Es evidente que la recuperación de una Doctrina Monroe redefinida preocupa al régimen venezolano.
Dentro de cinco años se cumple el segundo centenario del mensaje del presidente James Moore dirigido al Congreso de Estados Unidos y considerado el acta fundacional de la doctrina que lleva su nombre. Elaborada por el entonces secretario de Estado y sucesor de Monroe en la Casa Blanca, John Quincy Adams, se resume en la ambigua frase “América para los americanos”. En los dos mandatos de Barack Obama se produjo un repliegue diplomático estadounidense en América Latina y el Caribe, atenuado en la etapa final de dicha Presidencia. El gobierno de Donald Trump, sin embargo, recupera esa idea. Lo hace redefiniéndola para enfrentar unos retos que en 2018 son muy diferentes de lo que eran cuando estaba a punto de arrancar el segundo cuarto del siglo XIX.
La idea central contenida en el mensaje fundacional de la Doctrina Monroe, dirigido al Legislativo el 2 de diciembre de 1823, era que cualquier intento de las viejas potencias coloniales europeas de recuperar territorios en el continente americano sería considerado como un acto hostil por parte de EEUU.
La doctrina era ambigua en tanto que se podría interpretar en dos sentidos muy diferentes. “América para los americanos” podría ser entendido como un llamamiento a que Washington se convirtiera en un nuevo poder imperial en el continente, al entender que “americanos” era sinónimo de “estadounidenses”. En sentido contrario, podría interpretarse tan sólo como el compromiso de ser un aliado del resto de los países en la defensa de su independencia y los valores de la libertad.
Valores democráticos frente a “nuevos poderes imperiales”
Esta segunda visión es la que parece inspirar la nueva doctrina exterior de Donald Trump y su secretario de Estado, Rex Tillerson, a tenor de lo expresado por este último. En la conferencia que ofreció la semana pasada, justo antes del arranque de su gira por gran parte del continente, habló sobre ello. Al ser preguntado por la Doctrina Monroe, destacó que “lo que nos une en este hemisferio son los valores democráticos compartidos” y que, por lo tanto, esta podía considerarse un éxito. La redefinición viene dada por quienes son considerados como potencias que amenazan la democracia y la libertad del continente.
Las viejas potencias europeas (principalmente Inglaterra, España y Portugal, pero también Francia y Holanda), han sido sustituidas en la nueva Doctrina Monroe por Rusia y, sobre todo, China. No es casualidad que al hablar sobre la penetración del gigante asiático en el continente, Tillerson dijera en esa conferencia: “América Latina no necesita nuevos poderes imperiales que sólo busquen beneficiar a su propio pueblo”.
A pesar de eso, el secretario de Estado ha evitado mostrar en público fricciones con los Gobiernos latinoamericanos respecto a sus buenas relaciones comerciales con Pekín. En la rueda de prensa posterior al encuentro que mantuvo en Buenos Aires con el ministro de Asuntos Exteriores de Argentina, Jorge Faurie, le preguntaron si habían hablado de la penetración de China en la región en general y en el país austral en particular. Tillerson respondió, antes de soltar una carcajada: “Hoy no discutimos sobre China; si surgió, no lo recuerdo”.
La penetración china en América Latina no se limita al terreno comercial, en el que Pekín es un socio de primer orden para países que se están afianzando como sólidos aliados de EEUU, como Perú y Argentina. También es uno de los grandes exportadores de armas en la región y, sobre todo, uno de los grandes soportes del régimen de Nicolás Maduro.
Caracas y Pekín escenifican su alianza
El ministro de Defensa venezolano, Vladimir Padrino López, mantuvo una reunión este miércoles con el embajador de China en Caracas, Li Baorong, en el que se firmó un acuerdo de cooperación en materia de Seguridad y Defensa. El encuentro fue difundido a través de Twitter tanto por el Gobierno de Venezuela como por el propio ministro.
Se trata, sin duda alguna, de una puesta en escena para contrarrestar la gira americana de Tillerson. Uno de los temas centrales en todas las reuniones que está manteniendo en los diferentes países es cómo enfrentar la dictadura de Maduro y promover un cambio pacífico en el país. Al celebrar el encuentro y, sobre todo, al darlo a conocer de forma pública, Caracas y Pekín lanzan a todos sus vecinos, y a Estados Unidos y Canadá, el mensaje de que el régimen chavista no está solo y cuenta con el respaldo de una gran potencia.
Es evidente que la recuperación de una Doctrina Monroe redefinida preocupa al régimen venezolano. Tampoco le gusta a la facción del chavismo latinoamericano que considera que Nicolás Maduro ha traicionado la herencia de Hugo Chávez. Buena prueba de ello es el filósofo alemán Heinz Dieterich, afincado en México y gran teórico e impulsor intelectual del socialismo del Siglo XXI.
Dieterich, quien considera que Maduro ha instaurado una “dictadura socialdemócrata” y “burguesa”, sostenía en un artículo publicado el pasado sábado que Tillerson ha autorizado un golpe de Estado en Venezuela. Según él, sería la forma de aplicar las ideas inspiradas en 1825 por John Quincy Adams y que Dieterich inscribe dentro de lo que ha bautizado como “Doctrina Trump”.
Una Doctrina Monroe multilateralista
En realidad, ni Trump ni Tillerson han defendido esa idea. Dieterich saca de contexto una frase del secretario de Estado en la conferencia que ofreció en Texas. El jefe de la diplomacia estadounidense recordó que en la historia de América Latina los militares a veces han facilitado una transición pacífica cuando la situación en una dictadura es tan extrema que ellos llegan a la conclusión de que ya no sirve a los ciudadanos. Dieterich ve ahí un llamamiento a un golpe de Estado. Sin embargo, el discurso de Tillerson iba en otro sentido. Repasaba el contexto para pedir que Venezuela vuelva a la Constitución y se celebren elecciones presidenciales realmente libres y con garantías.
La redefinición de la Doctrina Monroe por parte de la Administración Trump no parece ir en la línea que apunta el ultraizquierdista Dieterich. De hecho, se aleja bastante de la deriva claramente injerencionista y unilateralista que ha tomado en determinados momentos históricos. Más bien funciona en sentido contrario. Apuesta por un claro multilateralismo para hacer frente al reto que plantean Rusia y China y para fomentar el establecimiento de regímenes democráticos en Cuba y Venezuela.
En lo que respecta a este último país, es donde resulta más evidente. Los países del Grupo de Lima y la Unión Europea (UE) comparten su visión crítica del chavismo y una estrategia para sancionarlo y aislarlo internacionalmente.
La nueva Doctrina Monroe impulsada por Trump y Tillerson tiene además otra importante novedad respecto a la originaria. Las viejas potencias europeas ya no son definidas como una amenaza para la libertad y la independencia de los países americanos. Al contrario, son percibidas como aliadas para fomentar y afianzar los valores democráticos en la región, como demuestran las constantes menciones que hacen Trump y Tillerson a las sanciones de la UE al régimen de Maduro.