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Cuotas necesarias

Publicado en Libertad Digital

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Las cuotas incorporan un ingrediente nocivo que cuestiona el mérito de las mujeres para avanzar en sus carreras laborales y profesionales.

Se ha dicho que Dolors Montserrat, ministra de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, es parte de la cuota catalana y femenina del Gabinete de Rajoy. Pero en una entrevista con Nuria Ramírez de Castro en ABC sólo aceptó lo de la cuota catalana, «pero no por ser mujer». Entonces la periodista le preguntó si es partidaria de las cuotas, y esta fue su respuesta:

No creo en las cuotas, pero todavía son necesarias para llegar a la igualdad real.

La idea de que las políticas intervencionistas pueden ser una necesidad solo temporal tiene una larga tradición, y una apariencia legítima, como la de una curación que puede tener efectos colaterales nocivos pero al cabo del tiempo restituye la salud al organismo.

En economía, un ejemplo muy conocido es el llamado argumento de la industria naciente, que se remite a Alexander Hamilton, a finales del siglo XVIII, y fue muchas veces repetido después, hasta nuestros días, como lo prueba la frase de la ministra Montserrat.

El argumento sostiene que si no hay proteccionismo la industria nacional nunca podrá desarrollarse, porque lo impedirá la competencia de las industrias ya consolidadas de otros países. Es como los cuidados que demandan durante un tiempo los niños para poder crecer.

El argumento, defendido incluso por economistas liberales, tiene en realidad flancos débiles, reconocidos desde hace mucho. Por ejemplo, las llamadas infant industries pueden permanecer décadas en la infancia, obligando a los ciudadanos a pagar más por sus productos de lo que pagarían en condiciones de mercado libre; el proteccionismo puede convertirse en una excusa para petrificar privilegios de los grupos de presión; también puede animar guerras arancelarias, etc.

La propia idea de proteger hasta un punto esconde problemas variopintos: ¿quién fija ese punto? Y si se desarrolla la industria, o logra la igualdad realentre mujeres y hombres (también difícil de definir), y la protección o las cuotas desaparecen, ¿qué hacer si la industria nacional decae o la desigualdad resurge?

Estos matices son ignorados por los intervencionistas, como doña Dolors, siendo el caso que le ocupa igualmente falaz, puesto que la promoción de las mujeres gracias a sus propios esfuerzos es una realidad en nuestra época, y desde bastante antes de la creación de los absurdos y onerosos ministerios de Igualdad. Pero hay algo más, que revela una realidad del intervencionismo que sus partidarios rara vez admiten paladinamente: su desdén hacia la gente.

En efecto, la frase de la señora ministra exhibe una sensación de supremacía que está generalizada entre las mujeres intervencionistas, a saber, quieren las cuotas, pero nunca para ellas.

Y hacen bien, porque las cuotas incorporan un ingrediente nocivo que cuestiona el mérito de las mujeres para avanzar en sus carreras laborales y profesionales. Y a ninguna persona le gusta prosperar por imposiciones en vez de por méritos.

Pero si a la señora ministra no le agrada que le digan que ha logrado ese alto honor por cuota femenina, ¿por qué piensa que las cuotas satisfarán a las demás mujeres?

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