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Fiebre petrolera

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En los 70, en plena crisis petrolera, en la cresta de la ola apocalíptico-ecologista, mucha gente muy seria y otra que no lo era tanto vaticinaba el fin del mundo. Con una literalidad sorprendente, porque decían que nos íbamos a quedar físicamente sin recursos; entre otros, sin el petróleo. Ahora, el termómetro petrolero, con el barril brent superando los 70 dólares, ha vuelto a subir. Los delirios sobre el fin del oro negro reaparecen.

Es una idea antigua, que dijeron ciertos griegos de la era clásica, pero que fue reformulada modernamente por el economista William Stanley Jevons. La idea, de sencilla, parece una tautología: hay una cantidad, consumimos de ella una parte todos los días, luego algún día se agotará. Fin de la discusión, y de paso fin del mundo. Pero algo malo debe de tener esta teoría, que todas las predicciones no han dejado de fracasar.

El U.S. Geological Survey dijo en 1920 que quedaban en el mundo 20.000 millones de barriles de petróleo. Los 3 billones que prevé ahora probablemente tengan que ser revisados al alza. La misma institución dijo en 1939 que el petróleo se agotaría en Estados Unidos en trece años. Pasados doce, en 1951, volvió a decir que al país le quedaban trece de extracción petrolera. En 1972 el Club de Roma dijo en su libro Los Límites del Crecimiento que no habría petróleo más allá de 1992. Ahora produce risa, pero entonces producía miedo.

La realidad es muy otra. Hay más crudo, pero no sabemos dónde sólo porque todavía no nos resulta rentable buscarlo. También están los llamados petróleos raros, que se calculan en unas 240 veces la cantidad de petróleo, lo que nos permitiría llenar los depósitos durante unos 5.000 años; más tiempo del que necesitamos para buscar soluciones alternativas, si es que nos hacen falta. Si por el momento no se ha recurrido a ellos es porque sería necesario un precio sostenido por encima de los 30 ó 35 dólares por barril para invertir en su extracción y tratamiento.

Pero ni siquiera es esa la cuestión. No queremos un barril de petróleo por sí mismo, sino por los servicios que podemos sacar de él. Y gracias a la tecnología podemos conseguir más y mejores servicios con la misma cantidad de recurso. Así, si mejoramos la productividad económica en un 100% de un recurso es exactamente igual a si tuviéramos el doble de cantidad a la vieja tecnología.

Pero la tecnología sólo acude cuando hay dinero, y éste aparece sólo si ve oportunidades de beneficio. ¿Y si resulta que incluso cuando Irán forme parte de la Unión Europea, se firme la paz perpetua entre Israel y los árabes y desaparezcan los Chávez de turno en Iberoamérica el petróleo sigue estando caro? Los beneficios de un mejor uso de ese mineral, la utilización de otras alternativas, etc, serán tan altos que el capital acudirá raudo y veloz. Y entonces tendremos que esperar a otra fiebre petrolera para volver a escuchar nuevos cantos apocalípticos.

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