…o impulsar nuevas medidas de estímulo fiscal para incentivar la demanda interna, destaca por encima de todas una: hacerse con el oro de los bancos centrales, especialmente del Bundesbank alemán, para reforzar el Fondo de rescate europeo con 50.000 ó 60.000 millones de euros adicionales.
La noticia ha causado un auténtico terremoto este fin de semana en Alemania. Según la prensa germana, esta iniciativa partió directamente del presidente de EEUU, Barack Obama, el francés, Nicolás Sarkozy, y el primer ministro británico, David Cameron. En concreto, el banco central germano habría tenido que aportar unos 15.000 millones de euros de esos 50.000 ó 60.000 millones. ¿Cómo? Cediendo sus divisas extranjeras y, sobre todo, parte de su oro al FMI. El comunicado del G-20 señalaba lo siguiente: "[…] seguiremos asegurándonos de que el FMI continúa teniendo los recursos para desarrollar su papel sistémico […] estamos preparados para asegurarle que todos los recursos adicionales que necesite serán movilizados en el momento apropiado".
Entre las distintas opciones para recaudar fondos, citaba aumentar las contribuciones bilaterales de los estados miembros al FMI, la emisión de Derechos Especiales de Giro (su particular moneda) o la creación de una estructura especial, una especie de nuevo fondo al que hacer contribuciones voluntarias. El G-20 barajó hacer uso de las divisas extranjeras y el oro de los bancos centrales nacionales para poner en marcha estas dos últimas iniciativas.
Pero la propuesta no prosperó debido, precisamente, alrechazo frontal de la canciller Merkel, que fue advertida de la estratagema por el presidente del Bundesbank, Jens Wiedmann. Tras la protesta germana, la medida, consistente en expropiar el oro alemán, fue retirada de la agenda del G-20. Sin embargo, los líderes europeos acordaron seguir estudiando esta opción en la reunión de los ministros de Finanzas del Eurogrupo que se celebra este lunes. Es decir, parece que pese al "no" germano, no cejan en su empeño.
Esta surrealista situación alcanza, sin embargo, tintes aún más dramáticos de ser cierta la siguiente información: la idea, si bien fue propuesta por Obama, Sarkozy y Cameron, partió del propio BCE. La entidad, presidida ahora por el italiano Mario Draghi, lo niega, pero los germanos así lo constatan. La controversia ha generado una enorme desconfianza entre el Bundesbank y el BCE.
Las tensiones internas existentes entre los alemanes y el resto de socios presentes en la institución monetaria vienen de lejos. Tan sólo hay que recordar el abandono de Axel Weber, ex presidente del Bundesbak, y el posterior de Jürgen Stark, ex economista jefe, como consejeros del BCE para percatarse que se lleva fraguando una dura batalla en el seno de la institución desde hace tiempo. En concreto, desde el mismo momento en que, violando sus estatutos, comenzó a comprar bonos periféricos (mayo de 2010).
La llegada de Draghi está acelerando hasta límites insospechados esta irresponsable política monetaria. No en vano, apenas lleva unos días en el cargo y ya ha disparado un 138% la adquisición de deuda de alto riesgo: la semana pasada, la primera bajo su mandato, el BCE compró 9.520 millones de euros en bonos -la mayoría italianos-, frente a los 4.000 millones de la semana precedente. Además, en su primer consejo decidió reducir el tipo de interés hasta el 1,25%, tumbando las recomendaciones germanas de ir subiendo progresivamente tipos -tarea iniciada por Trichet-. Pero todo esto se queda corto ante la última sandez del italiano: ¡Quitarle el oro a Berlín!, el último vestigio de solidez y ortodoxia monetaria, una idea genial para desarticular por completo las reticencias alemanas contra la monetización masiva de deuda y los rescates indiscriminados de países.