En el Partido Popular andaluz todo el mundo espera la designación del nuevo líder que lleve al partido al poder autonómico. Después de 35 años de progresismo ruinoso, descamisao y trincón, parece que ya toca enviar a los socialistas a la oposición a hacer recuento de todo lo recaudado, tarea que llevará su tiempo, y eso que la juez Alaya está echando una mano haciéndoles una auditoría externa.
El sabio manejo de los tiempos de Rajoy y la peculiar interpretación del concepto de democracia interna en el PP están dilatando innecesariamente una decisión que debería haberse adoptado mucho tiempo atrás, cuando el escandalazo de los trinques sindicales ya se había sumado al no menos salvaje de los ERE y Susana Díaz todavía no había eclosionado como secretaria general de la ONU ibérica para solucionar los conflictos tribales de la península.
La situación de interinidad en el PP andaluz ha impedido una oposición eficaz que rentabilice electoralmente el descomunal fracaso socialista y sus agudos perfiles delictivos, permitiendo a la sustituta de Griñán ejercer de embajadora plenipotenciaria, a la que ya sólo le falta viajar a Oriente Próximo a mediar en el conflicto palestino- israelí para que moros, cristianos y judíos estén más a gustito.
Con el congreso regional exprés anunciado para marzo, el Partido Popular puede empezar a hacer oposición, aunque sea con dos años de retraso. Solo falta que Mariano señale con su dedo incorrupto de toda gürtelidad a la persona elegida: tú eres fulanito y sobre ti edificaré mi partido en la tierra de María Santísima. A ver si esta vez ya sí.