Éstas, sabedoras de su condición privilegiada y su dependencia política, tratan de tener buenas relaciones con el poder. Total, que el mercado energético es el perfecto caldo de cultivo para las más variopintas corruptelas.
El caso de la OPA de Endesa por La Caixa-Gas Natural es la estrella de este abrevadero político en el que se mordisquea al mercado libre y a los consumidores. Créditos impagados, informes desechados, un ministro que muestra sus preferencias por las intenciones tácticas de los grupos de su tierra y de sus créditos, vuelos secretos en avión militar de todo un presidente de la Corrupción Europea para discutir sobre la operación con un presidente de gobierno, dictámenes que van a la basura y se sustituyen por conclusiones opuestas, llamadas a los opantes para informarles de lo que no se informa a los opados o la cena de un presidente de desgobierno con los coleguillas autorizados a ordeñar la energía del consumidor son sólo algunos ejemplos de lo que puede dar de sí el afán político de controlar la electricidad con que se mueve nuestra sociedad.
Pero la funesta OPA no es más que un ejemplo de lo que inevitablemente termina ocurriendo cuando aceptamos que el poder político ningunee a los individuos arrogándose todo tipo de poderes que van desde la concesión de licencias hasta el establecimiento de los precios o la no muy graciosa concesión de subvenciones a la producción de las tipos de electricidad que más les inspira. Fuera de nuestras fronteras ha habido casos megaváticos. En Estados Unidos ENRON se convirtió en la materia gris del tándem Clinton-Gore en todo lo que tocaba el campo de la energía y el medio ambiente y protagonizó escándalos casi tan sonados y no menos rocambolescos que los del sexofonista presidente demócrata. Entre otras, la reunión de sus representantes en agosto de 1997 con Al y Bill en el Despacho Oval para estudiar cómo tratar con dureza al CO2 y cómo hacer entrar al país en el juego de Kyoto para mejorar así la posición de ENRON, el mecenas político de turno. Por fortuna este fue uno de los trapicheos energético-políticos que trascendieron a la opinión pública y que no llegaron a fructificar porque el senado norteamericano rechazó por unanimidad la ratificación del Protocolo.
En estos momentos, y ya de vuelta en nuestro país, la bebida energética preferida de los políticos sigue siendo su conchabamiento con la élite energético-empresarial creada por ellos mismos. El último botón de muestra lo tenemos en Canarias, donde una alianza entre funcionarios, políticos, empresarios, autoridad portuaria y sólo Dios sabe que otros estamentos, parece haber estado amañando las licencias de nuevos campos eólicos. Poco tiene de extraño que esto ocurra, y menos en Canarias, cuando se trata de producción energética altamente regulada, con magníficas subvenciones a la inversión, venta asegurada gracias a la obligatoriedad de compra por parte de los distribuidores y precios artificialmente inflados por el poder político. Ahora sólo falta que aparezca Montilla y nos cuente que estas prácticas también son buenas para el consumidor y ayudan a liberalizar el mercado eléctrico. Mientras, el resto nos chupamos el dedo a la luz de las velas.