Evo Morales ha sido el único mandatario de importancia en declarar su apoyo al régimen chavista.
Cuando el populismo parece amenazar un continente en el que la democracia luce tan consolidada como lo es Europa, en Latinoamérica los vientos soplan en sentido contrario. El régimen bolivariano de Venezuela ha pasado de ser el líder prácticamente indiscutible de la región a convertirse en el apestado de la zona. Sus intentos de profundizar en la dictadura no cuentan con apenas apoyo y su aislamiento con respecto a otros gobiernos es cada vez mayor.
Hugo Chávez consiguió por medio de los petrodólares y con la ayuda de asesores llegados desde España, poco después de comenzar este milenio, aquello en lo que fracasó Fidel Castro unas décadas antes por medio de las guerrillas y el terrorismo. El régimen bolivariano fue fundamental para facilitar y afianzar en el poder en numerosos países latinoamericanos a gobiernos de extrema izquierda alineados contra las democracias occidentales y el capitalismo.
Si la Cuba comunista tan solo consiguió un “satélite” en Nicaragua, la Venezuela chavista lideró una alianza, el ALBA, de la que formaban parte esas dos mismas naciones junto con otras como Bolivia, Ecuador, Surinam y numerosas islas caribeñas. Además, contaba con el apoyo abierto de la Argentina kirchnerista, el Uruguay de José Mujica y el Paraguay de Fernando Lugo. Aunque en sus políticas interiores eran más moderados, en la política exterior también se alineaban en este grupo el Chile de Michelle Bachelet y el Brasil de Luiz Inácio Lula da Silva.
La cada vez mayor soledad de Maduro
Poco queda ya de aquel bloque unido, que fracasó en su intento de sumar a Perú con Ollanta Humala (que en su presidencia demostró una moderación que sorprendió a muchos) y que tuvo en Colombia a una de sus “bestias negras”. Ante el baño de sangre con el que Maduro ha respondido a las protestas ciudadanas por sus dos intentos de autogolpe, un Evo Morales con cada vez menor popularidad en su país ha sido el único mandatario de importancia en declarar su apoyo al régimen chavista. Otro incondicional es Raúl Castro.
A pesar de ser el sucesor de Rafael Correa como candidato del oficialista Alianza País, el presidente electo de Ecuador, Lenín Moreno, ha evitado apoyar de forma abierta a Maduro. A principios de abril, poco después de su victoria electoral, pidió al Gobierno de Venezuela que dialogara con la oposición. De esta manera se distanciaba de la postura tradicional de su predecesor, que siempre se alineaba de forma incondicional con el chavismo. Como sea la presidencia de Moreno es todavía un misterio, pero no faltan analistas que destacan que se trata de un político profesional alejado del talante autoritario de Correa.
En otros países el retroceso del populismo, con el consiguiente avance de la democracia, es más claro. La victoria de Mauricio Macri en Argentina, poniendo fin al periodo peronista, fue un duro golpe para el bloque de gobiernos de extrema izquierda. El presidente de Paraguay, Horacio Cartes, del derechista Partido Colorado, sucumbió a la tentación de intentar reformar la Constitución para poder presentarse a la reelección. Sin embargo, dio una lección a la región al desistir del intento y aceptar negociar con la oposición. En Chile el aspirante con más opciones a suceder a Michelle Bachelet es el liberal Sebastián Piñeira, con una clara ventaja en los sondeos frente al más probable candidato de izquierdas, Alejando Guillier.
Mientras Maduro se enroca para afianzarse en el poder con formas cada vez más dictatoriales y usando la violencia extrema, y al tiempo que Cuba no inicia proceso alguno hacia la democracia, la tendencia regional es la contraria. Cada vez hay menos presidentes populistas y en países como Perú se da la alternancia entre mandatarios moderados de derechas e izquierdas sin que se produzca conflicto alguno.
Lucha contra la corrupción
Incluso el destape de casos de corrupción, como el protagonizado por la empresa Odebrecht, es una señal de salud democrática. Tan solo en democracias maduras o que están madurando se destapa este tipo de escándalos y se procesa por ellos a importantes políticos, incluyendo expresidentes. Y lo mismo ocurre con Brasil, donde el impeachment de Dilma Rousseff por el caso Petrobras demostró que la separación de poderes es una realidad en el país.
La democracia avanza de forma cada vez más clara en América Latina. Y, en estos momentos, el chavismo que gobierna una Venezuela arruinada y la Cuba comunista no tienen fuerzas para frenar el proceso. Si la región fue capaz de superar la etapa de las dictaduras militares de los 80 del siglo pasado, ahora tiene capacidad de volver a hacerlo frente a las autocracias de extrema izquierda. Que los organismos como Mercosur o la OEA se muestren firmes ante Maduro es algo que puede ayudar. Y Europa puede aportar al proceso si consigue sacar adelante acuerdos de integración económica con América Central y del Sur.