El periodista y escritor Javier Reverte aludió en ABC al fracaso europeo, "que tiene dos caras: la de un capitalismo que ha vuelto a recuperar sus hábitos de voracidad despiadada y la de una ideología socialdemócrata que no ha sido capaz de sujetar las riendas al desbocado capital financiero". Diagnosticó así la situación de los socialistas: “su rendición a los dictados de las leyes del mercado ha supuesto una capitulación sin condiciones” de su idea original de “conciliar la libertad con la justicia social”, y el resultado ha sido que "la riqueza es hoy más poderosa que los gobiernos". Aquí hay tres errores.
Veamos primero la piedad capitalista. Uno podría recaer en las habituales caricaturas de los capitalistas malvados, pero lo que no puede hacerse nunca es dar a entender implícitamente que la perversidad censurada depende críticamente de la institución que es objeto de censura. Digamos, si afirmamos que el capitalismo es despiadado y no decimos nada más, estamos sugiriendo que el no capitalismo rebosa de piedad. El señor Reverte no puede no saber que esto último no es verdad, porque las instituciones del capitalismo –la propiedad privada y los contratos voluntarios– han sido más o menos quebrantadas en el planeta en el pasado, y nada permite concluir que su quebrantamiento está asociado con más piedad que su preservación.
El segundo equívoco estriba en diseñar el perfil de la impiedad capitalista. Don Javier presume de diagnosticarlo: el capitalismo era menos voraz pero ahora es más voraz. No hay forma de probar esto seriamente. Si el capitalismo fuera más voraz nunca habría permitido que sus beneficios fueran expropiados; al contrario, habría arrinconado al Estado y habría reducido su tamaño, peso y poder. Asombrosamente, eso es lo que dice el señor Reverte que ha sucedido: "La riqueza es hoy más poderosa que los gobiernos". La verdad es justo la contraria, porque nunca los Estados han sido más grandes, nunca las regulaciones han sido más intrusivas, nunca los impuestos han sido más elevados.
El tercer error se refiere a la socialdemocracia. Cualquiera que la conozca mínimamente sabe que no es cierto que se haya "rendido" al mercado libre. Ningún socialista de ningún país jamás ha hecho tal cosa, y, al contrario, todos los socialistas del mundo reivindican un papel importante del Estado que limite el mercado libre, y cuando gobiernan llevan a la práctica esa idea, como hemos visto reiteradamente en España y muchos otros países.
Por fin, la noción de "conciliar la libertad con la justicia social" jamás ha sido una idea peculiar del socialismo sino la cálida ficción que ha amparado el crecimiento del Estado, o que al menos ha bloqueado su reducción apreciable, en todos los países y bajo todas las ideologías de todos los partidos.