La perdurabilidad del ludismo es uno de los bulos más notables del pensamiento económico, cuando en verdad lleva refutado casi desde la aparición de los luditas.
Una amable seguidora de mi cuenta en Twitter (@rodriguezbraun) me pasa una entrevista en El Correo con doña Teresa Laespada, diputada de Empleo, Inclusión Social e Igualdad de la Diputación de Vizcaya. Doña Teresa es doctora en Sociología y licenciada en Políticas, con lo que sus errores no pueden deberse en ningún caso a su falta de preparación.
Voy a dejar de lado aspectos más o menos convencionales o demagógicos, habituales entre los políticos de todos los partidos, y me centraré en lo que la mayoría de los ciudadanos declara, con razón, que es el principal problema de nuestro país: el paro.
Este es el diagnóstico de la doctora Laespada:
La automatización y la tecnificación de las empresas evidentemente suprime puestos de trabajo. Es muy posible que de aquí a unos cuantos años no haya empleo para todos.
A partir de ahí reclama un aumento de la intervención pública,
para garantizar la dignidad de todos, una reducción de la jornada laboral de ocho horas a seis, y una subida de impuestos.
La perdurabilidad del ludismo es uno de los bulos más notables del pensamiento económico, cuando en verdad lleva refutado casi desde la aparición de los luditas, el movimiento que propiciaba la destrucción de las máquinas, responsabilizándolas del desempleo. David Ricardo abordó el asunto en la tercera edición de sus Principios, en 1821, y lo cuestionó, con acierto. Su conclusión fue que aunque el progreso técnico pudiera suprimir algunos puestos de trabajo específicos, su impacto general sobre la economía impulsaba la productividad, el crecimiento y la ocupación. Si la tecnología realmente fuera contraria al empleo, éste ya habría desaparecido. La realidad, como sabe incluso la doctora Laespada, ha sido la contraria.
Lo interesante es que doña Teresa no percibe que la falta de empleos para todos no es una perspectiva inquietante que nos aguarda en el futuro, sino algo que padecemos hoy. Como hay países con elevado nivel tecnológico y con desempleo reducido, lo evidente no es que la tecnología suprima puestos de trabajo, sino que lo hace otra cosa, que no puede ser sino la intervención de las autoridades en el llamado mercado laboral. En los países con menos intervención, el paro también es menor.
Paradójicamente, la diputada reclama… aún más intervención, la misma intervención que genera desocupación. Y cree que eso garantiza la dignidad de todos, lo que es absurdo, como absurdo resulta creer que se fomenta el empleo empobreciendo a la población con aún más impuestos o encareciendo aún más la contratación reduciendo la jornada laboral mediante la coacción política y legislativa.