Casado ha despuntado en el Palacio Municipal de Congresos como un excelente orador y un nuevo abanderado de los principios liberales dentro de su formación política. No sólo ha logrado competir con Aguirre en cantidad de aplausos arrancados al auditorio; también ha conseguido poner al público en pie, al igual que ella, y ha sido el tema de conversación en muchos de los corrillos formados al terminar el evento.
Con un valor inusitado en los dirigentes de la organización juvenil del PP, se ha atrevido con cuestiones que muchos temen comentar y ha demostrado controlar el arte de la puesta en escena política. No ha dudado en atacar la nostalgia del 68, y se ha reclamado heredero del 89. Ha recordado al público, que se le iba entregando cada vez más según pasaban los minutos, que ese fue el año en que los jóvenes se enfrentaron a los tanques en Tiananmen y derrumbaron el muro de Berlín. Se ha mostrado como portavoz de los que "no idolatramos a asesinos como el Che Guevara" y sí "a mártires como Miguel Ángel Blanco", del que ha dicho que "es un héroe", categoría que le ha negado al "mercenario" argentino.
Casado no ha tenido contemplaciones con la izquierda, a la que ha tachado de "carca" y ha recordado que la canción que ellos entonan, La Internacional, se cantaba cuando el comunismo asesinó a cien millones de personas el siglo pasado. Pero no se ha quedado en eslóganes tan acertados como necesarios. También ha entrado en el terreno de las propuestas concretas. Ha arremetido contra el salario mínimo interprofesional, del que ha recordado que crea desempleo entre los jóvenes, ha reclamado la liberalización del suelo, cuya regulación es una de las principales causas del precio de la vivienda, y ha pedido una flexibilización del mercado del trabajo.
Con su oratoria ágil y su energía, ha sido capaz de lanzar mensajes cargados de un liberalismo indudable. Ha rechazado que los jóvenes tengan que vivir subvencionados y ha arremetido contra el control de los ciudadanos desde que nacen hasta que mueren. El líder de los jóvenes del PP madrileño ha reclamado, en definitiva, la madurez del ciudadano frente al Gobierno. El suyo ha sido un discurso en el que la idea fuerza ha sido la libertad individual frente al poder y el paternalismo del Estado.
Puede haber nacido una estrella política y un nuevo adalid del liberalismo en España. Esperemos que se mantenga fiel a los principios que ha defendido de forma tan brillante y no se amolde, como han hecho muchos de sus mayores en el PP y otros dirigentes de Nuevas Generaciones, al consenso socialdemócrata o al conservadurismo de nuevo cuño pero de viejas raíces.