Como era de esperar, la cosa pasó desapercibida en España; no así en los Estados Unidos, donde se ha abierto un debate nacional a gran escala sobre el cambio de modelo energético que quiere impulsar Obama. Los datos del informe español, elaborado por tres jóvenes profesores (una madrileña, un canario y un castellonense) eran concluyentes. Por cada empleo creado en el sector de las energías verdes, las que promueven los Gobiernos por el cuento del calentamiento global, se habían destruido un promedio de 2,2 en otras áreas de la economía.
La solidez del argumentario hizo que el informe corriese veloz por Washington, donde los grupos de presión afinan al máximo para arrimar el ascua a su sardina. Uno de los autores del informe, Gabriel Calzada, viajó hasta allí y lo expuso en el Congreso advirtiendo del peligro que entraña liarse la manta a la cabeza y embarcarse en ciertas empresas sin pensarlas, especialmente las que afectan al bolsillo del contribuyente. En España se siguió ignorando el tema hasta que el ministro Sebastián, sabedor de que la burbuja de las renovables en España ha estallado y es una criatura malcriada, ruinosa y pedigüeña, pensó que el único modo de salvar el balance de los amigotes renovables era colocar la ecoestafa al amigo Obama. Pero en América ya estaban advertidos y no coló.
Como con las cosas de comer no se juega, el complejo climático-industrial hispano emprendió una campaña de desprestigio del minúsculo Juan de Mariana que no ha cesado hasta hoy. Primero fue la artillería mediática del régimen personificada en un tal Pere Rusiñol, redactor muy mal informado del diario Público. Los plumillas de Roures, aristócrata paleomarxista a fuer de millonario, acusaron al Juan de Mariana de cobrar de la petrolera Exxon y, horror, de perjudicar los intereses de España, es decir, de los amigos Zapatero que, en condición de tales, son amigos de Roures. Tampoco coló. En plena crisis, el personal no está para caprichitos de niños ricos como las placas solares o los aerogeneradores off-shore, y menos aún para atender las quejas de la familia Entrecanales, magnates de cámara del que manda.
El último cartucho lo acaban de disparar. Esta vez el turno le ha tocado a Greenpeace, esa versión ecologista de la iglesia de la Cienciología cuyo altruismo planetario le lleva a sentarse en el consejo de Shell Oil y a mover miles de millones de dólares de cuenta en cuenta bancaria. Para contrarrestar el efecto Calzada y neutralizarlo de una vez ha presentado no uno sino tres contrainformes realizados por prestigiosos especialistas que viven, entre otras cosas, de la próspera industria solar. Así cualquiera.
Su presidente en España, el ex presidiario Juan López de Uralde, ha cambiado ligeramente el guión. Ahora resulta que al Juan de Mariana no lo financia Exxon sino Colhogar, una temible empresa que hace papel de cocina y es nada menos que “negacionista”, palabro inventado por estos aprendices de Obersturmführer para marcar a fuego a los que les llevan la contraria. Eso lo dice levantando el dedo índice de una mano, mientras que con la otra se trae al IBEX 35 en pleno… a los Endesas, Iberdrolas, Accionas y compañía, que tanto y tan bien chupan del bote con la pamema de lo renovable. Y el bote, no lo olvide, es usted.