Si él ganó las elecciones en marzo de 2004, en abril yo ya veía que se había planteado la destransición, la vuelta a la idea de la ruptura, para instaurar una democracia distinta de la de 1978. Poco a poco ha ido desgranando sus planes, que se plasmarán en su máxima expresión en su intento de hacer de cada uno de nosotros un nuevo hombre socialista. Ese temor ha unido a muchos en torno a la alternativa encarnada por Mariano Rajoy.
Pero la derrota en las urnas ha roto esa coalición unida por una idea de carácter negativo: evitar que Zapatero siguiese adelante con su programa. Rajoy ha sido arrastrado por ese movimiento a adoptar una determinada postura frente al Gobierno, lo que le ha valido más de diez millones de votos. Es un refrendo muy importante, aunque haya sido insuficiente para desbancar a Zapatero del poder. Pero él lo ha tomado como un respaldo a su partido y a su persona. Se siente fuerte; lo suficiente como para sacudirse de encima esos apoyos que él, en su fuero interno, siempre vio como una carga. Por eso hizo esa declaración de independencia frente a ciertos medios, como este. Por eso habla de "su equipo", mientras Zaplana, Acebes y otros van cayendo.
Aparece ahora el verdadero Rajoy. Él tiene muy claro, y puede que no le falte razón, que el PP tiene que pactar con los nacionalistas para volver al poder; por eso hablad de "adaptarse a las cambiantes circunstancias". Pero la estrategia de los nacionalistas está indisolublemente unida a la de Zapatero y son muchos los que no están dispuestos a transigir. Él sugiere que hay deslealtades en su partido, pero la defección ha sido suya, no de María San Gil o José Antonio Ortega Lara.
Ahora se está repartiendo de nuevo el juego. Dentro y fuera del gran partido de centro derecha cada uno está midiendo sus fuerzas, tomando posiciones, haciendo y deshaciendo alianzas para estar en una buena posición cuando dentro de cuatro años se forme una nueva coalición contra Zapatero. La primera ronda del juego, el congreso de junio, tiene las cartas marcadas, por lo que nadie se ha atrevido a dar el paso de presentar una candidatura alternativa. Y eso que incluso una derrota sería una victoria, ya que aún queda un nuevo congreso antes de las elecciones de 2012, pero para dar ese paso hacen falta una ambición, audacia y honradez que hasta ahora no se han reunido en ningún afiliado de peso.
Pero habrá más rondas. El juego no ha hecho más que comenzar y de su resultado depende en gran parte nuestro destino más inmediato. Así de frágiles somos.