«I’ll tell you once more before I get off the floor don’t bring me down». Jeff Lynne.
¿Recuerdan cuando el Gobierno nos hablaba del tercer trimestre como si un rebote por efecto base fuera un récord de crecimiento? La Comisión Europea, organismo diplomático, que tiende a ser optimista y relativamente benigno en sus estimaciones, acaba de recordar la realidad.
España será el país de Europa que más caiga en 2020, con peor recuperación, y el que más tasa de paro y mayor déficit presente en 2020, 2021 y 2022. Y no lo hace por poco, sino con enormes diferencias. La recuperación estimada se sitúa en casi la mitad de la cifra que usa el Gobierno en su ridículo Plan de Presupuestos.
Esto no es una crisis simétrica ni le está pasando a todo el mundo igual. Ver cómo países como Grecia y Portugal reflejan cifras mucho mejores y sólidas que España es francamente preocupante y muestra que sí, que las políticas gubernamentales sí tienen impacto negativo en la economía más allá de la pandemia.
¿Se han dado cuenta como la propaganda ha dejado de hablar del ejemplo portugués? ¿Por qué? Porque un Gobierno de izquierdas ha implementado medidas liberales y serias de contención de gasto estructural, impuestos bajos al capital y la inversión y nos superan en todos los frentes, algo que me alegra mucho por nuestros amigos portugueses, por supuesto.
Grecia y Portugal han sabido gestionar la pandemia y la crisis mucho mejor que España sin devastar su sector turístico ni la actividad empresarial. Eso diferencia claramente la gestión de los gobiernos.
La Comisión Europea se une al Banco de España, la AIReF y la inmensa mayoría de analistas y desmonta las previsiones ficticias, voluntaristas e inconsistentes del gobierno. Mientras el Gobierno se aferra a un cuadro macro y Presupuestos sin credibilidad, las autoridades independientes recuerdan que las estimaciones son excesivamente optimistas y no cuadran.
Los datos de producción industrial de septiembre, estancados en una caída de 3,4% anual desestacionalizada, reflejan ese pobre rebote generado por el efecto base. La energía (−0,4%) y los bienes de consumo duradero (−1,7%) presentaban ya descensos respecto a agosto, dejando claro que el rebote se revertía en un mes. La Industria del cuero y del calzado (−27,0%) y refino de petróleo (−17,2%) registran las mayores bajadas.
Es importante recordarlo porque el refino es directamente reflejo de la demanda no solo de gasolinas y gasóleos sino de otros productos usados en la industria. Solo salva el dato de producción industrial la fabricación de productos informáticos y la de productos farmacéuticos (9,7%). Nueve comunidades ven su producción industrial caer mientras el Gobierno habla de «recuperación robusta».
Pero lo más preocupante son los datos del paro. España no crea empleo desde la reapertura. Solo saca personas de los ERTE. Si no consideras paro los ERTE no puedes considerar creación de empleo salir del ERTE.
Sacar personas de los ERTE no es crear empleo. El paro subió en octubre en 49.558 personas hasta los 3,8 millones y ya hay casi 600.000 parados más que antes de la crisis. Que el gobierno nos diga que es un octubre bueno comparado con la serie histórica es una broma cuando ignora el año de devastación que llevamos.
A cierre de octubre hay 648.000 personas desempleadas más que en octubre de 2019, cuando el mercado laboral ya estaba en desaceleración. En España hay 18,99 millones de afiliados, 357.974 menos que en marzo a pesar de cinco meses de reapertura.
El sistema ha perdido 439.628 afiliados desde octubre de 2019. Tenemos 4,4 millones de personas en paro + ERTE. Casi 600.000 personas continúan en ERTE ante un cuarto trimestre muy difícil. Recordemos que Morgan Stanley y Capital Economics estiman una caída del PIB del cuarto trimestre en España del 2,5% al 3%.
España refleja el peor desempeño en términos de empleo de toda la Unión Europea tanto en términos interanuales como durante la crisis y la mal llamada recuperación.
Es urgente que se tomen medidas de oferta para evitar que esas estimaciones de la Comisión Europea no vuelvan a tener que rebajarse.
Lo llevamos diciendo en esta columna desde febrero. Exonerar impuestos para preservar el tejido productivo. Cero ingresos, cero impuestos. No se puede cargar a la hostelería con la misma batería impositiva que en 2019 mientras se le hunde el negocio dejando a miles de pequeños empresarios en la ruina.
Es insultante mantener impuestos a la actividad o fijos y las sangrantes recargas por retraso en pago cuando las empresas están desangrándose. Ni se recauda ahora ni se recaudará después cuando desaparezcan miles de pequeñas empresas. Hay que abandonar la fallida política de conceder préstamos para pagar impuestos en el futuro.
Los avales son una condición necesaria pero no suficiente, ya que no evitan el cierre empresarial ante un desplome de ventas con impuestos. Hay que dar líneas de liquidez sin recurso para microempresas, como ha hecho Alemania que compensa a las microempresas afectadas por el cierre forzoso.
Es una vergüenza, además, que el Gobierno mantenga el aumento de costes laborales en un país con una tasa de paro del 16,7%. Contratar a una persona en España es hoy un 10% más caro que hace dos años para la mayoría de contratos, tras la subida ideológica y contraproducente de los impuestos al trabajo.
El Gobierno continúa pensando que dar cifras optimistas, propaganda y mensajes voluntaristas va a dar confianza. La ministra de Economía repetía que la recuperación «depende de dar confianza a los inversores».
Mentir con expectativas de ciencia ficción no da confianza. Ser el único país de Europa que aumenta impuestos generalizados al consumo, la inversión y el empleo no da confianza. Lo que daría confianza es que el gobierno dejara de poner la zancadilla al tejido productivo.