Desde hace algunas semanas la orientación general de la cadena radiofónica tiende más a lo artístico y a lo literario. Las fotos trucadas de Aznar con George Bush y Blair o el artículo de su director con graves insultos a unos cuantos columnistas de la competencia son la confirmación de este cambio de rumbo.
El último texto del descubridor de los terroristas suicidas "confirmado por tres fuentes distintas" acusa a quienes han criticado la idoneidad de personajes como Carmen Chacón para convertirse en ministras de cosas muy feas, incluida cierta afición a realizar groseras actividades privadas que reblandecen la columna y te dejan ciego como efecto colateral. Y todo porque para el pijoprogresismo a las mujeres no se les debe criticar aunque sean tan incompetentes como sus colegas varones. Si las mujeres de izquierdas se respetaran a sí mismas un poquito más denunciarían esa actitud como ejemplo de machismo, pues la igualdad supone que todos, hombres y mujeres, también están sujetos a la crítica en la misma medida.
El rechazo del nombramiento de Carmen Chacón como ministra de Defensa no tienen nada que ver con su condición de mujer, y mucho menos de mujer saludablemente embarazada, Dios la bendiga. Se trata simplemente de que alguien que se declara pacifista, antimilitarista y "verde por fuera y roja por dentro" no es la mejor elección posible para dirigir el ejército de un país integrado en la OTAN. Es como si designaran a Brigitte Bardot o a cualquier otra militante antitaurina para presidir las corridas de la Feria de San Isidro en Las Ventas. Un despropósito.
Los jaleadores de Zapatero exaltan su figura como el personaje histórico que ha dignificado la figura de la mujer gracias a sus recientes nombramientos. Sin embargo, las mujeres han estado perfectamente preparadas para asumir estas y mayores responsabilidades mucho antes de que ZP iniciara su cruzada feminista a través del establecimiento de cuotas. En todo caso el argumento se les vuelve en su contra, pues si hasta que llegó Zapo la mujer no podía acceder en igualdad de condiciones a las altas magistraturas de la política, resultaría que las ministras y presidentas de las cámaras nombradas en su día por Aznar y González tuvieron que serlo necesariamente en función de su preparación y solvencia, no de su sexo, lo que situaría a estas pioneras muy por encima de sus colegas actuales en términos de mérito personal.
El establecimiento de cuotas, sean las que sean, son un insulto a quienes no necesitan estos favores amañados para labrarse un lugar preeminente en el mundo de la política, la empresa o la sociedad. Los más brillantes rechazan este juego sucio, aunque sea en su favor. En cambio, las agraciadas por la pedrea ministerial del Feministo se declaran encantadas de "hacer Historia" gracias al macho alfa del Consejo de Ministros. Pueden estar seguras de algo: ninguna mujer consciente de sus capacidades va a sentir jamás envidia de ellas.