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El PP legitima a Podemos

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Ya no hay alternativas de modelos de gasto público, la oferta es la misma: el máximo gasto público y déficit que permita Bruselas.

El Ministro de Economía aseveraba esta semana que cumplir con el objetivo de déficit previsto para 2016 dañaría el crecimiento y supondría un ajuste demasiado intenso pues implicaría más de dos puntos porcentuales de reducción. Por supuesto, no reconoció acto seguido que si se incumplen cada año esos objetivos, es lógico que la desviación sea cada vez mayor año tras año. 

¿A qué crecimiento daña? Si se quiere sentar las bases para un crecimiento robusto y sostenible como el que están experimentando las economías que han apostado por la austeridad del Estado en un entorno institucional más flexible (Irlanda, por ejemplo), debería medirse la evolución de la economía a medio plazo. Crecimiento que ahora podríamos disfrutar si el PP hubiera aplicado una política liberalizadora. Pero, optar por mantener un Estado propio de la burbuja obliga a limitar el periodo temporal al cortísimo plazo: a no ser que haya obligaciones, se ha de hacer lo mínimo y evitar aplicar reformas de calado. Si además se le añade el año electoral que estamos padeciendo, hace imposible a todas luces que el incumplimiento del objetivo de déficit de 2015 sea el último, en 2016 se incumplirá igualmente. Hasta cierto punto, la aparente actitud de Bruselas se explica claramente, al fin y al cabo no dejan de ser políticos que saben que en época electoral, salvo catástrofe, está permitido hacer algo de populismo fiscal… pocas bromas.

Con todo, aunque la reducción del déficit fuera perjudicial para la evolución del PIB a corto plazo, seguiría siendo necesario, igual que los esfuerzos para lograr un objetivo o las consecuencias de un tratamiento para vencer una enfermedad. El problema sigue siendo el mismo que frena continuamente las reformas estructurales que deberían hacerse y que no se harán sino a tracas y barrancas y por la fuerza (de una prima de riesgo o porque así quiera Bruselas), por eso ni ha habido un ajuste fiscal ni liberalizaciones.

La lógica política antireformas  

Una de las tesis que explica la reticencia de los gobiernos para aplicar reformas estructurales o liberalizaciones es la sobreestimación por parte de los integrantes del proceso político (votantes, políticos y burócratas) de los costes a corto plazo de las decisiones políticas frente a los beneficios que estas supondrían a largo plazo.

Es por ello la enorme tolerancia de la población frente a los déficits y la preferencia en que éstos se financien vía deuda. En este sentido, la economía conductual (aquella que mezcla, grosso modo, la economía con la psicología) suele resaltar la importancia de la visibilidad que los fenómenos económicos tienen para los sujetos económicos. En este sentido, el votante no percibe ni considera el coste de oportunidad de esa ingente cantidad de dinero de los déficits acumulados que el estado carga sobre nuestras espaldas en forma de deuda. ¿Cuánto podría haberse hecho con un billón de euros (deuda pública acumulada), o con 50 mil millones que se añadieron en 2015? Del mismo modo, se prefiere financiarlos vía deuda, que es una fuente de ingresos que no sólo se financia indirectamente sino que además media un periodo de tiempo hasta su pago (será cancelada a través de lo que recauden los impuestos, pero no los actuales sino los futuros). La misma técnica fiscal de los mastodónticos sistemas tributarios: que el coste no sea percibido y que la exacción sea invisible.

Y esa es la misma razón que ha llevado al PP a desperdiciar la gran oportunidad de aplicar medidas liberalizadoras que hubieran revertido y facilitado el escenario creado por la reducción del déficit. Se optó por mantener la situación y financiarla, en parte, a través de acumular la máxima cantidad de deuda, hasta triplicarla, y el resto combinar una política impositiva agresiva con una tímida reforma estructural en el mercado laboral.

Visto en perspectiva con la herencia de la política fiscal del PP de hoy, ¿qué puede decirse de un gobierno que ha aplicado una de las mayores políticas de ajustes sobre el sector privado (subidas de impuestos presentes -IRPF, IVA, IS, etc.- e impuestos futuros -deuda-, y fortalecimiento de un sistema fiscal opresivo) especialmente en los primeros años de su mandato en los que más se sufrió la crisis? ¿Tiene sentido apretar a la ciudadanía cuando peor lo estaba pasando, en los momentos de auténtica extenuación económica y social tras años de crisis sin levantar la cabeza para luego incumplir los objetivos reiteradamente y clamar contra los perjuicios sobre un crecimiento que ahora sí se disfruta? ¿Tiene sentido haber ralentizado la recuperación económica al entorpecer el necesario desendeudamiento del sector privado cuando más era necesario, y ahora mantener elevados déficits públicos? ¿Tanto castigo fiscal en plena recesión para ahora acumular déficits e incumplir los objetivos?

Conclusión: la legitimación del PP a Podemos

Lo que se ve es la línea adoptada por el Gobierno, que no es sino la ejecución de una política fiscal basada en mantener un Estado propio de un sistema productivo con una enorme burbuja en su interior, y su reticencia a devolver poder y autonomía a la ciudadanía a través de la disminución del gasto público. Es decir, al no ajustar el déficit por el lado del gasto (pretender volver a obtener los ingresos fiscales de algo ficticio como es la burbuja es irreal e injusto) han sentado las bases para que el inevitable ajuste futuro del déficit se haga subiendo impuestos… por un gobierno de izquierdas como Podemos, que quiere más déficit y más impuestos. De ahí que el partido morado (y, en realidad, todos los partidos) se apropie de esa política de incumplimiento y acumulación de deuda, sacando pecho porque los partidos de la vieja política lleguen a sus conclusiones. El PP, por tanto, ha venido por legitimar con su práctica a Podemos.

Algunos dirán que PP y Podemos no son iguales. Y, resulta difícil, en materia fiscal, resaltar las diferencias (también con el resto de partidos), pero lo relevante también es el tiempo, las dinámicas y la evolución del Poder y su influencia: el PP trae a Podemos, lo legitima, monta la estructura para que éstos se instalen en ella (déficit, gasto y sistema tributario opresivo). Ya no hay alternativas de modelos de gasto público, la oferta es la misma: el máximo gasto público y déficit que permita Bruselas. Las partidas dependerá de a qué sectores y votos quieran comprarse.

 

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