Como en muchas otras dictaduras, el humor acaba siendo el último refugio para explicar la realidad cubana. Así, Jordi Pérez Colomer cuenta en su blog, a raíz de su visita a Cuba, como por las calles de La Habana circula el siguiente chiste: "José Luis es un gran cirujano y una tremenda persona, bueno, honesto, dedicado a su trabajo. Pero cuando bebe se vuelve insoportable y arrogante con sus sueños de grandeza: presume de ser maletero, taxista, camarero…"
Tras 56 años de comunismo, hay pocas cosas que funcionen en la economía cubana. Y casi todas tienen que ver con el exterior. Así, los pocos bienes de lujo que pueden verse en la isla caribeña proceden de remesas del exterior (enviadas por familiares que emigraron) de los extranjeros que viven en la isla (ejecutivos de multinacionales o diplomáticos, fundamentalmente) del gasto de los turistas. Por eso, los médicos como José Luis quieren ser taxistas. Y por eso también, la apertura anunciada este miércoles por Barack Obama y Raúl Castro puede tener unas consecuencias que no es fácil prever a estas horas.
A pesar de lo que pueda parecer, las relaciones económicas entre Cuba y EEUU nunca han desaparecido del todo. Ni siquiera en los años más duros del bloqueo. Además, en los últimos años se han incrementado. También es cierto que siguen a una enorme distancia de lo que sería normal entre dos países vecinos. Ahora la pregunta es, ¿cómo evolucionarán en la próxima década? No es fácil responderla. Fidel llegó al poder a finales de los años 50 acusando a Fulgencio Batista de haber convertido la isla en el burdel de los EEUU. Medio siglo después, son muchos los que creen que Cuba es el burdel del resto del mundo.
Todo indica que la apertura de relaciones comerciales impulsará fundamentalmente al turismo. Tras cincuenta años de comunismo, Cuba no tiene ni la infraestructura, ni los medios ni el capital humano necesario para desarrollar a corto plazo una industria moderna. Pero sí podría sacar partido de sus activos naturales, su clima, el coste de su mano de obra o su cercanía a la costa este del enemigo yankee.
Así, lo que se intuye en el futuro cercano es un país con un gobierno dictatorial, que controla con mano de hierro los sectores estratégicos de la economía pero abre la mano a la iniciativa privada y al capital extranjero en determinados sectores, especialmente en los servicios relacionados con el turismo.
Un Gobierno que se aprovecha de los millones de visitantes que le llegan cada año para acumular las divisas que necesita para sobrevivir, mientras las diferencias entre los que pueden involucrarse en esta nueva economía y los que están obligados a mantenerse en los canales oficiales se disparan. ¿Les suena? Habrá más de un cubano que piense que para este viaje no eran necesarias estas alforjas: esto ya lo tenían con Batista hace 50 años.
El futuro
Lo primero que hay que decir es que lo anunciado este miércoles no es el fin del embargo. Eso no le corresponde al Presidente, sino al Congreso de los EEUU. Hablamos de una apertura y de ampliar las relaciones económicas y comerciales. Según el documento de la Casa Blanca, el objetivo de Barack Obama es impulsar "el potencial de los 11 millones de cubanos".
Para lograrlo, entre otras medidas, apuesta por "establecer relaciones diplomáticas, cambiar las normas de los departamentos del Tesoro y del Comercio, ampliar las categorías de viajes autorizados, facilitar los envíos de remesas desde los EEUU y autorizar la expansión de las exportaciones de ciertos bienes y servicios".
No es fácil saber si se quedará aquí o irá más allá. De hecho, la traducción práctica de estas medidas está lejos de ser clara. Por ejemplo, la Casa Blanca ya ha anunciado que las restricciones turísticas no se levantan por completo, aunque sí será más sencillo viajar a la isla para un ciudadano norteamericano.
En este sentido, da la sensación de que el mejor escenario para la economía cubana a corto plazo sería parecerse a otra isla de pasado hispano. República Dominicana tiene una población y un clima similares a los cubanos. También en términos culturales se parecen y ambos tienen un alto número de nacionales viviendo en EEUU. Incluso en renta per cápita los dos países andan a la par. En lo que se diferencia, y mucho, es en sus relaciones con su vecino del norte.
Así, EEUU es el principal socio comercial, a mucha distancia del segundo, de la República Dominicana. A este país vende el 46% de los bienes que exporta (unos 3.000 millones de dólares) y del mismo recibe el 42% de sus importaciones (unos 6.000 millones de dólares). En el caso de Cuba las relaciones económicas son mucho menores. De hecho, apenas hay exportaciones de Cuba a EEUU, aunque sí hay cierto flujo en sentido contrario.
Según el Gobierno americano, "en 2011 el pueblo cubano recibió alrededor de 2.000 millones de dólares en remesas y empresas de EEUU exportaron productos agrícolas, artefactos médicos, medicamentos y artículos humanitarios a Cuba por valor de 352 millones de dólares. En este sentido, EEUU es uno de los principales socios comerciales de Cuba. Además, este país autorizó 1.200 millones de dólares en ayuda humanitaria privada".
En términos turísticos, las diferencias también son apreciables. Los dominicanos son los líderes caribeños en datos totales, con 4,3 millones de visitantes por los 2,8 millones que visitan Cuba. Y la diferencia se puede atribuir casi exclusivamente a los norteamericanos. Mientras que 2,2 millones de ciudadanos del Tío Sam visitaron República Dominicana en 2012, apenas 98.000 lo hicieron con Cuba(más 350.000 cubano-americanos).
Por eso, como apuntamos anteriormente, sólo con que Cuba se acercara a tener las relaciones comerciales con EEUU que disfruta la República Dominicana, el impulso que recibiría su economía sería enorme. Eso sí, hay que apuntar a que la razón de la situación de los cubanos no es el embargo, sino la incapacidad de creación de riqueza de su modelo económico. Así, para negociar con EEUU habrá que cambiar mucho más que una frontera.
Oportunidades y amenazas
Evidentemente, la apertura en las relaciones económicas entre Cuba y EEUU beneficiará especialmente a la isla. Y lo normal es que las ganancias sean cuantiosas. Hablamos de un país de once millones de habitantes y apenas 4.300 dólares per cápita. Abrirse a la primera economía del mundo debería impulsar la actividad de un día para otro.
Eso sí, no todo en el horizonte es de color de rosa. Cuba tiene una serie de activos muy importantes que explotar, pero también carencias fundamentales. En la parte positiva, el país de los hermanos Castro ofrece unos costes atractivos y una mano de obra relativamente formada, aunque con carencias en nuevas tecnologías y en el sector de las telecomunicaciones, fundamental para la economía de comienzos del siglo XXI.
Además, la posición geográfica le favorece, puesto que se encuentra a apenas 100 kilómetros de Florida, que se ha convertido en el punto de enlace entre EEUU, Europa y Sudamérica. Si a esto le sumamos una población culturalmente muy cercana a los EEUU y a los millones de cubanos que viven en este país y que están deseando invertir en su tierra de origen, las posibilidades se multiplican.
En el lado negativo, el Gobierno comunista es la antítesis de la seguridad jurídica que tanto anhelan las inversiones internacionales. Ya no es sólo la profunda intervención en la economía del país, es que hay numerosas dudas que pueden asaltar a cualquiera que esté pensando en llevarse su dinero a la isla: ¿qué pasará cuándo mueran los Castro? ¿reclamarán los expropiados en 1959? ¿puede cambiar el sentido de las reformas? ¿Cuba será la nueva China o desandará el camino en cuanto pueda?
En segundo lugar, habrá quien recuerde que la apertura de fronteras puede actuar en las dos direcciones. Y eso tendrá implicaciones para la mano de obra mejor preparada de Cuba. El factor insular no ayudará a una emigración masiva, pero en cualquier caso, no es imposible pensar en que la fuga de cerebros que sufre el régimen desde hace años pueda acelerarse.