No es ninguna casualidad que Pence sea el miembro del Gobierno de EEUU que está destacando por su interés en América Latina.
Suele atribuirse a Winston Churchill la célebre frase “la política hace extraños compañeros de cama”. Si en algún caso esta sentencia se muestra como real, no es otro que en la extraña pareja que forman Donald Trump y Mike Pence. El presidente de Estados Unidos y su vicepresidente son la antítesis en numerosos aspectos, tanto personales como políticos. Las diferencias van mucho más allá de los modales de uno y otro; de que la desmesura y las maneras toscas de Trump contrasten con la buena educación de Pence, que suele ser descrito por la prensa estadounidense como “apacible” y “tranquilo”. Una de ellas es la atención que prestan a Latinoamérica, algo en lo que influye la trayectoria vital y política de ambos.
Pence es, por trayectoria vital, un miembro del establishment que tanto le gusta criticar a Trump. A diferencia de su jefe, que saltó a la lucha por llegar a la Casa Blanca desde el mundo de los negocios, el vicepresidente es un político profesional. Su primera etapa en Washington D.C. duró 10 años, de enero de 2003 a enero de 2013, en los que se fogueó en el Capitolio. En esa época ocupó un escaño en la Cámara de Representantes (dos años por el segundo distrito de Indiana y el resto por el sexto distrito del mismo estado).
Por aquel entonces ya dio muestras de algunas de las líneas fundamentales de su posicionamiento político: conservador en cuestiones morales y cercano a posiciones liberales (en sentido europeo) en materia económica. Prueba de lo segundo fue su voto a favor de recortes de impuestos en 2001 y 2003. También comenzó a foguearse en cuestiones de política exterior, como miembro del Comité de Relaciones Internacionales de la Cámara de Representantes.
El conservadurismo en asuntos morales fue uno de los rasgos que marcó su etapa como gobernador de Indiana (de enero de 2013 a enero de 2017), pero también destaca que nada más comenzar su mandato llevó a cabo la mayor bajada de impuestos de la historia del estado. En ese sentido, no resulta osado pensar que su influencia resultara clave para que Donald Trump abordara la ambiciosa reforma fiscal que logró sacar adelante en diciembre del año pasado.
Defensor del libre comercio internacional
Pero si en materia económica algo distancia a Trump y Pence, es el comercio internacional. El presidente llegó a la Casa Blanca con un discurso abiertamente proteccionista, y desconfía de los grandes acuerdos de libre comercio multilaterales. El vicepresidente representa todo lo contrario. Trump firmó, en su primer día de mandato, la orden ejecutiva por la cual retiraba a EEUU del Acuerdo Transpacífico (TPP), en el que continuaron Japón, Australia, Canadá, México, Perú, Chile, Malasia, Vietnam, Nueva Zelanda, Singapur y Brunéi. El vicepresidente fue uno de los presentes en el momento de la firma.
Debió ser un momento difícil para él, puesto que en el pasado se había mostrado como un firme defensor de ese pacto. En 2015, siendo gobernador de Indiana, afirmó: “Comercio significa trabajo, pero también significa seguridad. Ha llegado el momento para todos nosotros de instar a la rápida adopción del Tratado Transpacífico”.
Ahora Trump ha abierto la puerta a una posible vuelta de EEUU a TPP. Lo ha hecho justo después de la Cumbre de las Américas, en la que Pence se reunió de forma privada con los presidentes de los tres países latinoamericanos signatarios del Acuerdo Transpacífico: el mexicano Enrique Peña Nieto, el peruano Martín Vizcarra y el chileno Sebastián Piñera. Con todos ellos habló sobre la situación en Venezuela y las sanciones al régimen de Nicolás Maduro, pero no es descartable que el acuerdo comercial formara parte de las conversaciones.
El papel de Ted Cruz
La firme creencia en el libre comercio que tradicionalmente ha mostrado Pence puede ser una de las grandes razones de su interés por América Latina, una región con la que EEUU mantiene fuertes vínculos económicos a pesar de la creciente competencia china. Pero hay otra clave de política interna ya no estadounidense, sino del propio Partido Republicano. En las primarias del Grand Old Party Pence no apoyó en un primer momento a Donald Trump. En abril de 2016 dijo en una entrevista concedida a la radio local WIBC de Indianápolis que iba a votar por Ted Cruz.
Cruz terminó retirándose de la carrera por la candidatura presidencial y pasó a apoyar a Trump. Según publicó el Indianapolis Star, el senador de origen cubano fue quien influyó para que Trump eligiera a Pence como aspirante a la Vicepresidencia. Cruz es uno de los legisladores estadounidenses más activos contra el régimen de Nicolás Maduro. Además, y aunque sea un duro en materia migratoria, es un partidario del libre comercio en general y del TLCAN en particular. El año pasado afirmó que si el presidente acababa con este acuerdo causaría un “profundo daño” a la economía estadounidense.
No es ninguna casualidad que Pence sea el miembro del Gobierno de EEUU que está destacando por su interés en América Latina. Como veterano en política exterior, aunque sea a través de un comité de la Cámara de Representantes, conoce la importancia de la región para su país. Defensor del libre comercio internacional, sabe que los países latinoamericanos son o deben ser socios económicos. Y sus buenas relaciones con uno de los principales líderes cubano-estadounidenses hacen que muestre un interés especial por todo lo relacionado con el régimen chavista de Venezuela.