El gobernador de California decidió declarar el 18 de enero el estado de emergencia en todo el territorio de su jurisdicción. Según indicó, se trataba de hacer frente a la crisis por desbastecimiento de electricidad que se cernía sobre el estado más populoso de la Unión. También acordó destinar 500 millones de dólares de fondos públicos a pagar las cantidades que las distribuidoras de energía eléctrica adeudan actualmente a sus proveedores.
Cuando los economistas oímos hablar de desabastecimiento, sabemos perfectamente que una ley de precios máximos tiene que andar por medio. Efectivamente, el gobierno de California prohíbe a las distribuidoras que vendan electricidad por encima del precio máximo legalmente establecido. El precio de producir electricidad se ha elevado mucho últimamente debido al alza del petróleo, al cierre de centrales nucleares, a la prohibición de construir presas para satisfacer a los ecologistas, etc. Por tanto, los costes de las distribuidoras han subido hasta situarlas al borde de la quiebra. Ahora sus proveedores se niegan a seguir sirviendo la electricidad producida por temor a no poder cobrar. Es la vieja historia de los controles de precios. Si los bares no pudiesen vender la cerveza por encima de las 10 pesetas litro, sería imposible encontrar cerveza en un bar. Los rusos saben bien lo que significan los precios máximos: colas, desabastecimiento y desorganización de la producción.
La estupidez de los políticos y los izquierdistas sin embargo, no tiene límites. Ellos son los “amigos del consumidor” que le protegen de la codicia empresarial. En realidad, si los precios pudiesen fijarse por decreto, sería un crimen no legislar que todo fuese gratis. Si se quieren tener precios bajos, lo que hay que hacer es permitir incrementar la oferta y hacer lucrativo el negocio de la electricidad. Esto parece ser tema tabú en California, donde el ecologismo apadrina el crecimiento cero. Pues nada, ya tienen lo que quieren: apagones, gente alumbrándose con velas e industrias paralizadas. Graciosamente comentaba un periodista de Las Vegas respecto de ciertas propuestas legislativas “a la californiana” que fueron derrotadas en Nevada: “Ayer nuestra gente rechazó ser californicada”.