Max Weber afirmaba en Sociología del poder: los tipos de dominación (1921) que la administración burocrática pura, la administración que se rige por el expediente escrito y con una dirección unipersonal, es formalmente la fórmula más racional de ejercer la dominación. Estabilidad, precisión, disciplina y seguridad serían sus rasgos esenciales. Según el sociólogo alemán la burocracia –germen del Estado occidental moderno– aplica mecanismos de calculabilidad de sus resultados entre los administrados, con independencia del sistema económico al que sirve, capitalista o socialista. De ahí su elevado grado de supervivencia histórica: el aparato burocrático seguirá funcionando para los revolucionarios que lleguen al poder o para una fuerza militar enemiga, del mismo modo que trabaja para el Gobierno legal de turno.
Para Weber el capitalismo necesita en su desarrollo de la burocracia, aunque el capitalismo y la burocracia surjan de raíces históricas diferentes. El capitalismo es la base económica más racional sobre la que cualquier burocracia también razonada pueda construirse, porque el capitalismo, desde un punto de vista fiscal, suministra los recursos dinerarios precisos.
Administración burocrática significa dominación por causa del conocimiento acumulado en expedientes y actividades del propio servicio. No obstante, Weber afirma que el empresario se mantiene libre de la supremacía administrativa: "Sólo el empresario capitalista, dentro de su esfera de intereses, es superior a la burocracia en el conocimiento especializado y en el conocimiento de los hechos. El empresario capitalista es la única instancia realmente inmune –al menos en términos relativos– frente al carácter inevitable de la dominación del conocimiento racional burocrático. Todas las otras grandes organizaciones han sucumbido inevitablemente a la dominación burocrática, de igual manera que han sucumbido bajo la dominación de las maquinas de precisión en la producción de bienes."
La dominación burocrática, desde un punto de vista social, se alcanza por medio de una base de reclutamiento entre personas altamente cualificadas que hayan dedicado largos años de su vida al aprendizaje profesional y que realicen su oficio sin odio ni pasión, bajo el concepto estricto del deber, dando un trato igualitario a cualquiera que se encuentre en una misma situación de hecho. Vistos los antecedentes, ¿qué opinaría Max Weber ante asuntos administrativos de máxima actualidad como son la denuncia de nepotismo en el Banco Mundial (BM) contra Paul Wolfowitz y la anunciada dimisión de Manuel Conthe con motivo de la OPA de Enel y Acciona sobre Endesa?
Wolfowitz, tras su paso por el Pentágono, se incorporó a presidir una entidad –el Banco Mundial– al parecer incompatible con su trayectoria personal, pero aceptó y calló, siguió el juego de una burocracia muy denostada al menos públicamente por sus valedores, y acabó otorgando un favor que quizá le cueste el cargo: un suculento nuevo empleo, por motivo de incompatibilidades en el BM, para su amiga íntima. Los adversarios de Wolfowitz le harán pagar con creces sus antiguas críticas al multilateralismo que encarna la institución que preside. El máximo responsable del BM incumplió las reglas de Weber sobre los burócratas, es víctima propiciatoria de sus decisiones en campo hostil; es ya, probablemente, una figura amortizada.
Manuel Conthe, aún presidente de la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV), es posible que esté aplicando tácticas de represalia masiva –que conoce bien por ser estudioso de las paradojas sociales– en formato de rueda de prensa multitudinaria o similar, con el fin de negociar con el Gobierno español las condiciones de explicación de su dimisión ante el Congreso por el asunto Endesa. Conthe ahora mismo se ve impelido a justificarse por mor del Código de Buen Gobierno, que él mismo ayudó a crear, frente a los consejeros de la CNMV que le han dado la espalda. Dice Conthe en su libro El mundo al revés que "los dictados de la benevolencia a corto plazo están reñidos con la conveniencia a largo plazo: quien sepa que seremos racionales y benevolentes no creerá nuestras amenazas". Por eso el jefe de la CNMV tira por la borda la corrección política y exige luz y taquígrafos con resultado incierto.
Dos situaciones diferentes, dos personajes ideológicamente opuestos entre sí, pero unidos en el incumplimiento de las leyes weberianas de discreción administrativa. La dominación burocrática, incluso para los influyentes, es inexorable.
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