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Gustavo Petro busca el voto de los incautos atacando a Nicolás Maduro

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Las ideas y propuestas políticas de Gustavo Petro han llevado a Venezuela y otros países al desastre económico, político y social.

Nicolás Maduro se ha convertido en el peor enemigo de Gustavo Petro en la carrera presidencial por llegar a la Casa de Nariño. No se debe a que el autócrata venezolano haya insultado al populista colombiano, puesto que eso le daría impulso electoral (Ver más: El miedo al chavismo será clave en la segunda vuelta en Colombia). Al contrario, lo que perjudica al candidato de Colombia Humana es que muchos electores colombianos y numerosos especialistas le identifican con el chavismo (Ver más: ¿En qué se parecen Gustavo Petro y Nicolás Maduro?). El reciente cambio de discurso sobre la situación en Venezuela y el régimen bolivariano es una mera estrategia electoral destinada a ocultar su naturaleza de populista típico del llamado socialismo del siglo XXI.

Justo después de las elecciones presidenciales venezolanas, Petro difundió un comunicado en el que denunciaba, con muchos matices, al régimen chavista. Y los matices en el comunicado no eran un asunto menor. En ningún momento se nombraba a Nicolás Maduro ni a su régimen, como si las violaciones de los derechos humanos y las libertades no tuvieran unos responsables concretos. Tampoco hablaba de dictadura. Se limitaba a decir que la democracia “en Venezuelaenfrenta una crisis de legitimidad estructural que la haría inviable”, a lo que añadía que “Venezuela transita un doloroso camino de secuestro de la democracia”.

Además, y con una técnica utilizada en su día por el entonces candidato Hugo Chávez para evitar denunciar de forma contundente la dictadura de Fidel Castro, Petro afirmó en el comunicado: “Reafirmo mi compromiso con la libre autodeterminación de los pueblos. Rechazo todo tipo de intervención extranjera. Sólo acepto viables las vías civiles y diplomáticas”. Poco después, en una entrevista en Radio Caracol ya endureció el discurso, atacó a Maduro llamándole “incapaz” y afirmó que eso “está llevando a Venezuela a formas cada vez más profundas de dictadura”.

Pasada la primera vuelta de las elecciones colombianas, en la que Iván Duque obtuvo una importante ventaja sobre él, Petro ha endurecido todavía más el discurso contra Maduro. Entrevistado en Univisión por la periodista colombiana Patricia Janiot este martes, ya dijo de forma directa que “Venezuela ha derivado, bajo Maduro, en una dictadura”.

En un giro sorprendente, además trató de identificar al autócrata chavista tanto con su rival electoral como con el mentor político de este último. Afirmó: “No hay nada más parecido a lo que está haciendo Maduro que lo que está haciendo el uribismo aquí, porque ambos están planteando depender del petróleo en la economía, ambos están planteando supeditar la justicia a la política, construyendo un régimen dictatorial; lo hace Maduro, lo hace (ÁlvaroUribe y lo hace Duque”.

El único candidato que no denunció a Maduro

El populista colombiano ha descubierto la maldad del régimen chavista cuando ha visto que guardar silencio sobre su naturaleza criminal le perjudica. La firmeza actual contrasta con las prácticas del pasado. Los candidatos que se presentaron a la primera vuelta de las presidenciales colombianas se enfrentaron en un debate celebrado en la Universidad del Norte de Barranquilla el pasado 4 de abril.

La práctica totalidad de los aspirantes a suceder a Juan Manuel Santos fueron firmes a la hora de criticar y condenar la dictadura de Maduro. Tan sólo hubo una excepción, que fue Gustavo Petro (Ver más: Gustavo Petro es el único candidato colombiano que no condena la dictadura de Nicolás Maduro). El candidato de Colombia Humana achacó la crisis humanitaria a la dependencia venezolana del petróleo y a que la riqueza generada por este hidrocarburo ha dejado de fluir. Las violaciones de derechos humanos y la inexistencia del imperio de la ley no le merecieron ni tan sólo una palabra.

Gustavo Petro se viste ahora con unos ropajes que no son los suyos. La repentina preocupación por la falta de democracia en Venezuela no resulta creíble. Ocultar las simpatías con regímenes e ideologías totalitarias es una vieja táctica de aquellos aspirantes a autócratas que intentan llegar al poder o afianzarse en él.

Todo sirve para ganarse el apoyo de ciudadanos incautos o, incluso, otorgar una excusa moral a quienes buscan respaldar a alguien que les genera simpatía pero de quien se sabe que en el fondo es peligroso. Lo han hecho, entre otros, Hugo ChávezFidel Castro. Y, en España y con poco éxito, es una técnica que ha puesto en práctica Pablo Iglesias.

Chávez dijo “Cuba es una dictadura”

El periodista Jorge Ramos entrevistó en Univisión a Hugo Chávez el 5 de diciembre de 1998, la jornada anterior a las elecciones que llevarían al venezolano al poder. Le preguntó de forma directa: “Para usted, ¿Cuba es una dictadura o no es una dictadura?”. “Sí, es una dictadura”, respondió de forma clara el entonces candidato a presidente. Acto seguido, añadió: “Pero no puedo yo condenar a Cuba, hay un principio de derecho internacional, que es la autodeterminación de los pueblos. Los pueblos deben darse sus propios gobiernos, o deben hacer sus propias historias; yo no puedo desde Caracas, sentado aquí, empezar a juzgar a los gobiernos y a los pueblos del mundo”.

Poco antes le había entrevistado Jaime Bayly, y le había preguntado si con Fidel Castro Cuba había mejorado o empeorado. Chávez evadió respondiendo que “ese caso prefiero dejárselo a los cubanos, que ellos solucionen sus problemas. Yo en verdad no he estudiado el caso cubano. Sí creo que Cuba debe marchar, como todos estos países de América Latina, a un mundo distinto donde haya democracias verdaderas, pueblos, igualdad, justicia, que haya un futuro mucho mejor”.

El propio Fidel Castro también había recurrido al engaño para granjearse simpatías internas en Cuba y apoyos internacionales. En numerosas entrevistas concedidas en los meses previos a su entrada en La Habana, el 1 de enero de 1959, y en las semanas posteriores a la toma del poder, negó que tanto él como su movimiento fueran comunistas. También lo hizo en diversas declaraciones públicas.

Dos de estos pronunciamientos fueron: “No somos ni seremos comunistas. Nuestra revolución es genuinamente democrática, genuinamente cubana” y “No somos comunistas. Hay algunos elementos comunistas en el gobierno, pero su influencia es nula. Yo no estoy de acuerdo con el comunismo. Cuba no expropiará propiedades privadas extranjeras y buscará, al contrario, inversiones adicionales”.

Pablo Iglesias, socialdemocracia a la soviética

Desde el momento mismo de la fundación de Podemos, a los dirigentes de este partido español les molesta que se recuerden sus vínculos con el chavismo. Tratan de evitar en todo momento ese asunto y hasta han llegado a recriminar a periodistas y políticos de otras formaciones que se hable de Venezuela. Pero la cosa no termina ahí.

Hace unos años, cuando todavía se hablaba de la posibilidad de que se produjera el sorpasso de Podemos al PSOEPablo Iglesias insistió en numerosas ocasiones en que era “socialdemócrata”, en un claro intento de atraer el voto de los sectores moderados de la izquierda. El truco de esta afirmación estaba en qué quería decir con este término. La respuesta se encuentra en lo que contestó en una entrevista publicada por el diario El Mundo en mayo de 2015: “Si a Marx y a Engels les hubieran preguntado qué son ustedes, hubieran dicho socialdemócratas. ¿Por qué no socialdemócratas? Igual que Bernstein, igual que Rosa Luxemburgo, igual que Vladimir Ilich”. En definitiva, su socialdemocracia no era más que comunismo con el nombre encubierto.

Años antes, cuando todavía era un profesor de Ciencias Políticas que se estaba haciendo muy popular en los ambientes de extrema izquierda española, y bien relacionado con el chavismo, ya había teorizado sobre la necesidad de usar el lenguaje para engañar a la población. Lo hizo en una conferencia, impartida en 2013 y organizada por la Unión de Jóvenes Comunistas de España (UJCE) de Aragónen Zaragoza.

Dijo entonces: “La palabra ‘democracia’ mola (gusta), por lo tanto habrá que disputársela al enemigo cuando hagamos política. La palabra ‘dictadura’ no mola, aunque sea dictadura del proletariado. No mola nada, no hay manera de vender eso. Aunque podamos teorizar que ‘la dictadura del proletariado es la máxima expresión de la democracia en la medida en que aspira a anular unas relaciones de clase injustas que en sí mismas, ontológicamente, anulan la posibilidad de la igualdad que es la base de la democracia’, no hay a quién le vendas que la palabra ‘dictadura’ mola”.

Gustavo Petro no ha inventado nada nuevo. Sus ideas y propuestas políticas no son otras que las que han llevado a Venezuela y otros países al desastre económico, político y social. Y tampoco es original en comportarse como un camaleón político para ocultar lo que es, un populista de manual que podría conducir al fin de la democracia en Colombia. No ha descubierto la realidad del chavismo de forma sorpresiva. No existe ninguna caída del caballo cual si fuera Pablo de Tarso camino de Damasco. Al contrario, en la ruta para intentar llegar a la Casa de Nariño sigue el manual que utilizó aquel Hugo Chávez que en 1998 dijo sobre Cuba “sí, es una dictadura”.

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