La tasa de paro ha subido en el primer trimestre de 2006 y se sitúa por encima del 9%. Sin embargo, los españoles hemos creado 907.500 puestos de trabajo en el último año haciendo que la tasa de desempleo haya bajado en algo más de un punto porcentual. La inflación de precios parece estar fuera de control. En términos interanuales se sitúa en el 3,9%, la tasa más elevada desde el año 2001. Este fuerte ritmo de incremento de los precios está causado por una expansión crediticia espectacular unida a unas menguantes tasas de ahorro. El euribor sube (ya está al 3,22%) y las endeudadísimas familias españolas tendrán que apechugar si quieren pagar las hipotecas de sus viviendas. Muchas empresas españolas pierden competitividad –por el diferencial de inflación y por las tasas negativas de productividad del trabajo– y esto se refleja en un incremento del déficit comercial. Por otro lado cabe resaltar que las cuentas públicas arrojan un superávit histórico.
Lo cierto es que la economía podría ir mucho mejor pero no va mal si nos comparamos con los decadentes países del entorno. En parte porque había cogido carrerilla durante los dos gobiernos del PP y en parte porque la política del ministerio de economía del actual gobierno no se diferencia mucho de aquella, ambas bastante menos intervencionistas que las de los gobiernos socialistas de Felipe González.
Las desatinadas acciones que dirigen a nuestra economía lentamente hacia el despeñadero proceden del resto de los ministerios. Esta gente no parece tener conciencia de que la libertad individual y el estricto respeto de la propiedad privada son los factores que determinan la salud de una economía a medio y largo plazo. La ley de igualdad, la de dependencia, los proyectos de ley sobre medicamentos, las nuevas normativas sobre construcción de viviendas, las medidas adoptadas en materia de medio ambiente, la ley de adoctrinamiento educativo, las subidas de salarios mínimos o el descarado intervencionismo energético son ejemplos cotidianos de un intervencionismo rampante.
No todo ha ido en esa nefasta dirección. Ha habido algunas honrosas excepciones. El permiso de libre circulación, residencia y trabajo en nuestro país para las personas provenientes de los países de este de Europa recién incorporados a la Unión Europea y la disposición a establecer un sistema de financiación autonómico con mayor grado de corresponsabilidad son los dos únicos ejemplos que me vienen a la mente.
Por desgracia, las próximas reformas laborales y fiscales no hacen pensar que este gobierno vaya a cambiar el rumbo socializante que emprendió hace dos años y que nos dirige hacia un futuro sombrío y falto de libertades. Si Zapatero no sufre una transmutación ideológica seguiremos padeciendo el talante autoritario adornado con sonrisitas y glamour cutre de oenegé que hunde lentamente la economía y empobrece a los españoles.