“La deuda es la esclavitud de los libres” Publilio Siro
Llevábamos semanas oyendo las supuestas bondades de “relajar los objetivos de déficit” y escuchando a muchos gobiernos regionales comentar el “reparto del déficit” como si la deuda fuera una donación y no una responsabilidad. Hasta que llegó la Troika y nos recordó lo que nadie quería reconocer. Que las deudas se pagan y que los préstamos sin condiciones no existen. Ahora, tras años perdidos alimentando la burbuja de gasto político, vienen más problemas, porque haber retrasado lo inevitable –la reforma de las Administraciones Públicas y el pinchazo de la burbuja inmobiliaria y de obra pública- nos lleva, probablemente, a una salida mucho más compleja.
Ante un escenario incierto no es de extrañar que los inversores extranjeros vendan deuda española ante nuevas medidas de ajuste que se temen que caigan por el lado impositivo.
Siempre que visito España me dicen que Bruselas nos exige esto y aquello. Sin embargo, Irlanda no lleva a cabo la misma política y está también en la UE y con problemas similares. Desde fuera da la impresión de que Bruselas simplemente acepta resignada los incumplimientos, y ante el riesgo de la implosión de una economía tan grande, propone medidas de prestamista, que aceptamos de buen grado porque sostienen un estado fragmentado e ineficiente, cuya reforma exige pelearse con muchos amigos y colaboradores.
¿Qué significa eso? Como decía muy bien Xavi Sala i Martin, “la UE piensa que no sólo el estado español gasta demasiado, sino que gasta mal”. Recomienda lo que todo el mundo pide a gritos, cortar gasto administrativo a todos los niveles, un plan de eficiencia de la Administración Pública antes de fin de año. ¿El problema? Los incentivos perversos.
Los aumentos de impuestos siempre son inmediatos y los recortes de gastos siempre son diferidos. De aquí a fin de año, y su implementación –si se lleva a cabo y no se disfraza-, nos vamos a 2015 gastando 70.000 millones más de los que ingresamos. Eso antes de contar el coste de rescatar autopistas inviables o posibles inyecciones adicionales al banco malo o las cajas.
Y como en Bruselas están preocupados de que incumplamos, se decide “trabajar en una reforma tributaria completa y sistemática que sirva para reordenar el modelo fiscal español”. Traducción: prepare la cartera, que vienen subidas.
Díganme si ustedes invertirían los billones de euros que necesitamos para recuperar el empleo y el crecimiento en un país en el que se van a reordenar –subir- y reformar –subir- los impuestos. Y España necesita inversión extranjera. Ya. Lo explicaba en mis Diez propuestas para atraer capital y promover el crecimiento. Una crisis de balance sólo puede solucionarse recapitalizando, y esa inversión sólo va a venir con impuestos bajos y cortando burocracia.
El problema de las medidas de prestamista es que perpetúan modelos económicos endeudados y estructuralmente fallidos con tal de seguir con media cabeza fuera del agua.
Los gobiernos piensan que la solución más cómoda es incumplir, esconder y extender, esperando que el año que viene pase todo. ¿Y si incumplen? Pasa al siguiente. Es el problema de la falta de responsabilidad crediticia. Por eso no se puede solucionar una crisis de balance con más gasto. La burbuja inmobiliaria y de obra civil suponía en el pico casi un 15% del PIB. Eso, y no las entelequias de fraude fiscal que se cuentan, es lo que ha hundido nuestros ingresos. Una economía interconectada al ladrillo que generaba efecto multiplicador en infinidad de sectores, desde energía a telecomunicaciones y servicios. Intentar recuperarla es suicida.
Los parches crediticios de Bruselas evitan las medidas duras necesarias, retrasan la recuperación y ahogan más a empresas y familias con nuevos impuestos. Para el gasto siempre hay margen, pero para bajar impuestos e impulsar la economía, no.
Luego, cuando se entra en depresión, proponen más gasto público para “salir de la crisis” que ha creado el gasto excesivo. Primero ponen la zancadilla y después dicen que sin ellos usted no se puede levantar y andar.
Pero cuando se lleva la misma política durante años, cada vez duran menos los tiempos de bonanza y se extienden más los de crisis. Porque en periodos de crecimiento tiran las recomendaciones de Keynes –ahorrar en tiempos expansivos y bajar impuestos en recesión-. Al pobre John Maynard Keynes sólo lo leen para gastar.
No es ninguna casualidad que el mayor crecimiento de paro, gasto estatal y de deuda se produzca en países que disfrutan hoy de condiciones crediticias excepcionales, tipos mínimos históricos y todo tipo de paliativos a la hora de llevar a cabo reformas de calado. Los incentivos perversos de la generosidad del prestamista, ya que al final el que paga es usted, no el que gasta. Y mientras ocurre, esos países blindan sus estructuras anquilosadas atiborrándolas de “competencias” sin sentido.
Y en eso llegó la Troika
La “relajación” de los objetivos del déficit significa un 6,5% para este año, 5,8% en 2014, 4,2% en 2015 y 2,8% en 2016. Me van a permitir ustedes discrepar, pero si el paro en España se mantiene por encima del 20% en 2015, como esperan, no me sale por ningún lado cómo se va a conseguir ese déficit. Y eso que yo estimo un superávit por cuenta corriente sólido en 2014.
Para conseguir ese déficit, el esfuerzo estructural deberá ser del 1,1% del PIB este año, y casi un 1% anual en los siguientes. ¿Qué significa eso? Que hay que buscar 10.000 millones de euros cada año, solo para cumplir si todo va bien y la hoja de Excel de Bruselas no se equivoca.
¿Por el lado de los ingresos? No hay más que ver el éxito de las subidas de impuestos, vean la tabla inferior. Una caída del 6,6% anualizada. Menos ingresos por IVA, IRPF, sociedades… Perdón, que la subida del IVA ha sido un éxito “si quitamos las devoluciones”. Paciencia.
Por el lado de los gastos. .. Vamos a ver, 10.000 millones anuales… Oh, sorpresa. La cifra que nos gastamos en subvenciones. No, pero eso no se puede cortar, hombre. Bueno, entonces un tercio del gasto en “actividades económicas”. No, no, en eso tampoco se puede. Un momento, entonces un 45% del gasto en diputaciones, cabildos y consejos insulares. Que no, que eso no se puede recortar tampoco.
No hay margen. Habrá que subir impuestos. Que nadie mencione a Irlanda.
Sin embargo, el Gobierno tiene que cuidar como si su vida fuese en ello a nuestro sector exportador, pymes y autónomos. Nada más nos va a sacar de la crisis. La única manera de crear dos millones de puestos de trabajo es que sea atractivo montar nuevos negocios.
Una crisis de balance
Los problemas de balance no se solucionan con devaluaciones internas, porque se desploma la renta disponible, cae el consumo y el agujero de deuda se agranda. No se solucionan subiendo impuestos, porque se repele a la inversión exterior. Y no se soluciona con más deuda. Porque mientras nos aferramos a los gastos de la burbuja, los ingresos fiscales de esa terrible época de la chequera en blanco no van a volver.
La salida de esta crisis empezará cuando los gobiernos europeos se den cuenta de que los ingresos que consideran “normales” eran producto de la expansión injustificada de crédito creada por el dinero gratis de la “construcción europea”, y que dichos ingresos no pueden retornar cuando todos los agentes, estados, empresas y familias ya están muy endeudados.
Nuestra deuda, nuestro problema
No es una casualidad que la deuda estatal en manos de los bancos españoles haya aumentado un 10% en el primer trimestre de 2013 y supere los 245.000 millones de euros –casi el 40% del total-, como muestra el gráfico (cortesía de perpe.es). Ni que la Seguridad Social y las pensiones tengan invertido el 90% en bonos del estado. Nuestro riesgo soberano y el de los miembros de la eurozona se están aislando para evitar contagios. Es nuestro. Y el Banco Central Europeo y Bruselas nos darán todas las facilidades para que la deuda en manos de entidades domesticas llegue al máximo posible.
La fragmentación del riesgo de la eurozona, que mencionaba ayer el Financial Times y que comentábamos aquí hace meses en mi artículo Al día siguiente del rescate, lleva a la absorción interna de la mayoría de la deuda estatal. Nosotros solos sufriremos el riesgo si entramos en problemas graves. Evitémoslos.
De las crisis de balance solo se sale de tres maneras:
– Con una enorme quita –y eso se lleva por delante no solo a nuestros bancos atiborrados de deuda soberana, sino nuestra seguridad social y nuestras pensiones, invertidas hasta un 90% en bonos estatales-. Las quitas hunden la confianza inversora. No existe el concepto de quita “con confianza”.
– Con una devaluación enorme e inflación –el impuesto silencioso-. Y ya hemos visto la inutilidad de esas políticas en Reino Unido o Japón. No baja la deuda, de hecho aumenta, se gasta igual o más pero se empobrece a toda la gente, y tampoco evitan los recortes.
– Recortando gastos y bajando impuestos, atrayendo capital inversor y recapitalizando el sistema con dinero extranjero. Es lento, pero limpia el sistema.
Las dos primeras benefician al aparato político, que se mantiene o incluso aumenta. De hecho, ante el destrozo económico que generan ambas, siempre se acude al “gasto público”. Ya saben, primero zancadilla y luego “sin mí no puedes levantarte”. Argentina sin petróleo. Pero ya no funciona. Los estados europeos están tan endeudados que ya no pueden gastar centenares de miles de millones anuales en infraestructuras inútiles, y el coste de esas subvenciones y gastos desproporcionados sigue llevando a la desindustrialización y el paro, que son tan atroces que ponen en peligro el sistema completo.
Relajar el déficit, aumentar la deuda, seguir manteniendo el gasto político, no es generosidad de prestamista. Es esclavitud. Y a estas alturas, ni siquiera es políticamente rentable para el aparato burocrático. Ténganlo en cuenta. Buen fin de semana.