Si acaso, lo único particular es que dicha entidad no tiene tanto de autocontrol del sector como quiere hacernos creer su nombre –¿conseguiría, por tanto, su propia publicidad un dictamen positivo de ellos mismos?– debido a que uno de los dos órganos encargados de nombrar a los miembros del jurado que decide sobre la idoneidad o no de los anuncios es el Gobierno, a través del Instituto Nacional de Consumo.
Pero lo que desde luego sí resulta sorprendente es que este órgano de supuesto autocontrol vaya a analizar los sitios web de los promotores de la campaña de autobuses. Se supone que su función consiste en decidir si la publicidad es engañosa o no, pero no acerca de las páginas de internet de quien encarga una campaña. ¿Se imagina alguien que estos señores se pusieran a analizar los sites de los evangélicos que han puesto publicidad diciendo que Dios sí existe? ¿O de los partidos políticos ante cada campaña electoral? ¿O los de la Conferencia Episcopal cada vez que ésta coloca anuncios pidiendo que se marque la casilla de la Iglesia en la declaración de la renta? ¿O la web corporativa de cada compañía privada que contrata spots en radio, televisión, prensa de papel o en la red? Es más que dudoso que lo hagan.
Autocontrol lo único que debería analizar (en realidad ni eso, puesto que el hecho de que el Estado se encargue de nombrar a parte de los miembros del jurado supone un ataque político contra la libertad de expresión) es la campaña en sí. Además, los señores del supuesto Autocontrol deberían explicar qué van a inspeccionar en dichas web. Si lo que quieren es comprobar que sus argumentos no son engañosos lo tienen difícil: tan imposible es demostrar la existencia de Dios como su no existencia. La fe religiosa o la ausencia de ella poco tienen que ver con la verdad comprobable de forma empírica. Además, no pueden pretender que estos sitios web se ajusten a los contenidos de los diferentes códigos deontológicos de la publicidad, puesto que no pertenecen a este sector.
Eso sí, con independencia del resultado de estos análisis y de la decisión que tome Autocontrol, los promotores del Bus Ateo deben estarles muy agradecidos a todos aquellos que han montado en cólera por su campaña. Gracias a estos últimos –que en muchos casos no parecen entender que la libertad religiosa también implica creer que Dios no existe y proclamarlo a los cuatro vientos– miles o millones de españoles que jamás habrían visto esos anuncios se han enterado de su existencia. Si tan terrible les parece ese mensaje, deberían haber respondido como lo han hecho parte de los evangélicos españoles: con publicidad en sentido contrario. Y, eso sí, tampoco a ellos los de Autocontrol deberían mirarles sus web.