Lo último que querría la UE es perder el referente del euro como moneda de reserva.
“I take any currency”, Prince Charles and the City Beat Band
Tras las elecciones francesas, es más que probable que se disipe la euforia con respecto al euro/dólar. La revalorización de la moneda europea se ha apoyado en los consecutivos catalizadores políticos, que han apoyado el proyecto europeo, y el superávit comercial de la zona Euro fija un soporte contra las principales monedas con las que comercia. El movimiento tampoco ha sido brutal, pero a un año, el euro se ha fortalecido contra el dólar norteamericano casi un 4%.
Una vez pasadas las noticias políticas, fijándonos exclusivamente en las fundamentales, la oferta y demanda debería prevalecer. Existen varios retos:
– La demanda de euros global desciende. Las últimas cifras del BIS (Bank of International Settlements) muestran una cifra total de transacciones transfronterizas en dólares de EEUU de 13,9 billones, aumentando en 60.000 millones de dólares en el trimestre. A su vez, las transacciones en euros han caído en 160.000 millones, hasta los 8,1 billones de dólares totales.
– La oferta de euros se dispara. Estamos en una época peligrosa. Por primera vez en la historia, los bancos centrales están aumentando su masa monetaria en más de 200.000 millones de dólares mensuales sin haber crisis ni recesión que “combatir”. De esa cifra, el Banco Central Europeo es casi un tercio. A cierre de este artículo, esa enorme “expansión monetaria” ya genera 1,2 billones de euros de liquidez excesiva.
¿Qué hace que la moneda se mantenga relativamente fuerte a pesar de que la demanda no es muy alta y la oferta es excesiva? La confianza en un modelo exportador y el superávit comercial de la Unión Europea, que hace que las reservas de moneda extranjera de la Eurozona estén creciendo de manera constante.
Es una buena noticia, por lo tanto, que se afiance la confianza en el euro a pesar de las políticas devaluadoras. Muestra que la economía europea es más sólida de lo que les gustaría a algunos inflacionistas.
La evidencia de que devaluar no favorece las exportaciones es clara en la Eurozona. Desde que se lanzó el programa del BCE, el euro se ha debilitado casi un 23% contra el dólar y, sin embargo, el crecimiento de exportaciones se ha ralentizado. De hecho, el aumento de exportaciones más sostenido se ha dado entre países de la propia zona euro, es decir, sin efecto moneda, mientras que el crecimiento de las exportaciones a países no-euro se ha debilitado, y mucho. No se preocupen, que los alquimistas inflacionistas les seguirán diciendo que devaluando se exporta más.
Pero no debemos olvidar el reto de esa oferta y demanda, y del exceso de liquidez. El Banco Central Europeo está desfasado con respecto a la inflación y a la curva y debería estar subiendo tipos ya. Adicionalmente, con tal cantidad de liquidez excesiva (aumentada en más de 1 billón de euros desde que se lanzó el programa de recompras), es urgente que drene ese exceso y pare el aumento de su balance actual. Hay suficiente liquidez en el sistema para continuar atendiendo la oferta de bonos.
Es más que probable que la oferta de dólares se siga restringiendo, vía normalización de la política monetaria norteamericana, donde la Reserva Federal también va muy por detrás de la curva, en casi 300 puntos básicos, mientras la demanda global aumenta, sobre todo por parte de países emergentes. Y, mientras la demanda de dólares crece por encima de la oferta, algo que busca conscientemente la administración actual, ocurre lo contrario con la demanda de euros con respecto a la oferta.
Por lo tanto, fuera de catalizadores políticos, que han apoyado un soporte en la devaluación del euro, y las buenas noticias sobre las reservas de la eurozona, nos enfrentamos a unos años en los que es más que probable que el euro pierda ímpetu con respecto al dólar norteamericano.
El que crea que eso es una buena noticia “para los exportadores” tiene un problema con la evidencia.
Debemos prestar atención al riesgo de pérdida de confianza en la moneda común si se sigue disparando la liquidez excesiva y aumentando la masa monetaria.
Lo último que querría la UE es perder el referente del euro como moneda de reserva. Hay que dejar atrás los experimentos alquimistas y poner como objetivo que la demanda de euros en transacciones globales se fortalezca.