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La balada de la clase media

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Los expertos en desigualdad gustaban de utilizar la media, porque suele ser más alta que la mediana y arroja mayores porcentajes de pobreza.

La OCDE, el club de los Estados de las economías desarrolladas, han alertado sobre el gravísimo problema de la decadencia de la clase media; un problema que exige una actuación por parte de esos mismos Estados. “Para ayudar a la clase media”, dice en un reciente informe, “se necesita un plan de acción completo”. Un plan que mejore “el acceso a los servicios públicos de gran calidad y que asegure una mejor protección”. Ese programa incluye incentivos fiscales a la compra de la vivienda y una política que mejore la oferta de ese bien duradero. También propone mejorar el capital humano de los trabajadores de clase media, y aumentar la fiscalidad sobre el capital.

¿Han leído alguna medida encaminada a aumentar la riqueza de la clase media? Sí, la inversión en capital humano para mejorar la productividad de los trabajadores, y facilitarles la transición desde los sectores en decadencia a los nuevos sectores generadores de riqueza. Fuera de eso, nada. Las medidas que propone la CEOE se encaminan a una mayor protección contra los avatares del mercado, pero no a un mayor aprovechamiento de las oportunidades que éste ofrece a las familias de la clase media.

Por ejemplo, en lugar de aumentar la fiscalidad sobre el capital para reducírselo al trabajo (en la confianza de que lo primero ocurrirá y lo segundo, no), hay al menos otra opción. Una cosa es la función económica y otra la realidad social. Hay tres funciones económicas originarias, la del trabajador, la del capitalista, y la del empresario. Estas funciones originarias no se tienen por qué corresponder con la realidad social que le otorgamos a esas palabras. Un trabajador puede ser también capitalista si ahorra parte de su renta y la convierte en patrimonio. Un capitalista, como señaló Hayek en su Teoría pura del capital, es siempre un empresario, pues tiene que decidir qué uso le dará al capital. El trabajador también es empresario, pues tiene que descubrir qué oportunidades de emplear su trabajo tiene por delante. Convertir a los que sociológicamente son trabajadores también en capitalistas, hacerles participar de los beneficios de las empresas, de los beneficios de una sociedad que progresa, eso es algo que la OCDE parece no plantearse.

Vamos primero con la definición que hace la OCDE: La clase media la forman las familias que ganan entre el 75 y el 200 por ciento de la mediana del ingreso nacional. La media es la suma de unas cantidades dividida por el número de esas cantidades. La mediana, que es la categoría estadística manejada aquí, es aquélla cantidad que deja igual número por encima y por debajo de ella. Se corresponde con lo que podemos llamar “la familia media”.

Los expertos en desigualdad gustaban de utilizar la media, porque suele ser más alta que la mediana y arroja mayores porcentajes de pobreza, pero tiene el problema de que los ricos cuentan más que los pobres, de modo que desde el punto de vista de las ideas resultaba problemática. De modo que, a regañadientes, se han visto obligados a recurrir a la mediana, con su efecto depresor sobre la medida de la pobreza relativa.

Mídase como se mida, los cambios seculares en la distribución de la renta se observarían de todos modos. Y esto es lo que ha hecho la OCDE, centrándose en la clase media. Es interesante que lo haga, porque el centro del discurso sobre la, así llamada, política social, han sido los pobres. Pero en los países desarrollados hay cada vez menos pobres, si le damos a esa palabra un valor real, obsoluto, no relativo. Aunque no haya una medida posible de la pobreza real, sí podemos pensar en esa situación en la que una persona o familia no cuenta con medios suficientes para cubrir las necesidades más básicas. No se trata de tener una baja velocidad de internet, sino de tener dificultades para comer y vestirse, tener un lugar donde vivir, y poder acceder a unos servicios mínimos sanitarios.

Pero la OCDE no habla de eso. Habla de la clase media. En la clase media está gran parte de los ingresos fiscales y la mayor parte del voto, de modo que es lógico que el club de Estados de la OCDE le preste especial atención. Pero ¿qué es lo que dice la OCDE sobre la clase media?

Según los datos recabados por la institución, “mientras casi el 70 por ciento de los baby boomers”, que son la generación nacida tras el fin de la II Guerra Mundial, “eran parte de la clase media, sólo el 60 por ciento de los milenials lo son hoy”. De modo que la proporción de la sociedad que se puede considerar clase media es cada vez menor. En particular, y según el informe, de mediados de la década de los 80 del pasado siglo a mediados de la década de los 10 del siglo actual, ese porcentaje ha caído del 64 por ciento al 61. “En todos los países con excepción de Irlanda, España y Suíza, el porcentaje de ingresos de la clase media cayó más rápidamente que su porcentaje de la población”.

Pero ¿qué ha pasado con las otras dos categorías? La clase media es menor, pero ¿es porque cada vez hay más clase pobre, o porque los considerados ricos son cada vez más numerosos? El informe no muestra los datos con claridad, pero en las páginas 48 y 49 del informe nos deja esta frase: “Su declinar se ha mantenido en el tiempo, en torno a un 1 por ciento por década, según las correspondientes expansiones de las clases baja y alta”. Y, así, la clase baja ha pasado del 28 al 30 por ciento, y la alta del 8 al 9 por ciento.

Realmente, ¿cuál es la relevancia de todo ello? El reparto de la población, en función de los ingresos, ha variado unos puntos en las últimas décadas; tres si escoges la categoría más poblada. ¿Quiere decir ello que hay un cambio fenomenal, que la situación de los que están en la clase media ha empeorado?

Lo más dramático que ha hallado la OCDE es que en la actualidad una de cada cinco familias en la clase media consume más de lo que ingresa. Pero esa no tiene por qué ser una situación permanente, ni podría serlo. Es posible consumir capital durante un tiempo.

Pero hay varias cosas que sitúan este “problema” en perspectiva. Una de ellas es que no importa cómo se distribuya la renta, lo principal es que, en conjunto, ha mejorado. Y lo recoge el propio informe de casi 180 páginas. En segundo lugar, no naces y mueres en un grupo de ingresos, sino que lo habitual es ir escalando hasta los últimos años de la vida laboral, y luego bajar uno o dos escalones en la jubilación.

Y, por último, miremos a lo que ocurre en los Estados Unidos. Según un estudio elaborado por el Urban Institute, con unos criterios distintos, pinta una situación también diferente. En lugar de jugar con las medias, fija unos niveles de ingresos que marcan el nivel mínimo y máximo de lo que se considera clase media; entre 50.000 y 100.000 dólares al año para una familia de 3 personas. De 100.000 a 350.000, estaría la clase media-alta. El informe indexa estos mismos ingresos al pasado, y compara los datos en un período de 35 años; los que van de 1979 a 2014. ¿Cuál es la evolución en estos años?

La clase media ha pasado del 38,8 al 32 por ciento. Pero no parece ser un grave problema si la clase media baja también ha descendido (del 23,9 al 17,1 por ciento) y la baja también (del 24,3 al 19,8).

Mientras, la clase media alta (la que en estos años ha ganado el equivalente a la horquilla entre 100.000 y 350.000 dólares al año) se ha multiplicado por más de dos: del 12,9 al 29,4 por ciento. Y los que superan los 350.000, del 0,1 por ciento al 1,8.

Si la OCDE hubiese seguido una metodología como la del Urban Institute, habría llegado a conclusiones parecidas. Pero no está claro cómo iba a cantar la balada de la clase media, cómo iba a encajar con su mensaje tremendista y su llamada a la sociedad a entregar aún más poder a los Estados miembros de la OCDE.

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