He visto la imagen cientos de veces, y usted también, pero solo le presté atención en las recientes manifestaciones de los trabajadores de Navantia en San Fernando, Cádiz, esta vez en defensa del acuerdo comercial con Arabia Saudí. Vi la foto en la portada de El Mundo, y la pancarta decía lo de siempre: “Carga de trabajo ¡ya!”.
Es posible que mi mayor interés obedeciera, precisamente, a la hipocresía de las autoridades socialistas sobre la venta de armas a los saudíes, que es análoga a la de todos los políticos, solo que un poco más descarada. En efecto, parecía el no va más ese afán de jugar con bombas que no causan víctimas “colaterales” porque son tan, tan precisas, etc. Y, por supuesto, las contorsiones de estos defensores de los derechos humanos a la hora de vender según qué cosa a según quiénes. El más espectacular, como siempre, fue Pablo Iglesias, que dijo al mismo tiempo que no se podían vender armas a Arabia Saudí pero que sí había que construir los buques de guerra que se le iban a vender. La aporía tenía una solución admirable: ¡que el Estado español comprara esos barcos! ¿Cómo no se nos había ocurrido antes?
Fueron esas absurdas declaraciones las que me llevaron a reparar en el extraordinario texto de la pancarta, tantas veces repetido que lo tomamos como algo natural y evidente. No lo es, por supuesto. Es un texto completamente asombroso. Para reconocerlo, basta con que hagamos el siguiente ejercicio intelectual: supongamos que Inditex empieza a atravesar una fase complicada, con graves caídas en sus carteras de pedidos. Y supongamos que, ante la perspectiva de un recorte de plantilla, los trabajadores de Zara se manifestaran con una pancarta exigiendo: “Carga de trabajo ¡ya!”. ¿Qué diríamos?
La respuesta es evidente: diríamos que eso no tiene sentido. Inditex es una empresa privada, con accionistas privados y trabajadores privados. Cuando una empresa privada entra en dificultades, el abanico de posibilidades es grande, desde el ajuste y la recuperación hasta el cierre total y despido de toda la plantilla.
Claro que puede haber en esa empresa conflictos laborales, manifestaciones y huelgas. Pero nunca esa pancarta, que solo se entiende porque Navantia es una empresa pública, manejada desde siempre por políticos y burócratas, y cuyos sindicatos mantienen con ella una relación peculiar, que no existe en el sector privado.
Esa relación aparecía plasmada en la foto que vi en El Mundo, y clarificada por un manifestante que portaba un cartel con este mensaje amenazante al presidente del gobierno: “Pedro: ven a explicar tu política social”.
La retórica era notable: al ser pública, esa empresa no es realmente una empresa, sino un brazo de la política, y, en todo caso, dependerá siempre de las autoridades, y sus contratiempos serán soportados por los contribuyentes.