El responsable de la idea ha sido un eurodiputado francés del partido de Chirac, Alain Lamassoure, sin duda envidioso por los pocos impuestos que, en comparación, tienen los demás europeos. Ya que nos arruinamos, arruinémonos todos juntitos, habrá pensado. Y es que Francia encabeza el "índice de miseria fiscal", elaborado por Forbes, por delante incluso de un país comunista como China.
Uno de los impuestos que propuso fue una tasa de 0,00001 euros por cada correo electrónico enviado. Seguramente no se dio cuenta de todas las implicaciones de semejante estupidez. Concedámosle algo: la cifra es tan pequeña que, por una vez, un impuesto no iba a modificar nuestro comportamiento. Ni siquiera el de los que envían spam a cientos de miles de direcciones; les saldría a unos pocos euros la broma. Sin embargo, ignoro cómo planeaba cobrar dicho impuesto. Digo yo que lo intentarían cobrar a las empresas desde cuyas máquinas se hacen dichos envíos. Pero, ¿y si yo, europeo, envío un correo por medio de Gmail o Hotmail, ambas empresas norteamericanas; la UE querría cobrar algo? Bueno, querer querría pero, ¿podría? Es más, dado que no es obligatorio incluir un remitente real en los mensajes electrónicos, nada sería más fácil que eludir ese impuesto. Tampoco quiero ni imaginar el dinero que se podría gastar en recaudar todo eso, ni el que tendrían que tirar a la basura las empresas en hacer el papeleo, más que nada porque debo reconocer que no sabría ni cómo empezar a hacer los cálculos.
Eso sí, se pueden hacer algunas estimaciones de lo que se podría recaudar. Si se cree que se enviarán en el mundo aproximadamente un billón de mensajes en 2006, y suponemos que desde la Unión Europea se realizará un porcentaje similar a su participación en el PIB mundial, un 18%, de los envíos, se recaudaría cerca de 2 millones de euros al año, suponiendo que los costes administrativos fuesen cero. Dado que mantener a un eurodiputado, entre sueldo, secretarias y prebendas, cuesta unos 2’5 millones al año, cabría sugerir que saldría más rentable quitarnos de encima a Alain Lamassoure y reducir en uno el número de parlamentarios de la Eurocámara. No creo que nadie lo notara. Para mal, al menos.
Quizá consciente de que en esta ocasión había dicho una estupidez excesiva incluso en un europarlamentario francés, Lamassoure se ha echado atrás en el impuesto a los correos electrónicos, manteniendo la otra parte de su propuesta original, una tasa de céntimo y medio por cada SMS enviado, que además se cobraría sólo a las operadores, como si éstas no fueran a repercutirlo en los usuarios, como sucede con el canon de la SGAE. Eso sí, esto ya es otra cosa, al menos en cuanto a cifras: podría suponer unos 5.000 millones de euros. Se ve que, siguiendo una larga tradición, el europarlamentario ha salido a la calle, ha visto algo que hacen mucho los europeos y ha regresado con una propuesta para ponerle un impuesto. No existe ninguna razón especial para imponer otro impuesto además del IVA que ya pagan. Con la gasolina aducen la excusa del medio ambiente, con el tabaco la de la salud pero… ¿con los SMS? ¿Han de sufragar enormes gastos en volver a enseñar ortografía a los usuarios, quizá?
Si desean dinero, eliminen la Política Agraria Común, por ejemplo. Así tendrían campo incluso para bajar los impuestos, si no fuera porque para los políticos europeos eso de quitarles menos dinero a los ciudadanos es tema tabú.