En los 80 se pusieron de moda las violaciones. Luego virtualmente, y a excepción de algún que otro reincidente, los medios han dejado de recrearse en ellas. Hoy el foco se cierne sobre otra violencia, también de hombres, también hacia mujeres. Pero en lugar de en la frialdad de la calle o de un portal, en el calor de una casa. Como violencia doméstica resulta demasiado ambiguo (las víctimas más frecuentes son los hijos), se le ha rebautizado como violencia de género o, directamente, violencia machista.
El discurso político, que los medios de comunicación, en ese recreo, aceptan y adornan, tiene siempre una relación ambigua con la realidad. No son perfectamente paralelos. La política se alimenta de la realidad o, por ser más precisos, de lo que comúnmente se piensa sobre ella. Es el entendido lo que cuenta, no el hecho. Esta segunda derivada desde lo que acaece alimenta el discurso, y éste regurgita nuevos entendimientos, nuevos factoides, nuevas derivadas de segundo grado. Discurso para-lelos. Democracia.tv.
No hay que tener miedo a llamar a las cosas por su nombre. Tampoco hay que caer en crear las cosas por un nombre. Se le llama violencia machista y se juega ambiguamente de que los hombres son culpables y las mujeres víctimas por un quítame allá un cromosoma y. El machismo consiste en ver un factor x en las debilidades de los varones. ¿Es más aceptable hablar de un factor y? Este martes (de martirio informativo) los medios han confabulado sobre la violencia de este género.
Radios y televisiones han llenado sus horas hablando de crímenes entre parejas, su etiología y las soluciones. Los niños son el futuro, no hay rival pequeño y todas esas monadas. Pero que yo sepa nadie se ha atrevido a decir aspectos básicos extraídos de la estadística, como que tal violencia ha aumentado en España a medida que lo ha hecho la inmigración, y a su compás. Sólo hay que desplazar el discurso de un culpable a otro, de “los hombres” a “los inmigrantes” para que una y la misma lógica sea progresista en un caso y ultraderechista en el otro.
Y los medios, los remedios de la política para “combatir” el problema. Todos encomiables. Lo curioso es que aquí sí que se olvidan todos, políticos y periodistas, de las víctimas. Al parecer a nadie se le ha ocurrido que si una víctima recibe una agresión, tiene pleno derecho a defenderse. Y a hacerlo con los medios más adecuados para hacerlo. “Tolerancia cero” con el agresor en un mundo que ha proscrito la intolerancia. Pero tolerancia cero, también, con la víctima y su derecho a la autodefensa.