Hace un año la crisis del coronavirus llegó a la puerta de nuestros hogares y trastocó nuestras vidas en niveles y formas que no imaginábamos. Viendo hacia atrás, me gustaría compartir con ustedes algunas reflexiones acerca del momento histórico que, para bien o para mal, nos ha tocado vivir.
Esta crisis ha puesto a prueba nuestra inventiva, nuestra resiliencia, nuestra coherencia y, sobre todo, nuestros valores. Las lecciones de esta experiencia disruptiva son múltiples y profundas, y cada una de las lecciones individuales aprendidas marcará indirectamente el rumbo de nuestra sociedad en las próximas décadas. Este tiempo pasará a la historia como la época de la prevención distanciadora, de contactos sociales virtualizados, de crisis económica y de incertidumbre extrema. Para muchas familias el impacto habrá sido profundo e irreparable. Todos, sin excepción, hemos tenido que improvisar nuevas formas de hacer las cosas, desde la conducción de las relaciones sociales hasta la forma de continuar aprendiendo y educando.
Algunos gobernantes usaron la pandemia para imponer sus sueños intervencionistas más salvajes, desde la prohibición a la sanidad privada de tratar pacientes contagiados o realizar pruebas de la COVID-19, hasta los controles de precios o los cierres empresariales forzosos. La mentalidad intervencionista y autoritaria encontró en el virus la excusa perfecta para dirigir la vida de millones de ciudadanos.
Y las consecuencias, en forma de desabastecimiento, caos y crisis económica, no se hicieron esperar. La globalización se detuvo y todos conocimos de primera mano que impedir la libertad de intercambios a nivel mundial trae consigo empobrecimiento y miseria. Al mismo tiempo, millones de personas decidieron superarse ante la adversidad y dar lo mejor de sí mismos. Son episodios como este los que han marcado los grandes cambios en el devenir de la historia.
¿Qué vamos a hacer? ¿Aceptaremos que nos impongan una única solución desde arriba o exploraremos múltiples opciones entre todos? ¿Delegaremos la búsqueda de la verdad en los supuestos expertos o nos responsabilizaremos personalmente de hacerlo? ¿Permitiremos que nos pastoréen como un rebaño de ovejas o asumiremos cada uno los retos que cada nueva crisis nos presente?
El progreso de la humanidad ha sido posible gracias a personas que desde toda posición se han atrevido a retar el statu quo, las convenciones y lo que era políticamente correcto, para, así, hacer avanzar la libertad y la prosperidad de todos. El futuro de nuestra sociedad está en manos de quienes se atreven a defender la libertad en los momentos en los que es más cuestionada. Aún quedan por superar muchos de los retos que nos ha dejado esta crisis, y necesitaremos nuestra creatividad y empresarialidad para hacerlo. Los meses que vienen por delante nos dan la oportunidad de volver a una normalidad en la que la libertad, y no la coerción, sea la que rija nuestras vidas.
Desde la Universidad Francisco Marroquín seguiremos cultivando el estudio y la discusión de la importancia que la libertad y la responsabilidad individual tienen en el acontecer de la civilización. Esa es nuestra misión. Además, este año lo haremos con mucho entusiasmo y renovada energía en el marco de nuestro cincuenta aniversario. Les invito a celebrar medio siglo de trabajo por la libertad de todos, convencidos de que, como dijo Manuel F. Ayau en su discurso inaugural, “solo las personas responsables pueden crear civilizaciones prósperas y pacíficas, y donde no hay libertad, no florece la responsabilidad”.
Un abrazo, desde la Casa de la Libertad.