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Dos sustos para un entorno complaciente

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La inflación energética se dispara por el efecto de las políticas de estímulo, sea el petróleo caro o barato.

No podemos negar que nos encontramos en un entorno en el que el crecimiento global y los indicadores adelantados muestran unas perspectivas más positivas de lo esperado. Hemos pasado del miedo a la esperanza –como explicábamos aquí– y los datos en EEUU vuelven a mostrar fortaleza tras caídas previas a las elecciones.

A eso se añade un aumento de expectativas de demanda de petróleo y mejora de las cifras en Europa. Pero se presentan dos riesgos. Una inflación generada por costes de importaciones energéticas, y la última algarada europea. El riesgo de impago de Francia ante la amenaza de “salir del Euro”

El informe de la IEA (International Energy Agency) publicado ayer nos muestra datos positivos y negativos. Se ha revisado la demanda de petróleo al alza a 1,6 millones de barriles al día en 2017, y eso indica que, tras años de crecimiento anémico y pobre demanda, puede señalar a una mejora global. Pero debemos ser cautelosos, sobre todo por el efecto llamada de la recuperación del crudo del año pasado. De momento, la reducción de producción de la OPEP puede parecer un “éxito”, pero mientras ocurre, la producción de EEUU sigue recuperándose. Pero, además, la respuesta de los consumidores es mucho más rápida. El mundo no se puede permitir un shock petrolífero por la política cortoplacista de los productores.

Siempre se ha dicho que el mundo entra en crisis cuando la factura petrolera -el coste de importar petróleo sobre el PIB total- supera el 5%. Es más bien lo contrario, se dispara la inflación energética por el efecto de las políticas de estímulo y la sobrecapacidad y deuda disparan una crisis, sea el petróleo caro o barato.

De momento el alza del petróleo viene porque los productores cortan suministro, pero el impacto de esas incorrectas decisiones genera siempre una respuesta de los consumidores que acelera la sustitución y la diversificación de los productores no pertenecientes al cartel.

¿Cuál es el problema? Para las economías consumidoras puede ser un impacto en el crecimiento. Se disparan las importaciones, se pierde competitividad… Aunque no seamos tan dramáticos. Igual que la recuperación del petróleo de 2016 no redujo el crecimiento de España -de hecho, fue mejor a lo esperado a principios de ejercicio-, no debe ser un factor depresor en 2017 ya que los precios siguen siendo muy atractivos. Que el petróleo esté por debajo de 57 dólares (Brent) y lleve anclado en una banda muy estrecha a pesar de ese recorte de producción mencionado, nos demuestra lo excelentemente suministrado que está el mercado

¿La mayor quiebra de la historia?

Hace un par de días, David Rachline del Frente Nacional en Francia, decidió acudir al manual de unicornios ‘Made In Varoufakis and Podemos‘ y decir la frase “la deuda de Francia es de cerca de 2 billones de euros, alrededor de 1,7 están emitidos bajo la ley francesa, lo cual significa que pueden ser re-denominados”. Un campeón. Vamos, que sus préstamos en euros se pueden pasar a francos o marines, cualquiera sabe… Y piensa -afirma- que no va a pasar nada.

Nada. Solo el hundimiento del sistema de pensiones y Seguridad Social de Francia, que está mayoritariamente en deuda soberana, el destrozo de los ahorros de millones de ciudadanos en bonos soberanos, y el dominó de quiebras de la banca francesa.

Ninguna impresión de moneda mitigaría el impacto de un impago efectivo de Francia.

La idea mágica de pensar que hundiendo la moneda y haciendo impago se va a mejorar la economía está basada en tres mentiras:

  • Que hacer impago no afecta a la concesión de crédito y acceso a financiación futura. Pensar que vas a hacer impago y te van a prestar más -y más barato- es una idiotez solo defendible por un político.
  • Que dejar de pagar la deuda no afecta a los ciudadanos. No solo se destruye su ahorro y pensiones que se encuentra en depósitos -destruidos por la devaluación y los inevitables corralitos bancarios- y en deuda soberana, sino que el acceso a crédito de pymes y familias desaparece, aunque quieran inventarse mil bancos públicos imprimiendo papelitos.
  • Que se puede “contener” el brutal impacto (que ellos mismos esperan) con una moneda ficticia que se pegue “ordenadamente” al euro mientras se lleva a cabo la transición. Vamos, que haga el destrozo a cámara lenta.

Si Francia llevase a cabo esa salvajada, supondría el mayor evento de crédito visto en la historia y, teniendo en cuenta que los activos de la banca francesa superan en varias veces el PIB del país, sería una implosión que ninguna persona seria pensaría que se iba a solucionar imprimiendo Francos sin demanda secundaria ni respaldo.

Lo fascinante -y aterrador- de estas propuestas mágicas a las que nos tienen acostumbrados los populistas totalitarios es que piensan que todas estas sandeces no han funcionado en el pasado porque no las han implementado ellos. La idea de que los desequilibrios económicos que se generan por la emisión de dinero sin respaldo se soluciona emitiendo más dinero con mucho menos respaldo. Brillante.

La buena noticia es que, crisis tras crisis, evento de crédito tras otro, queda cada vez más claro que se reduce cada vez más la capacidad técnica de los populistas de bombardear la economía y hundir a sus ciudadanos con “soluciones” mágicas que no funcionan.

Lo importante es que los candidatos alerten sobre el efecto devastador de estas ideas de pirómano y que los ciudadanos franceses y europeos vean que el problema de una economía basada en desequilibrios no se soluciona perpetuándolos.

Que todavía haya quien se crea que hundiendo la moneda y haciendo impago va a ser más rico y le van a prestar más barato, nos muestra que no nos explicaron correctamente que Papa Noel no existe.

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