Ella sólo quiere poder dar de comer a sus dos hijas. No pide subvenciones ni ayudas de ningún tipo. No quiere que nadie le arregle la vida a cambio de nada. Inmaculada Michinina se erigió en portavoz de los vendedores ambulantes sin licencia e irrumpió en el pleno municipal de Cádiz para decirles cuatro verdades a sus "representantes". Inmaculada hace manualidades y las vende en el mercadillo. Es lo que sabe hacer y lo que quiere hacer, es lo que le permite poner un plato caliente en la mesa para su familia. Todo muy digno hasta que llegan los políticos y deciden que no tiene derecho a hacerlo. Al parecer hay una lista de espera para conseguir licencia que lleva tres años sin moverse. Inmaculada trabaja de todas formas porque no puede ni quiere permitirse el lujo de no hacerlo. Se va al mercadillo con sus manualidades y piensa "a ver si hay suerte y no llega la policía y me echa".
"Cojan el punto" les dice a los concejales en el pleno "porque para ustedes no es más que un punto del día, y voten mayoría". No les costaría nada pero supongo que la sensación de poder les supera. "Tengo valor y educación" continúa "porque pienso que perdiendo las formas se pierde la razón, y yo no voy a perder la razón porque sé que la tengo. Déjennos tener dignidad". Pero lo que Inmaculada no sabe es que la dignidad la perdimos hace tiempo, cuando comenzamos a ceder, siempre por nuestro propio bien. Cuando empezamos a pensar que sí, que ciertas cosas había que regularlas, y que sí, que necesitábamos un estado que nos protegiera y que nos castigara cuando no cumpliéramos con nuestras obligaciones. Nos mueve el miedo y eso lo saben bien los que están en la cúspide del poder. Dominan la escena, el lenguaje y la psicología humana. Provocan el miedo en la gente y luego les convencen de que tienen la solución. Más estado, más control, más normas, más prohibiciones.
Las declaraciones de la alcaldesa de Cádiz evidencian la tesis: "Esta señora sabe cuáles son las ordenanzas municipales. Hay ordenanzas municipales. Lo que no podemos hacer es que unas personas, por razón de sus necesidades -que hay muchas necesidades- tengan privilegios… Porque no. Esta ciudad no se puede convertir en un zoco. Tiene que haber un orden. Esa persona sabe que tiene los servicios sociales del Ayuntamiento." No puede haber más maldad en estas palabras.
Siento profundo asco ante las declaraciones de la señora Teófila Martínez, digna representante del PP que ha puesto en marcha un sistema de denuncia anónima contra el fraude laboral. Fraude que, por otra parte, no existiría si no tuviéramos una legislación tan intrincada y excesiva como tenemos. Siento empatía por todas esas personas que sólo quieren trabajar honradamente, que no quieren acudir a los servicios sociales porque tienen una profesión digna y que no necesitarían acudir a los servicios sociales si el gobierno no les pusiera palos en las ruedas. Siento lástima por la gente que cree que trabajar para dar de comer a tus hijos es un privilegio y que es más digno parasitar a los que sí tienen bula para trabajar. Y siento miedo al comprobar que tantas profecías se están cumpliendo con nuestra callada connivencia: la de Orwell, la de Huxley y la de Rand. Ya las tenemos aquí. Bienvenidos al mundo feliz. Parece que John Galt se nos perdió por el camino.