En primer lugar, anima al Gobierno a tomar las riendas de la producción nacional. El Estado debe "dirigir el proceso de desarrollo en una determinada dirección". ¿Cuál? La que estime oportuna la elite burocrática, ignorando así la regla de oro de cualquier economía que, mínimamente, defienda el libre mercado. Esto es, la inviolable soberanía del consumidor y la propiedad privada de los factores de producción.
El Gobierno tiene que marcar el desarrollo económico a seguir, según González. Una idea propia del marxismo que, por supuesto, cuadra a la perfección con el espíritu dirigista y planificador que desprende la nueva Ley de Economía Sostenible. Para ello, el ex ugetista recomienda aumentar la inversión pública en educación, I+D+i y energías renovables.
En segundo lugar, aboga por fortalecer, aún más, el papel de los sindicatos. Contradiciendo a todos los organismos internacionales, González considera que el mercado laboral español es excesivamente flexible, de ahí su "volatilidad" en los períodos de crisis y auge económico, por lo que defiende una mayor regulación en este ámbito.
Ambas reflexiones carecerían de la menor importancia si no fuera porque el autor de las mismas pertenece al selecto club de ignorantes e inútiles asesores que conforman la Oficina Económica de Moncloa. Sus ideas son una reproducción exacta del recetario sindical, cuyo único objetivo es implantar una economía planificada y estática al servicio del corporativismo estatal.
González parece desconocer que España es una de las economías más rígidas del planeta, la menos competitiva de las grandes potencias (OCDE), y con un mercado laboral propio del Tercer Mundo, según el Banco Mundial. Y pese a ello, insiste en repetir sin el más mínimo rubor la falacia izquierdista de "más Estado y menos mercado".
Desconozco si Zapatero seguirá sus recomendaciones. Confío en que no pues, de lo contrario, la nueva política económica del Gobierno acabaría por convertirse en una losa insalvable para la ansiada recuperación económica. España vive un momento clave. Las grandes crisis económicas suelen ser aprovechadas por el Ejecutivo y sus parásitos para extender la intervención pública y emprender reformas anti-mercado con el fin de acrecentar su poder. El "dirigismo" que promueve el asesor de Moncloa es un claro ejemplo de ello.
Adoptar este tipo de consejos, tarde o temprano, conllevaría la implantación de modelos económicos bien conocidos en América Latina, como es el caso de Argentina. Por el bien de todos, más vale que el Gobierno no destape la Caja de Pandora.