Aunque esta visión de la larga decadencia del Imperio Romano sigue siendo la más extendida, hubo historiadores y economistas que nos dieron visiones alternativas. Éstos nos dicen que la entrada de bárbaros en las filas romanas fue en todo caso una consecuencia, pero no la razón principal.
Para el economista Ludwig von Mises, la caída del Imperio se debió a la manipulación de la moneda con el objetivo de enriquecer al Estado y un creciente número de leyes que regulaban el mercado. En La acción humana Mises apunta que: "Apelar a la coacción y compulsión para invertir la tendencia hacia la desintegración social era contraproducente ya que la descomposición [del Imperio] precisamente tenía sus orígenes en el recurso a la fuerza y la coacción. Ningún romano fue capaz de comprender que la decadencia del Imperio era consecuencia de la injerencia estatal en los precios y del envilecimiento de la moneda".
Algunas de las medidas esperpénticas que llegaron a usar los emperadores romanos fue el castigo a quien osara abandonar la ciudad, la nacionalización del comercio de grano, la regulación de los precios agrícolas y del sector naviero, el aumento y la creación de nuevos impuestos sobre todo a partir del siglo III d.C. (sobre las herencias, sobre los bienes para sufragar los gastos militares, para la creación de más espectáculos y obras públicas, para la pensión de soldados veteranos…). A esto se sumó un continuo envilecimiento de la moneda para obtener mayores beneficios de "señoraje" (diferencia entre el valor nominal de la moneda y sus costes de fabricación).
La actual crisis financiera tiene su origen en los mismos puntos. La hiperregulación que van sufriendo los países de Occidente desde hace más de 100 años y el total abandono de un sistema monetario sano y transparente como el patrón oro por otro oscuro, manipulado y fraudulento como es el sistema de reserva fraccionaria gubernamental (la privada no tiene por qué ser nociva) está dando sus frutos.
Pasados más de 1.500 años, la historia se vuelve a repetir. No es la única vez, ya ha ocurrido antes. Ahora los dirigentes americanos consideran que la actual crisis no se debe a sus políticas monetarias expansivas, barreras al libre comercio, economía dirigida, cargas impositivas o al continuo envilecimiento de su moneda con inflación crediticia. Para ellos, la solución a la crisis es más de lo mismo. Han construido un plan que si se aprueba tirará el dólar por los suelos y puede crear una inflación impresionante. El rescate se sufragará vía deuda básicamente, que significa más impuestos para el erario americano y sistemas productivos menos eficientes y rentables ya que se desvían al Estado. A esto suman una ola de leyes penalizando las libres transacciones comerciales y financieras y los nuevos soviets reguladores, que necesitarán de más dinero público.
Puede que este sea el fin de Estados Unidos como imperio, o al menos tal y como lo conocemos. Esto no es algo que se vea de forma rápida, pues requiere que pasen muchos años, pero la tendencia que están siguiendo los burócratas americanos es la misma que los emperadores y funcionarios romanos en el siglo III.
De aquí a 1.000 años, tal vez, se atribuya la decadencia del imperio americano, si es que se produce, a la inclusión de soldados extranjeros y mercenarios en su ejército, como por ejemplo los de Blackwater (muchos no son americanos). Es la explicación que ahora se da de la decadencia del Imperio Romano. Si es así, podremos afirmar que el amor del hombre por la represión política y búsqueda de soluciones donde no las hay es preocupantemente patológica. Al menos, nosotros sabremos que la única fuente de las crisis sólo se explica a través del intervencionismo económico, Gobierno omnipotente y el total desprecio hacia la libertad y propiedad privada. En pocas palabras, al triunfo del socialismo y capitalismo de Estado.