En un tragicómico comunicado, la organización rojiverde asegura que el mensaje principal de Bush es que "basta con cruzar los dedos y esperar que la tecnología nos salve". Lo cierto es que esta gente no entiende lo que no le apetece entender. La clave no es esperar una tecnología que caiga del cielo sino comprender que los sistemas de racionamiento como el que propone Greenpeace y la ONU, es decir, Kioto, han demostrado ser a lo largo de los años terriblemente desincentivadores del progreso tecnológico. Por desgracia, nuestro país tiene una larga experiencia en la aplicación de sistemas de racionamiento desarrollados en el marco del sistema económico franquista de la postguerra y parece mentira que nuestros políticos nos hayan vuelto a imponer este tipo de medidas.
Para los ecologistas, el objetivo no parece ser evitar un posible calentamiento que pudiera ser peligroso para el hombre sino imponer precisamente esas políticas de racionamiento. En esta línea, Greenpeace ha declarado que "necesitamos reducciones obligatorias de emisiones y las necesitamos ya", así como que los mandatarios internacionales "deben dejar claro que Kioto es el único camino". Más claro no se puede decir: lo importante es el método obligatorio ultraintervencionista y no los resultados. Este empeño por utilizar medidas contrarias al mercado libre y al capitalismo es sintomático del espectro ideológico en el que se mueve la organización.
Pero les guste o no a los del lobby del arco iris, lo cierto es que Estados Unidos, con un modelo alejado a Kioto y al racionamiento, lleva ya muchos años conteniendo las emisiones de CO2 mucho más que la Unión Europea. Así que si piensan que Kioto es el único camino deberían explicarnos qué objetivo es el que persiguen realmente. La respuesta nos la ha dado ya el mismo representante de Greenpeace que presentó el comunicado de la organización. Según Daniel Mittler, "necesitamos una revolución de energía limpia en los países en desarrollo y Kioto es el camino para lograrla". Ahora todo cuadra mejor. La cuestión es acabar con el sistema de generación energético actual, que es uno de los pilares fundamentales del desarrollo capitalista, porque, no nos engañemos, el fin del modelo de libre mercado es lo que mueve a estos activistas.
Mittler también criticó la importancia que la Casa Blanca y algunos países como Australia le dan al cuidado e incremento de los bosques. Según el portavoz ecologista, "la aparente preocupación de Bush por la protección de los bosques es de risa, mientras no acepte que esto también debería tratarse dentro de Kioto". Pero lo que en realidad da risa es que Greenpeace y la Unión Europea lleven años oponiéndose a que sumideros de CO2 como los bosques (o los filtros) no puedan descontar todo el CO2 que atrapen.
Por si acaso el distorsionado mensaje tecnicista no termina de llegar a todos los públicos, la organización ecologista vuelve a darnos una lección de catastrofismo al indicar que "el tiempo se le acaba a este presidente, y a este planeta". Las medidas de urgencia siempre han sido enemigas de libertades individuales y Greenpeace parece tener muy claro cómo usar esta herramienta intervencionista.