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Bruselas manda al ‘cobrador del frac’ para mantener su política de ayudas

Publicado en La Información

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Una vez que cruzas el umbral es tan difícil la vuelta atrás que la mayoría de los países prefieren ir con todo hacia la unidad máxima y soberanía mínima.

Aunque el foco de actualidad europea de la semana ha sido la elección Luis de Guindos como nuevo vicepresidente del Banco Central Europeo, tema que aún colea, hay más vida más allá del cargo y la mayoría de los países de la Unión tienen puestos sus ojos en los presupuestos

La virtual salida del Reino Unido implica una disminución importante de los ingresos y, para compensarlo, los países miembros tendrán que aportar una cantidad extra que, para el caso de España, puede rondar entre los 1.300 y los 2.600 millones de euros. Esta contingencia era sabida y por tanto debería estar descontada al menos parcialmente, no es nuevo. Sin embargo, hay otros factores que, añadidos a éste, complican el diseño presupuestario europeo. La recuperación económica está muy bien, pero salir del estancamiento trae consigo que la región que lo logra deja de ser elegible para recibir fondos estructurales. Crecer duele si estás acostumbrada a que te financien.

Además, si tras la crisis y el Brexit el equilibrio de fuerzas en el continente ha cambiado, el reinado de Trump, el protagonismo ruso en la geo-estrategia internacional, el problema sirio y los refugiados plantea un panorama muy diferente y mucho más complejo. La nueva situación requiere un cambio de planteamiento de qué es y qué queremos que sea la Unión Europea en los próximos 30 años. ¿Estamos preparados para afrontar el reto? No lo parece.

Cada país, como se suele decir, “arrima el ascua a su sardina”, y pone encima de la mesa la carta que le conviene para no aportar tanto dinero o para no dejar de recibir ayudas. Ha sido Alemania, principal contribuyente neto, muy por encima del segundo que es Francia, el país que ha sacado el as de bastos. Hay países que, además de aportar más de lo que reciben, están acogiendo refugiados de la guerra de Siria, lo que implica un coste económico y social importante. Así que Merkel, debilitada en su país tras los resultados electorales, ha propuesto asociar ambos factores de manera que se penalice a los miembros menos generosos. Eso implicaría que algunos países que han rechazado abiertamente recibir refugiados y son receptores de fondos netos, como Polonia, Hungría o República Checa, se verían muy perjudicados. A nadie se le escapa que, además de las razones estrictamente económicas, hay un motivo político. Polonia ha reformado su legislación recuperando soberanía, pero transgrediendo, en opinión de algunos, los valores y el espíritu europeos. Las críticas del presidente francés Macron al respecto lo dejaron muy claro: o estas con nosotros o no hay fondos para tu país.

El comisario europeo responsable del presupuesto, Günter Oettinger,tiene que presentar su borrador de propuesta de presupuesto para principios de mayo y no se sabe si incorporará las ideas de su compatriota y compañera de partido. De momento son todo conjeturas y proposiciones. Lo que sí ha dejado claro es que la salida del Reino Unido, uno de los grandes contribuyentes netos, requiere ser compensada y que, ya de paso, estaría bien aumentar las aportaciones de los miembros entre un 10% y un 20% para aumentar la cohesión en la Unión Europea.

Oettinger ya está de gira europea explicando a los recaudadores locales que hay que aflojar la bolsa: hay que recortar o aportar más. Nosotros hemos preferido aportar más para no perder las ayudas. Porque de ser así, regiones como Andalucía, Extremadura, La Rioja o Galicia dejarían de recibir unos fondos destinados especialmente a la agricultura, y que ascienden a unos 60.000 millones de euros. Sin las ayudas europeas los agujeros de hoy serían verdaderos socavones financieros y sería mucho más que obvia la quiebra de la agricultura española. Merece mucho más la pena hacer pagar a todos los españoles un extra para cubrir la penosa política agrícola con un manto de subvenciones. Nada nuevo bajo el sol, así llevamos siglos. Ni la dictadura franquista con su mando único, ni el Plan del 59 con los millones de pesetas aportados por el Fondo Monetario Internacional, pudieron sacar adelante un sector primario eficiente y rentable. Nuestra asignatura pendiente sigue suspensa. La solución europea lo único que hace es difuminar la responsabilidad y tapar la incompetencia.

Pero, más allá de las cuitas nacionales, la idea de recaudar para aumentar la cohesión me lleva a reflexionar acerca de lo que se esconde detrás de ese motivo aparentemente tan loable. No se está lanzando un mensaje del tipo “unidos venceremos”, sino que se está diciendo que, si quieres que los contribuyentes de los países más ricos entre los 27 miembros te den dinero para tus “rotos y descosidos”, adelante, pero, a cambio, entregarás la soberanía que se te demande en el momento que sea necesario. De manera que una vez que cruzas el umbral es tan difícil la vuelta atrás que la mayoría de los países prefieren ir con todo hacia la unidad máxima y soberanía mínima.

La visita de Oettinger como avanzadilla del cobrador del frac anuncia una posible excusa para que Montoro suba impuestos. Pero, por otro lado, la actitud asertiva del alemán deja entrever el miedo a que haya más fugas similares a la británica. Por eso hay que seguir repartiendo dinero en lugar de plantearse serios recortes o, en el colmo de la sensatez, la sostenibilidad del modelo europeo tal y conocemos. En definitiva, dar la razón a los brexiters más sensatos.

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