Es indudable que hay graves problemas en EEUU, pero no se deben a la ausencia de la intervención pública sino a lo contrario.
George Parker, periodista del New Yorker y autor de El desmoronamiento, declaró a El País a propósito de Estados Unidos: «Todas las tendencias empeoran menos una [sic], que son las cifras económicas».
Como es evidente, esto no puede ser: las cifras económicas de un país no pueden mejorar al mismo tiempo que empeoran todas las otras.
Sin embargo, la corrección política insiste en esta idea, para lo cual debe incurrir en ficciones colaterales. Una de ellas es la desigualdad, la idea de que todo va muy bien pero sólo para una ridícula minoría, a costa de la mayoría; es la consigna del 1% versus el 99 %. No hay forma de que los datos respalden esta idea, como tampoco respaldan la extendida fantasía de que la codicia de la banca privada causó la crisis financiera, como si la Reserva Federal no existiera ni hubiera hecho nada para generarla.
Otro camelo, que lleva varias décadas, es la idea de que todo va mal por culpa de Reagan, que recortó brutalmente el Estado y acabó con la redistribución de la renta, dejando al país en una jungla hobbesiana. Dice Parker: «La cohesión social está rota en EEUU».
Sin embargo, la realidad se parece poco a este lúgubre retrato, empezando por la supuesta desaparición del Estado, porque no se produjo nada ni remotamente parecido. A pesar de ello arrecian los biempensantes que llegan incluso a desbarrar hablando del «final del contrato rooseveltiano a favor de la dictadura del dinero».
Es indudable que hay graves problemas en EEUU, pero no se deben a la ausencia de la intervención pública sino a lo contrario. La decadencia del país por el debilitamiento de sus valores liberales es el tema del ensayo de Alberto Benegas Lynch (h.) Estados Unidos contra Estados Unidos, que publicó Unión Editorial. Por lo que sé, ni a este libro ni a su autor les hicieron el más mínimo caso en El País.