PAULINO Rivero, según publica la prensa local, ha dicho con relación a los vuelos a nuestras Islas que «cuando no funciona la competencia, cuando la competencia no cumple los objetivos de mejora de la calidad del servicio y de abaratamiento de los precios, que es lo que está sucediendo en este momento, en el que asistimos a un peor servicio y a un encarecimiento de los precios, tiene que actuar el regulador, los poderes públicos». Por esta razón quiere que Fomento fije a las aerolíneas que vuelan a Canarias obligaciones en varios ámbitos: «trayectos, frecuencias, tipos de aviones y, especialmente y muy importante, los precios máximos que se pueden cobrar».
El precio de los bienes y servicios, que es la unidad de valor a la que se produce un intercambio voluntario, es determinado en una sociedad libre por la valoración subjetiva máxima del comprador y la valoración subjetiva mínima del vendedor. De esta forma ni el vendedor puede subir los precios cuanto quisiera ni el comprador puede pagar tan poco como le gustaría. La explicación es fácil, nadie compraría algo que estuviera por encima de su valoración máxima y nadie vendería nada por debajo de su valoración mínima.
Por esta razón, cuando el Gobierno hace uso del poder para establecer un precio máximo pueden darse dos situaciones: si el precio de mercado es inferior al máximo fijado no tendría consecuencia alguna. Ahora bien, si el precio determinado libremente por los distintos vendedores y compradores es superior al precio máximo regulado la consecuencia va a ser bien distinta: escasez, bajada de calidad y mercado negro de los bienes y servicios regulados. Así, de entrar en práctica la medida, tendríamos menos vuelos, menor calidad en los mismos e incluso mayor inseguridad. Todo lo contrario que entiendo que desea Paulino Rivero.
Por todo ello, el presidente del Gobierno de Canarias, en vez de hacer peticiones al Gobierno de España que podrían haber sido hechas por el mismísimo Karl Marx, debería preocuparse más de por qué las aerolíneas han decidido no volar tanto a Canarias y, si lo hacen, hacerlo a precios más altos. Yo le puedo dar algunas pistas y ninguna tiene que ver con la falta de competencia, como el señor Rivero asegura, sino más bien con que la menor competencia se debe a las mismas. Aeropuertos controlados por el Estado con tasas aeroportuarias altísimas, regulaciones en todas las esquinas, impuestos exorbitados y una población que por culpa del nacionalismo socialista que defiende el señor Rivero se ha visto empobrecida hasta límites inimaginables, encabezando el paro de toda España.
Por último, deseo que estas palabras de Paulino Rivero no hayan sido oídas por empresas que estén estudiando empezar a volar a Canarias, pues abandonarían la idea de inmediato; no hayan sido leídas por empresas que actualmente operan en Canarias, pues podrían empezar a planificar su salida; y que jamás se pongan en práctica dichas propuestas, pues sin lugar a dudas habría que decir adiós a los vuelos económicos a Canarias.