Mitos sobre la regulación para la competencia. Aplicación de la teoría económica austriaca al mercado de las telecomunicaciones en España. Con este estudio, Fernando Herrera, obtuvo hace unas semanas el Premio Víctor Mendoza 2012 del IEE a la mejor tesis doctoral, por su adecuación a los valores de defensa del mercado y la libertad económica.
Herrera, doctor Ingeniero de Telecomunicación que ha trabajado en consultoría estratégica tanto para compañías públicas como privadas, se plantea preguntas que suenan revolucionarias en un sector tradicionalmente muy intervenido, pero que vistas con cierta perspectiva reflejan una apabullante sensatez: ¿qué es el poder de mercado?, ¿es posible para una empresa controlar a sus clientes en un mercado libre?, ¿por qué los clientes de telecomunicaciones necesitan una protección especial del Gobierno? o ¿qué pasaría si eliminásemos las trabas a la competencia por completo?
Las respuestas son muy inquietantes, especialmente para los reguladores, acostumbrados a manejarse en un esquema en el que su intervención es imprescindible. Como explica el autor, el problema no es que sean tontos o malos o incapaces. Antes al contrario, las personas que trabajan para los entes estatales encargados de controlar los mercados suelen ser funcionarios públicos inteligentes y dispuestos. Lo que ocurre es que analizan la realidad siguiendo una interpretación que para Herrera es incorrecta. En su opinión, será muy complicado que no se acaben equivocando quienes parten de axiomas completamente equivocados.
Pregunta – Leyendo su libro, me da la sensación de que usted plantea que uno de los principales problemas en el mercado de las telecomunicaciones es que no hay una verdadera competencia, ¿lo he entendido bien?
Respuesta – Partiendo de la base de que yo he sido regulador, una de las cosas que me preocupaba era entender lo que yo hacía en su momento. Cómo encajaba lo que yo estaba haciendo, que creía que era bueno para la sociedad, a la luz de la escuela austriaca, que es un paradigma muy adecuado para explicar la realidad.
La conclusión a la que he llegado es que yo veía la realidad económica a través de unas explicaciones [la teoría neoclásica] que eran incorrectas, por lo que creía en el poder de mercado tal y como me lo habían explicado y como yo lo entendía hasta que leí a Murray Rothbard [escuela austriaca]. No había reflexionado lo suficiente. Y entonces estaba haciendo algo mal porque no comprendía bien el mundo. Para mí ésa es la principal enseñanza que yo he sacado de esta investigación. Mucha gente que trabaja en el regulador no se ha preguntado qué es lo que está haciendo. Si conseguimos que reflexionen, se van a llevar una sorpresa.
P. – ¿Y cómo se traduce eso en el día a día de las teleoperadoras en España?
R. – Eso se traduce en el día a día en que todo el mundo asume que tú eres malo: las empresas son malas y más aún si tienen poder de mercado. Por eso, es tarea del regulador conseguir que no seamos malos. ¿Eso por qué viene? Pues porque hay un modelo neoclásico de competencia perfecta que está haciendo creer a mucha gente que si alguien tiene una cuota de mercado alta, pues es malo para el mercado y hay que evitarlo. Eso explica el día a día de todos los agentes: como en el mundo del regulador el que tiene poder de mercado (en este caso Telefónica) puede hacer cosas malas para la sociedad, hay que vigilarlo. Luego está Telefónica tratando de demostrar que lo que hace no es malo para la sociedad y los otros operadores tratando de demostrar que sí lo es.
P. – De hecho, hace poco hemos visto un ejemplo de todo esto. Telefónica presentó su contrato "fusión" en el que integraba fijo, móvil y ADSL a un precio inferior al que existía en ese momento y la reacción de algunos de sus competidores fue pedir al Gobierno que lo impidiera, porque podía generarse un monopolio.
R. – Es un ejemplo paradigmático de lo que estoy diciendo. ¿Cómo reacciona un rival ante una situación así?: ¿innovando? ¿ofreciendo un precio mejor? ¿buscando cubrir mejor las necesidades del cliente? No, reacciona diciendo que eso es anticompetitivo y tratando de convencer al regulador de que lo pare.
P. – ¿Y lo pararán?
R. – Es muy difícil hacerlo, ya que hay muchos reguladores involucrados (telecomunicaciones, competencia, Comisión Europea,…) Paradójicamente, va a depender del éxito que tenga. Si Telefónica consigue su objetivo y tiene mucho éxito, pues habrá muchas más posibilidades de que lo paren.
P. – Por otro lado, ésta no sería la primera intervención en un mercado que ya está muy intervenido.
R. – Sí, de una forma que también es destructiva y más sutil. Telefónica tiene que dar su red a los demás operadores a un precio que quizás no cubra sus costes. En este mercado, la única posibilidad de diferenciarte es en precio, porque cualquier cosa que ofrezcas al consumidor te van a obligar a cederla a otros operadores a un precio regulado. Eso también es malo para el mercado, porque el precio en el fondo refleja el valor. En la medida en la que tiras para abajo el precio, acabas tirando para abajo el valor e impides que el mercado atraiga inversores.
P. – ¿Cómo es ahora mismo la situación en España?
R. – Hay que distinguir fijo y móvil. Ahora mismo, a nivel de móvil, hay tres operadores con red (Telefónica, Vodafone y Orange) y luego está Yoigo, que tiene licencia pero casi no ha desplegado red. Estos tres operadores tienen la obligación de abrir sus redes a otros operadores, aunque no está fijado el precio, digamos que es una regulación ligera que te obliga a abrir la red y si no llegas a un acuerdo en los precios, entonces interviene la CNT. En la práctica, no se llega a esta situación porque los tres operadores están interesados en coger a otros operadores.
A nivel de fijo, Telefónica tiene su par de cobre que está tratando de renovar a fibra óptica. Compite con otros operadores como ONO, Euskaltel, Telecable,.. Y luego hay otra serie de operadores (Jazztel, Vodafone, Orange,…) que utilizan los servicios mayoristas de Telefónica para ofrecer sus servicios. Estos operadores no tienen que afrontar su inversión en red pero pueden competir en el mercado y se benefician de los precios regulados, que no cubren la contabilidad de costes de Telefónica (una contabilidad aprobada por el regulador). Pero incluso aunque ese precio fuera más alto daría igual, porque la cuestión no es de precio, sino de valor: ¿qué valor tienen estos servicios para el usuario?
P. – Pero claro, mucha gente dirá que Telefónica era un monopolio público y que si se privatiza, pues hay que ayudar a los demás, porque parten en inferioridad de condiciones.
R. – Es indiscutible que Telefónica tuvo durante 70 años un monopolio legal, pudo acaparar cuota de mercado, tirar su red a sus anchas, etc… Pero al mismo tiempo la teoría económica te dice que los monopolios legales sufren cientos de ineficiencias. Hayek dice que los costes incurridos se transforman en un error según pasa el tiempo. Por eso, si abres el mercado sin ningún tipo de regulación, hay muchas posibilidades para la gente que conoce el sector y que conoce todas estas ineficiencias. Evidentemente, si tú te planteas competir con Telefónica con una red a nivel nacional, pues no vas a poder. ¿Pero de verdad necesitas una red nacional para ser eficiente y poder competir?
P. – Pero la intuición te dice que si dejas un mercado libre y sin intervención, el operador dominante se quedará con esa posición y hará imposible que otros entren en el mercado.
R. – Cualquier agente trata de mantener a sus clientes contentos. La cuestión es que en el libre mercado ésa es la única forma de retener a tus clientes. En el libre mercado, nadie puede impedir que haya alternativas. La única opción es ofrecer los mejores servicios posibles al cliente. Por eso este libro se llama los mitos: ¿cómo puede una compañía impedir que entre un competidor en un mercado verdaderamente libre?
P. – Claro, pero muchos de los que nos están leyendo pensarán, ‘no puede impedirlo legalmente, pero sí por la vía de los hechos, porque desplegar una red como la suya es muy caro’.
R. – Volvemos a lo mismo. Probablemente, Telefónica ha hecho inversiones ineficientes en estos setenta años, por lo que cualquier persona que conozca el mercado podría aprovecharse de esas ineficiencias. La trampa que nos hacen creer los reguladores es que tienes que entrar como operador nacional. En el libre mercado nadie comienza como operador a nivel nacional, uno empieza ofreciendo pequeños productos y si tiene éxito crece. Las grandes empresas nacionales sólo surgen en el imaginario del regulador, cuando otorga monopolios legales. Las empresas se hacen grandes según van teniendo éxito en su trato con los clientes.
P. – Pero, ¿cómo podrían entrar?
R. – Yo puedo tener respuestas, pero lo más importante es que en un mercado libre hay muchísima gente que sabe mucho más que yo a la que se le podrían ocurrir cosas.
¿Qué problema hubiera ocurrido para que en 1999-2000 un operador hubiera comenzado a dar un buen servicio de cable en un barrio? Luego, si tiene éxito, podría haber ampliado a servicios de voz. Tu planteamiento puede ser: ‘Doy un servicio de datos muy bueno en un lugar determinado y paso de la voz’. Y conforme vas creciendo, amplias a voz y los otros operadores ven que en esa zona están perdiendo clientes.
En cuanto uno le da una vuelta se le ocurren esquemas y lo bueno es que no soy yo el que tengo que dar las alternativas, se le ocurren al mercado. La teoría económica dice que en un mercado libre seguramente habría operadores mucho más pequeños, muy centrados en el servicio al cliente, muy innovadores y con un precio muy competitivo. Y tendríamos una red de mucha más calidad.
P. – Otro problema es el mito del servicio universal: si no obligan a los operadores, hay sitios donde nadie querría ofrecerles un servicio, sobre todo en los pueblos alejados de las grandes ciudades.
R. – Eso es otro mito. Está claro que los habitantes de estos lugares, si no hubiera una obligación de servicio universal, tendrían que pagar algo más al principio, pero posiblemente sólo al principio. Está claro que cualquier operador siempre intentará cobrar el máximo, pero esto no quiera decir que podrá cobrar todo lo que quiera. Para empezar, tendrá que poner un precio que los usuarios quieran pagar. Supongamos que una compañía dice: ‘Puedo llevar un cable hasta ese pueblo y me sale rentable a 30 euros. Pero si puedo, cobro 45 euros’. Y claro, podrá cobrar 45 si los vecinos están dispuestos a pagar ese precio. Pero incluso admitamos que finalmente los consumidores aceptan pagar los 45 euros: entonces, la compañía de al lado pensará que puede tirar su cable y empezara a cobrar a 40 euros. Y al final, en esa zona, los precios serán los más baratos posibles para los recursos invertidos, con competencia y calidad. Pero si tú impides desde el principio que alguien cobre 45, pues esta dinámica nunca se produce.
P. – Claro, y si fijas un precio máximo, las compañías se gastarán el mínimo imprescindible
R. – Bueno, eso si acaban poniendo el cable. En tiempos de burbuja, pues quizás si es más fácil que traguen. En tiempos difíciles, pues pelearán más. Cualquier operador se debe a sus inversores.