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Hambre atrasada

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En la segunda sigue el mismo camino, sólo que cada vez le quedan menos fuegos de artificio, y su efecto es menos eficaz. Incluso la baza del aborto, que la tenía ganada de antemano, se le ha vuelto en su contra. Además tiene que hacer frente a la crisis económica, y pronto ha descubierto Zapatero que la retórica no sacia ni distrae su sed de cadáveres.

Pero ZP tenía todavía un as en la manga. Es el recurso de los malos gobernantes. El ardid económico de los rufianes. El pan para hoy. Es el gasto público. Un Estado devorador de la riqueza que produce la sociedad tapa los problemas del presente, pero la tierra que levanta del suelo deja la fosa de la propia tumba. El cheque del Estado español tiene cada vez menos fondos. Y menos valor.

La deuda es hambre atrasada, que antes o después tiene que satisfacerse con bocados cada vez más grandes. Por eso está dejando caer la idea, que antes que después se hará realidad, de que va a subir los impuestos. Cuanto más consume el Estado, menos se destina a la creación de riqueza. Cuanto mayores son los impuestos, más cara se vuelve aquella, y más escasa. Sólo un tonto subiría los impuestos en plena crisis. O un genio, como Zapatero.

A las dentelladas de la crisis le seguirán la del Estado. La sociedad actúa de forma lógica en esta situación: modera el apetito y ahorra por lo que pueda venir. En lugar de fomentar humildemente el curso que siguen los ciudadanos con sus habichuelas, el Estado se come los recursos que éstos han hurtado a su consumo, más los que aún no hemos producido. La crisis es como el rock: ha venido para quedarse y todas las previsiones de que se esfumará pronto no son más que pamplinas. No vamos a producir para tanta hambre atrasada.

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