Son dos dispositivos que están obligando a los demás fabricantes a intentar imitarlos para no perder más cuota de mercado. Me refiero, como digo yo que habrán imaginado ya, aunque sólo fuera por el título del artículo, al iPhone y a la Wii.
Parecía que en el mundo de las consolas estaba ya todo inventado. Periódicamente aparecerían actualizaciones con mejores prestaciones, gráficos más espectaculares y una competencia feroz más en títulos y franquicias tales como Halo o Final Fantasy. Esa era al menos la batalla que tenían planeada Microsoft y Sony con sus Xbox 360 y Playstation 3. Pero en esto llegó Nintendo y propuso una consola mucho menos avanzada, pero que tenía un mando capaz de detectar el movimiento mediante un sensor llamado acelerómetro.
Mientras que los grandes títulos de sus competidores repetían los esquemas de anteriores juegos, Wii ofrecía juegos sencillos pero muy divertidos, porque se manejaban mediante el movimiento de la mano y no usando los botones. Quizá el mejor ejemplo sean los juegos de tenis y ping pong del juego Wii Sports, en el que tendremos que hacer el gesto de dar con la raqueta mientras sujetamos el mando. Gracias a esta novedad ha logrado abrirse un hueco en el salón de muchos que jamás se habían planteado comprar una consola y ha superado en ventas a sus dos rivales directos, que ahora se ven en la necesidad de imitar a Nintendo, como ha hecho Sony con su mando Sixaxis, inalámbrico y capaz de detectar el movimiento.
Apple, por su parte, no ofreció nada realmente nuevo en el mundo de la telefonía móvil excepto su pantalla multitáctil. Le bastó y le sobró su extraordinaria imagen de marca y, sobre todo, la habilidad con que trasladaron su reconocida experiencia en la creación de buenos interfaces de usuario a este nuevo tipo de pantallas. Ya existían infinidad de smartphones capaces de conectarse a internet y leer el correo, incluso con sistemas mejores que el del iPhone, como es el caso de Blackberry. Pero no podían competir con la facilidad y rapidez de uso del móvil de Apple.
Vean si no un ejemplo. Hace unos días, un compañero me mostró su Blackberry funcionando con el excelente navegador Opera Mini, creado y pensado para teléfonos móviles. Se puede acceder con él a las páginas web normales, sin necesidad de que estén diseñadas específicamente para estos dispositivos. Pero, claro, se ven demasiado pequeñas en una pantalla tan minúscula y es necesario mover con las teclas del curso un pequeño recuadro para poder hacer zoom y leer la web. Con el iPhone sucede lo mismo, pero basta con hacer un pequeño gesto con los dedos para ampliar la parte de la página web que queremos ampliar y otro gesto, tan natural como el anterior, para movernos dentro de ella. Lo que en la Blackberry era un verdadero coñazo, en el iPhone se transforma en lo más parecido que podamos tener en una pantalla pequeña a la experiencia de visitar la web desde un ordenador.
Lo que une a ambos dispositivos no es el uso de un acelerómetro (que en el iPhone sirve para saber si lo tenemos en vertical o en horizontal), sino que se han centrado en el interfaz de usuario, en cómo el hombre se relaciona con la máquina. Y además, claro, lo han hecho bien. Por eso han sido todo un éxito y un ejemplo a imitar por los demás fabricantes. Gracias a Apple y Nintendo, en el futuro será más difícil que las grandes tecnológicas se limiten a hacerlo todo más grande y con más funciones, tirando un poco de automático, algo que les deberemos agradecer todos, incluyendo quienes no son clientes suyos.