La retórica emocional ha hecho estragos en la modernidad.
Hace tiempo, el jurista y académico Antonio Hernández-Gil reclamó en ABC un
mayor equilibrio en la cada vez más hiriente distribución de los recursos (…) sin un mínimo de igualdad la dignidad enferma, la corrupción se reproduce y no hay libertades que valgan.
La retórica emocional ha hecho estragos en la modernidad. A don Antonio le hiere la distribución de los recursos. Es más, no sólo le hiere, sino que le hiere «cada vez más», para lo que reclama un «mayor equilibrio». No es preciso en su análisis, porque las emociones rara vez suelen serlo, y la corrección política abunda en frases solemnes de escaso contenido como «un mínimo de igualdad».
Pero en la medida en que don Antonio está lastimado porque la distribución de la riqueza en el mundo es cada vez más desigual, ya puede sentirse reconfortado, porque la desigualdad en el mundo ha bajado en las últimas décadas, porque cientos de millones de personas han dejado atrás la pobreza extrema, en especial, pero no exclusivamente, en Asia.
Y no lo han hecho mediante redistribuciones forzadas de los recursos, que es lo que reclaman las jeremiadas habituales sobre las «desigualdades», sino como se ha hecho siempre: con el esfuerzo de los trabajadores y los empresarios, en un contexto de relativa libertad. Sólo relativa, porque no vivimos en un paraíso. Pero tampoco en el infierno que imagina el académico bleeding heart Hernández-Gil.
Dirá usted, don Antonio es un jurista, y no corresponde exigirle que sepa economía. Tengo malas noticias: los que saben economía no protegen su libertad de usted mejor que los juristas. Le pondré un ejemplo de un informe fiscal de ese supuesto paradigma del liberalismo, el Fondo Monetario Internacional. Está muy satisfecho con los impuestos en el mundo: dice que como en los países desarrollados el 10% de la población más rica paga entre el 30% y el 50% de la recaudación del Impuesto sobre la Renta, entonces eso es «justo». O sea que, si don Antonio no es una autoridad en economía, el FMI lo es en justicia. No termina de explicar nunca, y nadie lo hace, por qué exactamente eso es justo y otra alternativa no lo es.
Y eso sí, lo que le hiere de verdad al FMI es que haya competencia fiscal. Eso nunca. ¿Por qué? Dejemos que hable ese paradigma liberal:
La competencia fiscal puede dar como resultado que los impuestos sean demasiado bajos.