Cada día que pasa soy más firme admirador de la Primera Enmienda norteamericana.
No hay ningún riesgo de que ninguno de los grandes popes de la libertad de expresión en nuestro país, esos mismos que se han indignado por que la Guardia Civil haya notificado una denuncia a Evaristo La Polla Records Páramos, diga una palabra más alta que otra por el encarcelamiento de Stephen Lennon, más conocido como Tommy Robinson. El activista había sido ya sentenciado el año pasado a tres meses de cárcel –más otros dieciocho en suspenso– por llamar a una banda de pedófilos musulmanes «banda de pedófilos musulmanes» antes de que hubiera sentencia. Fueron declarados culpables.
Ha sido detenido de nuevo, el pasado viernes, mientras grababa delante de otro tribunal en Leeds donde se juzgaba el caso de violaciones masivas de bandas de musulmanes de este mes: 29 acusados (todos ellos con nombres como Mohammed, Zahid, Abdul… ya saben) por violar a 18 mujeres de entre 11 y 17 años en un caso similar a los de Rotherham o Telford, o el de Alicante en España. Esta vez tuvo cuidado en hablar de «presuntos». Pero dio igual. Los policías que detuvieron a Robinson lo justificaron con que «alteraba la paz». Lo malo es que está todo grabado y, salvo preguntar a algunos de los acusados a la entrada del juzgado cómo se sentían ante el posible veredicto, no hizo nada más que grabarse a sí mismo hablando. Sin acceso a su abogado, el defensor de oficio le recomendó que se declarara culpable de desacato y ha sido condenado a trece meses de cárcel por el juez Geoffrey Marson, quien ordenó además a los medios británicos que no publicaran la noticia. Varios ya lo habían hecho, y tuvieron que eliminar sus noticias o tacharlas para no incumplir la orden, que lleva acarreada una pena de hasta dos años de cárcel.
Mientras, en casos de violaciones masivas de bandas de musulmanes de otros meses, a familiares y amigos de los acusados se les ha permitido manifestarse a la puerta e insultar y acosar a las denunciantes sin castigo ninguno. Uno podría pensar que las feministas británicas se indignarían con estas cosas, si no fuera porque sabemos que son como las nuestras: lo importante es denunciar el despatarre en el metro, no proteger a las denunciantes de bandas de violadores. Al fin y al cabo, suelen ser chicas de clase baja procedentes de familias desestructuradas. Que les den.
Tommy Robinson ya ha pasado tiempo en prisión. Fue condenado a dieciocho meses por no decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad en los papeles de su hipoteca y apalizado en la cárcel por presos de, digamos, religión y procedencia étnica distintas a la suya. «Asiáticos», que es como se les llama oficialmente en el Reino Unido y que solivianta a muchos hindúes, porque los mete en el mismo saco. Robinson no es un angelito. Ha pasado por fases muy extremistas y también ha colaborado con grupos musulmanes moderados. Pero la cuestión no es esa. El periodista Rod Liddle ha dicho:
No soy fan de Robinson ni de lejos. Pero no me gusta la idea de que te puedan detener simplemente por ser Robinson.
Y es que parece claro que Robinson ha sido declarado no-persona porque está en contra de los mantras de la diversidad y el multiculturalismo y porque denuncia. Etiquetarlo en la extrema derecha ayuda a que nada de lo que se le haga produzca indignación entre los biempensantes. Pero nos equivocaríamos si lo dejáramos pasar. Robinson, en sí, da igual. Lo que no da igual es que, en un país que tantas y tan buenas aportaciones ha hecho a la libertad, un juez te pueda condenar a trece meses de prisión por hablar delante de un juzgado y además prohibir que se informe sobre ello, a pocos metros del lugar donde la presunta banda de violadores musulmanes de este mes recibe un juicio justo y con todas las garantías.
Cada día que pasa, y aun siendo consciente de los muchos abusos que se pueden cometer en su nombre, soy más firme admirador de la Primera Enmienda norteamericana. En los países donde no la tenemos, deberíamos trabajar para que las restricciones a la libertad de expresión fueran cada vez menos, y no más. Donde se pudiera hornear a un cristo y también pasear un autobús que diga que los niños tienen pene y las niñas vagina. Y donde se pueda decir que si estamos todos los meses condenando a bandas de musulmanes violadores, igual es que tenemos un problema con los miembros de la comunidad «asiática» y todo. Aunque no estemos de acuerdo.