Un gobierno estable sólo sería posible desde una coalición CDU-CSU-FDP-Verdes, no hay otras alternativas.
Los alemanes acudieron este domingo a las urnas y los resultados no dejan lugar a dudas: algo está pasando en la sala de máquinas sociopolítica germana. Pocas veces en los últimos 65 años unos comicios al Bundestag han dejado tantas preguntas abiertas y, al mismo tiempo, tantas respuestas proclamadas.
Comencemos con las respuestas
Lo primero que debemos constatar es la profunda crisis que atraviesa la izquierda germana. El partido socialista, encabezado por Martin Schulz -una especie de «esperanza blanca» llegada de Estrasburgo- sale de estos comicios con el peor resultado desde la II Guerra Mundial. Con un 20,5% de los votos, perdiendo 5,2 puntos respecto de los anteriores comicios, los votantes envían un claro mensaje de castigo a una socialdemocracia que se ha visto literalmente sobrepasada, yo diría que casi absorbida, por la apisonadora de hechos generados desde la voluntad de la CDU -el socio principal en el gobierno- y la destreza política de Angela Merkel. Los socialistas necesitan reinventarse, y lo van a hacer desde la oposición. Abandonar el gobierno, retomar posturas y aire ideológico, volver a buscar el contacto con los votantes. Esas serán las labores del SPD en la próxima legislatura.
Sin embargo, las huestes entorno a Schulz no tienen el enemigo «en casa». El otro partido de izquierdas, Die Linke, tampoco ha logrado sus objetivos. Con un «aumento» de apenas 0,6 puntos, obtienen un modesto 9,2% de los votos, lo que les deja en el papel de fracción parlamentaria secundaria. No, el problema de la mayoría de los votantes germanos no es la «justicia social», ni la desigualdad, ni la pobreza extrema. Y no son esos los problemas de la gente porque en un país como Alemania, donde «el pobre» vive en un piso de alquiler pagado por todos, con televisión y billetes de transporte público gratis y 800€ al mes (o más), el votante medio tiene necesariamente otras preocupaciones. Al votante medio le preocupa la financiación de esa justicia social que ya existe, la extensión de la red social y quién debe tener derecho a participar de ella.
A Merkel y su CDU les ha salido un grano enorme en la frente. Se llama AfD. Los democristianos pierden 8,5 puntos y se quedan con el 33% de los votos. Son unos 246 escaños (sumados los de el partido hermano bávaro CSU), claramente insuficientes para gobernar en solitario. ¿Qué ha hecho mal el gobierno de Merkel? La respuesta la obtenemos en los más de un millón de votos que abandonan la CDU para pasar al casillero de AfD. La labor de los democristianos en los próximos 4 años consistirá en consolidar una política de inmigración creíble, alejada de la improvisación y que devuelva la confianza a ese millón de alemanes que han decidido regresar a posturas populistas de derecha… casi neonazis en algunos casos. Hay más deberes para los Merkel-Boys and Girls, las comento luego.
Si digo que AfD (Alternative für Deutschland, ‘Alternativa para Alemania’) es un partido de extrema derecha es probable que no consiga describir a todo el AfD, pero nadie podrá decirme que exagero. Por primera vez en la historia de la democracia germana tras la II Guerra Mundial un partido nacionalista de derechas ocupará 94 escaños en el Bundestag. Un partido que nunca ha ocultado sus tics xenófobos, que ha basado su campaña electoral en mensajes claramente populistas del tipo «nosotros por encima de todo» o «volvamos a sentirnos seguros en nuestra propia casa» o «juntos podemos» logra colocarse como la tercera fuerza política del país. En algunos Bundesländer incluso la primera: en mi querida Sajonia, donde vivo, los votantes han concedido al partido un 27,0% de los votos, situando al partido de Frauke Petry como ganador en este estado germano. En todo el territorio de la antigua DDR obtienen un 22%, espectacular. Según el análisis de la ARD, el 22% de los desempleados y el 21% de los llamados «trabajadores» votaron AfD. Entre los empleados de nivel alto, obtuvieron un 13% de los votos y un 12% entre los trabajadores autónomos. El 11% de los jubilados, y el 10% de los funcionarios son también votantes del AfD. Como ven, no estamos ante un asunto menor.
Los Verdes no levantan cabeza. Apenas mejoran 0,5 puntos sus resultados de los últimos comicios hasta alcanzar el 8,9% de los votos totales. Este estancamiento de los ecologistas es perfectamente comprensible si tenemos en cuenta que la mayor parte de las reivindicaciones verdes han sido asumidas con suficiencia y naturalidad por la CDU y el SPD.
¿Y qué decir de los liberales? Para el FDP los resultados son una fiesta. Han logrado lo que perseguían durante los últimos cuatro años: regresar al Bundestag – y ello con un resultado bastante bueno del 10,7%. Ni siquiera los más optimistas habían soñado con ese resultado.
Y aquí empiezan los problemas y las preguntas
Los resultados no son suficientes para formar una coalición de gobierno sólamente con CDU-CSU y FDP. La negativa del SPD a volver a formar parte de una Gran Coalición obliga a pensar en que la única alternativa es la llamada «Coalición Jamaica», esto es, CDU-CSU-FDP-Verdes. La primera pregunta es para los liberales: ¿pueden permitirse el «lujo» de rechazar una coalición de gobierno junto con los Verdes? La posición de su líder, Lindner, puede ser en principio de rechazo, para obtener una mejor posición negociadora. No dudo que serán capaces de llegar a acuerdos en políticas sociales, de seguridad interna o incluso tributarias. Los otros temas calientes, a saber, Energiewende (la política energética) y la llamada revolución de la movilidad (el coche eléctrico, por ejemplo) serán objeto de enormes y profundas disputas a la hora de diseñar un programa de gobierno o medidas a medio/largo plazo. Los liberales ya han dejado claro que las políticas de subvención y apoyo institucional a las energías renovables han de ser profundamente revisadas. Veremos en qué quedan sus propuestas.
La otra pregunta fundamental es la del diseño de una política de inmigración que consiga remover tierra bajo los pies del AfD. Aquí las posturas de liberales y democristianos están muy cerca, pero difieren sustancialmente con las del partido ecologista. Mientras que FDP postula un rediseño legislativo que permita una mayor transparencia y coordinación de los movimientos migratorios, postura muy cercana a la de la CSU, los Verdes mantienen una postura mucho más laxa y abierta defendiendo un modelo multicultural y casi sin filtros, ni fronterizos, ni en lo que a las ayudas sociales se refiere. La política de devolución de solicitantes de asilo que no obtengan el permiso de residencia o inmigrantes ilegales es otro de los puntos en los que se abre un abismo entre los futuros miembros de una coalición jamaicana.
Las próximas semanas serán decisivas para los alemanes. Un gobierno estable sólo sería posible desde una coalición CDU-CSU-FDP-Verdes, no hay otras alternativas. Y las negociaciones se antojan largas y duras. No olvidemos que hoy por hoy, la estabilidad de Alemania es parte importante de la estabilidad europea, tanto social como económicamente. Serán semanas intensas e interesantes.