Pocos cuestionan que la necesidad de cumplir con la palabra dada: si uno se endeuda, la buena fe obliga a devolver el dinero prestado. El gobierno griego tampoco debería constituir una excepción al respecto (a menos que uno abogue por la libertaria alternativa de abolir el Estado y repudiar todos sus compromisos adquiridos) y, de nuevo, parece que la buena fe para con sus acreedores obliga a que el Estado griego amortice sus obligaciones financieras.
Sucede que, al entender de muchos, el Estado griego ha sido víctima de unas condiciones de financiación usurarias que justificarían por sí solas un repudio legítimo de la deuda. Una cosa es defender que se honre la palabra dada y otra muy distinta que se honre bajo inaceptables condiciones de usura: tipos de interés del 10%, del 20% o del 40% resultan absolutamente injustificables y, por tanto, Grecia haría bien en impagarlos.
¿Usura contra Grecia?
Dejando de lado lo problemático que resulta trazar una frontera entre intereses usuarios y no usurarios incluso para quienes defienden semejante distinción (ser un deudor de alto riesgo es lo que tiene: que nadie se fía de ti y apenas tienes prestamistas que quieran financiarte), el argumento anterior presenta una dificultad que suele soslayarse con frecuencia: los tipos de interés que se han estado pagando entre 2010 y 2014 por la deuda pública griega en el mercado secundario han sido del todo irrelevantes para configurar su actual situación presupuestaria. Básicamente porque Grecia lleva desde 2010 fuera de los mercados (salvo por un par de emisiones menores en 2014): los altos tipos de interés (del 10%, 20% o 40%) que se han llegado a pagar en el mercado secundario por la deuda griega sólo reflejaban el precio de altísimo riesgo al que se intercambiaban la deuda griega quienes ya tenían deuda griega, no el precio al que se financiaba el gobierno griego.
Para conocer el tipo de interés medio que ha soportado el Estado griego durante los últimos años hemos de poner en relación los pagos anuales de intereses del Estado griego con el stock total de su deuda pública. Si lo hacemos, descubriremos que desde 2006 no ha habido ningún año en el que Grecia haya pagado por su deuda más de un 4,5% de intereses, lo que difícilmente podremos calificar como usura (sobre todo teniendo en cuenta que la inflación media desde 2006 ha sido en Grecia del 2%, de modo que el Estado griego no ha pagado nunca desde ese año tipos de interés reales superiores al 2,5%). De hecho, en el año 2013, Grecia pagó sobre su deuda pública unos tipos de interés nominales inferiores a los de Alemania: en concreto, el 2,28% frente al 2,62% de sus vecinos del norte.
Fuente: Eurostat
No sólo eso: en 2013 Grecia fue el cuarto país de la Eurozona que abonó menores intereses sobre su deuda pública:
Fuente: Eurostat
En realidad, y pese al bombardeo propagandístico sobre la deudocracia usuraria contra Grecia, a nadie deberían sorprenderle tales resultados: en 2012, la Troika aprobó un segundo plan de rescate para Grecia, por el cual el Estado griego obtuvo unas condiciones de financiación extremadamente beneficiosas.
Así, de los 355.000 millones de euros en deuda que mantenía Grecia a finales de 2011, 205.000 millones estaban en manos privadas y 150.000 en manos públicas (55.000 millones en posesión del BCE y unos 100.000 millones en manos de la Troika, fruto del primer rescate). Los 150.000 millones en manos públicas fueron refinanciados a Euribor+1,5%, mientras que los 205.000 millones en manos privadas fueron reestructurados del siguiente modo: primero se aplicó una quita del 53,5% a los acreedores privados, reduciéndola a poco más de 95.000 millones de euros; de esa suma, 30.000 millones fueron recomprados por la Troika (a través del EFSF) y al resto se les rebajaron los intereses al 3,65%. Además, la Troika le extendió una línea de crédito adicional de 100.000 millones de euros para que no tuviera necesidad de financiar sus déficits emitiendo deuda en el mercado (línea de crédito también a Euribor+1,5%): así, desde comienzos de 2012 Grecia ha emitido cerca de 70.000 millones de euros adicionales (en buena medida para recapitalizar a la banca griega, a la que quebró, como a la chipriota, la quita del 53,5% sobre la deuda pública griega), elevando su deuda pública total desde los 250.000 millones en que la dejó este segundo plan de rescate hasta 320.000 millones a finales de 2013. De esos 320.000 millones, el 80% se halla en manos de la Troika, esto es, del Banco Central Europeo, del FMI y de la Comisión Europea.
Difícilmente podrán tildarse estas condiciones de usurarias: más bien, como hemos visto, han logrado para Grecia un tipo de interés medio por debajo del de casi cualquier otro país de la Eurozona y, por supuesto, de cualquier otro deudor privado europeo. Pero, entonces, ¿a qué se debe que la situación financiera del Estado griego sea tan horrorosa? Pues no a los inexistentes altos tipos de interés, sino a la muy existente y muy gigantesca deuda pública griega.
El principal culpable: el desbocado gasto público
El volumen total de deuda pública griega se situaba, ya antes de la crisis, por encima del 250% de los ingresos públicos, frente al 150% que representaba en Alemania. Pero después de la crisis rebasó el 350% y llegó a superar el 400% en el año 2011 (nótese que el rescate y las medidas de “austeridad” se comienzan a imponer a Grecia en el año 2010, y en 2009 ya tenía un volumen de deuda pública completamente desbocado).
Fuente: Eurostat
Como consecuencia de este enorme volumen de deuda pública (y no como consecuencia del alto interés medio pagado), su factura anual de intereses superó, hasta el segundo rescate a Grecia, el 12% de los ingresos públicos (en 2011, antes del rescate alcanzó, el 17%). Compárenlo con Alemania, cuya factura de intereses se ha mantenido estable en el 6% de todos los ingresos públicos.
Fuente: Eurostat
Por tanto, insisto, el problema no es el tipo de interés medio que abona Grecia por su deuda pública, sino el altísimo volumen de esta deuda pública. Matemáticas básicas: el 50% de 10 euros son 5 euros y el 1% de mil millones de euros son 10 millones; que el tipo de interés sea bajo no garantiza que tu factura en intereses sea baja si debes muchísimo dinero.
En este sentido, la responsabilidad de la situación financiera griega les corresponde a quienes gestaron su elevadísimo volumen de deuda: es decir, a los políticos griegos y a todos aquellos que aplaudían con las orejas las políticas de endeudamiento público (antes y después de la crisis). El grueso de la deuda pública griega se emitió antes de que Grecia fuera rescatada por la Troika: en concreto, el 90% de la deuda pública griega del año 2010 había sido emitida antes de 2010. Ni siquiera es posible inculpar a las políticas de presunta austeridad del deterioro de la solvencia de Grecia por haber provocado un hundimiento de la actividad económica y de los ingresos públicos: aun cuando el Estado griego hubiese conseguido mantener el nivel de ingresos públicos del año 2007 (objetivo complicado en medio de una crisis económica como la actual), el peso de la deuda pública en 2011 habría sido equivalente al 391% de los ingresos (frente al 403% que realmente fue y frente al 180% de Alemania) y el peso de los intereses en estos ingresos habría sido del 15,8% (frente al 17,1% que realmente fue y al 5,8% de Alemania).
No: Grecia no quebró por la Troika y Grecia no está financieramente contra las cuerdas por la Troika. Grecia estaba financieramente contra las cuerdas por esto:
Fuente: Eurostat
Si bien Alemania estabilizó el gasto real por habitante (esto es, descontando la inflación) entre 1996 y 2007, Grecia lo disparó más de un 60%, sufragando gran parte de esa brutal expansión del gasto público en la emisión de deuda. Desde 2010, los recortes en los desembolsos públicos han logrado corregir semejante megalomanía estatal y regresarla a una senda sostenible (de hecho, Grecia alcanzará superávit primario en 2014 y, si no nos mienten más en sus estadísticas, el déficit no superará el 3%); pero por desgracia todo apunta que los próximos gobiernos griegos (ya sean de la oligarquía oficialista de Nueva Democracia o del aspirante a nueva oligarquía de Syriza) tratarán de incrementar nuevamente el gasto público regresándolo a la senda de insostenibilidad.
Por eso, el Estado griego jamás debió ser rescatado por los contribuyentes europeos: no sólo se ha trasladado ilícitamente una gran cantidad de riesgo a los hombros del ciudadano medio europeo, sino que además se ha terminado protegiendo a la oligarquía (y neo-oligarquía) griega de las consecuencias de su propia irresponsabilidad proestatista y liberticida. Lejos de aprender la lección, han conseguido endosar las culpas del desastre que ellos engendraron a la Troika: la solución a sus problemas, nos dicen ahora, no es la austeridad de la Troika, sino volver a incrementar masivamente el gasto público. Es obvio, pues, que no han entendido nada y que están deseosos por volver a las andadas: sólo por eso, repito, jamás debieron ser rescatados con el dinero de todos los contribuyentes europeos.