocurrió en agosto de 1980, cuando se sumó a la huelga planeada por Bogdan Borusewicz para protestar contra un decreto del gobierno de subida de precios. El día 14 de ese mes trepó la valla de los astilleros de Gdańsk para irrumpir en su recinto, jaleado por sus compañeros. El éxito rotundo de los convocantes, logrando la extensión del movimiento a otros centros industriales del país, llevó al gobierno comunista a negociar con sus representantes encabezados por Wałęsa. Las imágenes reales de aquellos encuentros se mezclan con las ficticias ante nuestra vista en un ocurrente montaje. Finalmente, el gobierno comunista, representado por el vicepresidente Mieczysław Jagielski, y los miembros del Comité de huelga llegaron a un acuerdo, firmando los Pactos de Gdańsk el 31 de agosto que garantizaban a los trabajadores sus derechos de huelga y de constitución de un sindicato independiente del oficial.

Esa legalización de Solidaridad creaba obviamente una peligrosa vía de agua en el monolitismo de los regímenes comunistas de partido y sindicato únicos. No esperen una mirada omnisciente a las reacciones en las estancias del Kremlin o las sedes de los demás gobiernos del Pacto de Varsovia. La película se centra en los recuerdos del protagonista. Así, tras la declaración del estado de guerra, el 13 de diciembre de1981, por el general Wojciech Jaruzelski, Wałęsa, como otros líderes de Solidaridad, sufre su enésima detención. Esta vez la reclusion se prolonga 11 meses durante los cuales le trasladan a distintos puntos del país. Como sucede en otros pasajes de la película, un sentido del humor amargo fluye en las imágenes. Cuando pide ayuda a unos campesinos por la ventana del coche policial que le traslada por carretera recibe toda clase de improperios.

Vuelto a casa, recibe la llamada de la embajada noruega comunicándole que se le ha concedido el premio Nobel de la Paz de 1983. El galardón lo recogería su esposa, acompañada del hijo mayor, pues Wałęsa pensó que si le dejaban salir del país no volvería a entrar. Las autoridades comunistas reservaban a Danuta una sorpresa desagradable a su llegada al aeropuerto.

Transcurren los años ochenta con las actividades clandestinas. Los espectadores españoles se sorprenderán al escuchar a grupos de rock que recuerdan el estilo de Siniestro Total, aunque en este caso canten en polaco para pedir libertad (Wolność). A finales de la década la organización de Solidaridad alcanzó un estatuto de semiclandestinidad. Nuevas huelgas, esta vez en una situación diferente por los cambios impulsados por Gorbachov en el bloque soviético, conducen a nuevas rondas de negociaciones entre el gobierno comunista y la oposición, convertida ya en un movimiento más político que sindical y dirigida por Lech Wałęsa. De febrero a abril de 1989 se celebran reuniones (presentadas otra vez entre la realidad y la ficción) que culminan con el acuerdo de convocatoria de unas elecciones semilibres en las que los comunistas se reservaban un porcentaje de puestos en la futura Asamblea (Sejm). En junio de ese año se produce el triunfo clamoroso de las candidaturas apoyadas por el Comité ciudadano de apoyo a Solidaridad, que llevarían a la elección de Tadeusz Mazowiecki como primer ministro.

Con independencia del mérito artístico de la película y la consustancial simplificación de procesos complejos que conlleva el lenguaje cinematográfico, su argumento nos presenta la apasionante vida de un individuo sumido en sus dudas y miedos que, a pesar de ellas y sus muchas limitaciones, consiguió convertirse en el líder indiscutido de la oposición contra el gobierno comunista polaco. El comunismo habría caido en cualquier caso en Polonia, como en los otros países de Europa Central y del Este, pero la determinación de este hombre catalizó una transición pacífica y pionera hacia una situación nueva que todavía no ha terminado.

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