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A Maduro y Erdogan les molesta el periodismo libre y por eso lo reprimen con ferocidad

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En Marruecos, Afganistán y varios emiratos de la Península Arábiga hay más libertad de prensa que en Turquía y Venezuela.

El pasado 27 de junio, Venezuela conmemoró el Día Nacional del Periodista. Pero no fue una jornada en la que hubiera nada que celebrar. El periodismo es en la República bolivariana un oficio cargado de peligros, incluidas las agresiones por parte de las fuerzas de seguridad. Los medios están constantemente bajo la espada de Damocles, puesto que se multiplican los cierres ordenados o provocados por el régimen chavista. A miles de kilómetros, en la Turquía de Recep Tayyip Erdogan, la situación es muy similar.

Nicolás Maduro y Erdogan caminan en paralelo con el objetivo de instaurar dictaduras nada disimuladas en sus respectivos países. Y para ello, entre otras cosas, reprimen la libertad de expresión y persiguen a los periodistas y medios de comunicación independientes. Es cierto que el punto de partida en ambos casos era ya de por sí malo; pero los antecedentes eran aún peores en el país latinoamericano, tras la etapa de Hugo Chávez en la Presidencia.

A pesar de lo anterior, desde el verano de 2016 la situación se ha vuelto más crítica en Turquía que en Venezuela. Según la Clasificación Mundial de la Libertad de Prensa que elabora Reporteros Sin Fronteras (RSF), el primero de estos países ocupa el puesto 155 de 180. El segundo se sitúa en la posición 137. Ambos están en el grupo de Estados definidos como de “situación difícil” por la organización, y tienen por encima lugares tan poco ejemplares en esta materia como Marruecos, Afganistán y varios emiratos de la Península Arábiga.

Erdogan y Maduro comparten una serie de prácticas destinadas tanto a silenciar a los medios de sus países como a impedir que se informe al exterior lo que ocurre en ellos. Con este fin, no dudan en expulsar a corresponsales extranjeros. Solo en lo que va de año, el Gobierno de Venezuela ha deportado, entre otros, al español Aitor Sáenz (de la alemana Deutsche Welle), al chileno Patricio Nunes (Canal 13), al equipo de CNN y a los brasileños Leandro Stoliar y Gilzon Souza (de la televisión Rede Record, que habían entrado en Venezuela para investigar el caso Odebrecht).

Los dos periodistas brasileños estuvieron detenidos antes de su expulsión. En este caso, Maduro actuó como Erdogan. En Turquía esta práctica se ha vuelto casi rutinaria desde el extraño golpe de Estado de 2016. Ha afectado a profesionales de varios países, sobre todo europeos. El último ejemplo es el de Jiyar Gol, de la británica BBC. Estuvo arrestado cinco horas la semana pasada antes de ser deportado a Irak. Un caso destacado es el del francés Mathias Depardon, que hacía fotografías para National Geographic y pasó un mes en prisión. Otro es el del italiano Gabriele de Grande, documentalista e informador freelance que pasó encarcelado 14 días antes de volar en dirección a su país.

Las detenciones y encarcelamientos no afectan tan solo a los extranjeros. De hecho, son sobre todo mecanismos de represión de los periodistas locales. En esta materia, el régimen de Erdogan se muestra mucho más radical que el de Maduro. Según una información de RSF publicada el 16 de junio, en Turquía hay más de 100 profesionales en prisión o bajo arresto en estos momentos. Meses antes la situación era peor. En febrero, según los datos ofrecidos por RSF, la cifra ascendía a 200 periodistas privados de libertad.

Venezuela: arresto, encarcelamiento y agresión física

En Venezuela las cifras son menores, pero también reflejan de forma contundente la represión. Recogiendo datos del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Prensa (SNTP), RSF informa que entre el 31 de marzo y el 24 de junio se produjeron 33 detenciones ilegales de los profesionales de los medios. En este país, a la posibilidad del arresto y el encarcelamiento se suma la agresión física. Según las mismas fuentes, se produjo en ese mismo periodo un total de 283 casos documentados, con 376 víctimas. Las fuerzas de seguridad son responsables confirmadas de 170 de los ataques.

Otro punto en común en la estrategia contra la libertad de expresión es el cierre de medios de comunicación. Desde el golpe de Estado de 2016, Erdogan ha clausurado unas 150 empresas periodísticas. Mientras, en Venezuela, y según los datos recopilados por el capítulo local del Instituto Prensa y Sociedad (IPYS), se mantiene una estrategia que puso en marcha Hugo Chávez desde muy poco después de llegar al poder. La Comisión Nacional de Telecomunicaciones (Conatel) ha clausurado más de 40 radios y televisiones en los estados controlados por el oficialista PSUV.

En el país suramericano a lo anterior se añade la estrategia de impedir a los periódicos el acceso a divisas con las que comprar papel prensa. De esta manera, numerosos diarios se ven obligados al cierre por el simple motivo de no disponer del material físico que supone el soporte de sus contenidos.

George Orwell dejó escrito: “Periodismo es publicar lo que alguien no quiere que publiques. Todo lo demás son relaciones públicas”. Maduro y Erdogan tal vez tengan eso muy presente, y lo que buscan es que solo existan relaciones públicas a su favor. Saben que la existencia del periodismo es algo que molesta en el camino hacia la dictadura, y por eso lo reprimen con ferocidad.

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